Diego Meraz, estudiante de Ingeniería Ambiental del ITESO, comparte su labor en pro de la conservación del ajolote del Altiplano, una de las 16 especies que se encuentran en peligro de extinción.

 

«Amí lo que me mueve es la restauración ecológica”, afirma, contundente, Diego Meraz, estudiante de noveno semestre de la carrera de Ingeniería Ambiental en el ITESO y quien es integrante de un equipo multidisciplinario que busca proteger de la extinción a una de las 17 especies de ajolotes que existen en México con el proyecto Conservación del Ajolote del Altiplano en el Parque La Malinche, en Puebla.  

En Norteamérica, explica Diego, hay 33 especies de ajolote; en México hay 17 de esas 33; 16 de esas 17 son endémicas y 15 de esas 16 se encuentran en riesgo de extinción. La especie más conocida y popular es la del ajolote mexicano, que está en Xochimilco, “pero también hay otras especies en peligro crítico y hay que hacer algo”.  

Ese hacer algo lo reunió con Carolina Rivera, bióloga egresada de la Universidad de las Américas de Puebla, y Hugo Montalbán, estudiante de Ingeniería Industrial de la Ibero Puebla y en conjunto le dieron forma a este proyecto, que busca crear un programa de conservación que fortalezca las poblaciones silvestres del ajolote del Altiplano en el Parque Nacional La Malinche, de Puebla, mediante su reproducción bajo cuidado profesional, además de la creación del Santuario del Ajolote en Santa María Xonacatepec (también en Puebla), para fomentar la educación ambiental y rescatar de la extinción a esta especie. 

Para lograrlo, pretenden establecer un laboratorio en Villa Atl, Aldea Global de Desarrollo A.C., con sede en Puebla, donde tienen un espacio de 100 metros cuadrados; de esos, la idea es que la mitad sea para el laboratorio en el que estarán las peceras y donde se alimentará y estudiará a esta especie, y la otra mitad estaría destinada a un pequeño museo en el que los visitantes puedan ver directamente lo que se hace con los ajolotes y tal vez vender souvenirs, porque la idea es que, a largo plazo, el proyecto se mantenga solo.  

Actualmente, el equipo está en trámites con la Semarnat para obtener el permiso PIMVS (Predios e Instalaciones que Manejan Vida Silvestre); una vez que se cuente con él se recolectará la especie.  

“Lo que queremos hacer es, con tecnologías de la información geográfica y diversos programas, ver qué tan deteriorada está la población del ajolote, sacar pie de cría, es decir, un cierto número de especies para llevarlas al laboratorio y empezarlas a reproducir en las condiciones adecuadas y, una vez que ya estén listos, se liberarán. Estableceremos monitoreos anuales para ver el impacto que se tiene con el proyecto”, cuenta Diego.  

Además del trabajo con los ajolotes, una parte también esencial es el desarrollo de un programa de educación ambiental con las comunidades cercanas del Parque Nacional La Malinche, en el que las fronteras agrícolas han ido en aumento, y con ello el uso de pesticidas y plaguicidas. Cuando lleve, todos estos lixiviados terminan en los acuíferos, lo que afecta a esta y otras especies.  

“Los ajolotes, a pesar de que pueden respirar por sus branquias y por su piel, y que pueden regenerar cualquier parte de su cuerpo, son muy frágiles ante los cambios climáticos y reaccionan desfavorablemente ante la mala calidad del agua”, señala Diego.  

Este proyecto, que actualmente ocupa su tiempo y esfuerzo, no es el único orientado hacia la restauración ecológica en el que se ha involucrado.  

“Yo entré a la carrera porque en una conferencia que hubo en Casa ITESO Clavigero mencionaron el Bosque Escuela La Primavera y dije, ‘yo quiero eso’. Estuve un tiempo coordinándolo, hasta que se convirtió en un PAP. Mi tirada es meterme en donde sea que yo pueda ayudar”, dice. 

La conservación del ajolote es la trinchera desde la que lucha por la naturaleza. Desde nuestras muy particulares trincheras, ¿qué podemos hacer? 

“Todo tiene una huella hídrica y una huella de carbono, así que todo lo que hagas va a tener un impacto ambiental. Lo ideal es repensar la manera en que hacemos las cosas. Obviamente quienes tienen empresas o el poder político tienen que hacer su parte, pero podemos comenzar cambiando, primero, nosotros mismos, y luego concientizar a quienes nos rodean, finaliza Diego. 

Para tomar en cuenta 

El 43% de las especies de anfibios que hay en México están amenazadas, a pesar de ser el quinto país en riqueza de los mismos. Los anfibios son el grupo de vertebrados con mayor riesgo de extinción, pues se enfrentan a la destrucción de su hábitat, la contaminación y el avance de fronteras agrícolas.