Este año el ITESO ha coeditado con el Centro Educativo Tatuutsi Maxakwaxí un conjunto de libros que da cuenta del vasto universo educativo, artístico y social que florece en la sierra wixárika, donde la universidad participa en distintos proyectos interculturales en colaboración con sus comunidades.

Tres libros.

Este es el resultado más reciente del trabajo de casi 20 años que el ITESO ha emprendido en la sierra wixárika jalisciense codo a codo con las comunidades y autoridades de San Miguel Huaixtita, San Andrés Cohamiata, y Santa Catarina Cuexcomatitlán en Jalisco, Bancos de San Hipólito en Durango y Presidio de los Reyes en Nayarit.

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Allá, en la Sierra Madre Occidental, en la cima o en sus faldas, proyectos educativos, artísticos y sociales en forma de una escuela secundaria o un bachillerato, de los coloridos e icónicos bordados que acompañan sus vestimentas o de unas casas de la cultura cuya conceptualización y proceso de financiamiento ya está en marcha (con profesores y alumnos del ITESO involucrados), conforman el abanico de iniciativas que trabajan conjuntamente los wixáritari y la universidad.

Relacionados con ellos, este año el Programa Indígena Intercultural del ITESO publicó el siguiente trío de títulos: Wixáritari wakamixa. Indumentaria wixárika; Tatuutsi makakwaxí. Proyecto educativo comunitario wixárika, y Wixárika Xuiyaya. Bordado huichol.

En el primero participaron en su elaboración Sheila Díaz y Ariana Espinoza, egresadas de Diseño, mientras que el segundo recaba la experiencia de 20 años de trabajo comunitario y educativo entre el ITESO y los wixáritari.

Bordados que primero se han de soñar primero

San Miguel Huaixtita es la comunidad cuyos bordados, tradiciones y hospitalidad son la esencia de una obra única: Wixárika Xuiyaya. Bordado huichol, libro que plasma en su medio centenar de páginas el profundo significado cultural y estético que tienen los bordados para este pueblo indígena.

Fueron muchas las voces y manos que aportaron sus conocimientos y esfuerzos para que este ejemplar viera la luz. En su portada se despliega Kwixu Hutame Mamu’u, la portentosa águila bicéfala, símbolo de los dioses que vigilan y protegen a los wixáritari desde el cielo y que tiene “la capacidad de ver al mismo tiempo los cinco puntos cardinales: norte, sur oriente, poniente y centro”.

Alguien tenía que darle orden a esas voces, pensar en el diseño del libro, adentrarse en el significado del inmenso catálogo de bordados wixárika que pueblan las vestimentas de hombres, mujeres y niños, investigar por qué en aquella blusa está un venado o en aquella falda un peyote o de dónde surge esa explosión de colores presente en morrales, blusas o pañoletas.

Después de seis meses de vivir en dicha comunidad (de enero a junio de 2013), de impartir clases de arte y computación en su secundaria, de compartir deliciosas tortillas de colores y chilaquiles con sus habitantes y de su paso por el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Procesos educativos interculturales en la sierra huichola” –ligado al Programa Indígena Intercultural–, María José Pérez, egresada de Diseño, se encargó de dicha tarea.

“Bordar para los wixaritari es un acto de profundo amor y respeto; es depositar en cada puntada un poco del cariño que se ofrenda a la persona que usará la prenda”, dice uno de los libros

“Yo quería hacer algo relacionado con el diseño y entonces empecé a ver los bordados, la chaquira, los tejidos… trabajamos mucho con los maestros, con la comunidad y con los alumnos; es un proyecto de todos”, subraya «Majo».

Majo

Su adaptación a la comunidad fue paulatina. Al principio, la investigación no fluía y Majo decidió tomárselo con paciencia. Se dedicó a dar clases de computación y arte, bailó, pintó, recicló, elaboró máscaras y papalotes con los niños de la secundaria y los acompañó en la elaboración de un “Diario personal”.

“Es un proceso para que te quieran contar y se abran contigo. Allá tú eres la diferente, te sientes a veces como la intrusa; hay muchísima gente en la comunidad que sabe muchas cosas y tenías que ir y poco a poco para ganarte su confianza”.

La curiosidad de «Majo» y una inesperada amistad empezaron a cambiar las cosas.

Lorenza Martínez, una de las comuneras que colaboró en la producción del libro, junto con Apolonia de la Cruz, Agustín Salvador -maestros de la secundaria- y Alicia Salvador, invitó a comer a «Majo» y a Jacqueline Villa, responsables de la investigación y la fotografía de la obra. Unas tortillas de colores, unos chilaquiles –lo mejor que comió allá, recuerda con una sonrisa– y una buena charla rindieron frutos. La información empezó a fluir y, con ella, las ideas que cimentarían el libro.

“Pensé en hacer algo que mostrara cómo ha evolucionado su diseño, porque hay modas y cada cierto tiempo van cambiando. Quería saber, ¿cómo combinan colores, qué figuras hacían y hacen, qué significado tienen?”, explica la diseñadora, quien rápidamente se dio cuenta de que era urgente preservar el rico legado detrás de los bordados wixárika, el cual, por distintas razones, poco a poco se va perdiendo con el paso de los años.

“Por ejemplo les preguntaba: ‘¿Cuando quieres diseñar algo nuevo, cómo le haces, de dónde sacas las ideas para tus diseños?’ Las mujeres tenían muestras de sus trabajos anteriores algo deterioradas, así que había que rescatarlas, recuperar las muestras y que no se perdieran con el tiempo”.

También se percató de que este proyecto era una excelente oportunidad para comparar el proceso creativo wixárika con la metodología de los diseñadores occidentales.

“El arte es la forma de expresión con mayor aprecio dentro de la comunidad wixárika… Los bordados son un método de escritura en donde los ancestros y los dioses hablan”

“Acá [en el ITESO u otras universidades] te enseñan a bocetar muchísimo, te dicen ‘no te cases con la primera idea, sigue ciertas reglas para combinar carreras’, y ellos al contrario, porque me decían: ‘Primero lo sueño y de ahí lo paso a la realidad”, narra “Majo”.

Trajes de niños, mujeres y hombres, cinturones, sombreros y morrales navegan por el libro, analizados por sus creadoras, por los maestros del Centro Educativo Intercultural Tatuutsi Maxakwaxí y por los ancianos que atesoran y comparten el significado de los bordados.

“Yo me agarré de su cultura para diseñar el libro. No necesitas inventar nada, ahí está todo, todo está inspirado en ellos”, asegura la diseñadora, quien de paso quiso dejar a sus colegas una enseñanza.

“El libro les puede servir a los diseñadores para que abran la mente, porque hay combinaciones de colores que yo decía: ‘¡Cómo se atreven!’ Existen muchas otras formas de crear”.

Editado por el ITESO y el citado centro intercultural, las 50 copias del libro se dividen en apartados como: “Los wixáritari”, “Historia del bordado”, “Prendas y accesorios”, “´Ukari/Mujeres”, “´Ukitsi/Hombres”, “Semiótica del bordado” o “Prendas y accesorios”, de los cuales se desprenden reflexiones como la siguiente:

“El bordado es algo sumamente sagrado para los wixáritari, ya que a través de él recuerdan y alaban a sus dioses. Incluso, las historias de los abuelos narran cómo fue que a partir de la voluntad de los personajes divinos el pueblo obtiene el don para bordar o realizar cualquier otra forma de artesanía con el fin de halagarlos”.

Ninguno de los libros está a la venta, ya que su objetivo es fungir como material educativo para los distintos proyectos en la sierra, menciona Óscar Hernández, coordinador del Programa Indígena Intercultural.

Texto Enrique González Fotos Roberto Ornelas/Diseños cortesía de María José Pérez y el Programa Indígena Intercultural del ITESO

 

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