Las filtraciones de Wikileaks representaron un golpe a la credibilidad de la clase política norteamericana, y se sumaron a muchos otros factores que derivaron en la construcción y aceptación de personajes como Donald Trump, el presidente de Estados Unidos.


El pasado 11 de abril, la policía británica entró a la embajada de Ecuador en Londres para poner fin a una historia de siete años: el asilo de Julian Assange, el controvertido fundador de la plataforma Wikileaks (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-47895702). Un día antes, el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, le había solicitado que abandonara de forma voluntaria el inmueble, pues consideraba que ya no existían condiciones para seguir protegiéndolo. El hecho acaparó los principales encabezados de la prensa internacional e inmediatamente hubo una serie de reacciones al respecto.

El primero en condenar el hecho fue el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa quien acusó a Lenin de ser un traidor, al entregar a Assange a la justicia británica. Y es que siete años de reclusión voluntaria, habitando un par de salas de la sede diplomática, fueron la realidad de este prófugo de la justicia estadunidense, quien en 2012 solicitó asilo político en la embajada de Ecuador, al sentir que su vida corría peligro por la persecución que Estados Unidos había emprendido en su contra por considerarlo un “traidor”.

El gobierno norteamericano acusa a Assange por las filtraciones realizadas en 2010 en conjunto con la ex militar Chelsea Manning, en las que mostraron los horrores de la guerra en Irak y Afganistán, y que para Estados Unidos representaron un verdadero reto político.

Los diarios de guerra de Afganistán

La historia de este drama inició cuando en 2012 la plataforma Wikileaks hizo del dominio público más de 200 mil cables diplomáticos relativos a la intervención de Estados Unidos en Afganistán e Irak en los que se evidenció que el conflicto no tenía una salida y que la espiral de violencia generada por la ocupación estaba fuera de control. Pero quizá el elemento más poderoso de las filtraciones, fue el video conocido como “ataques colaterales” en el que se muestra cómo tropas estadounidenses acribillan a un grupo de civiles iraquíes, sin el menor remordimiento.

La información llegó a Assange a través de un joven militar que prestaba sus servicios como analista en Bagdag. Chelsea Manning de 22 años de edad, fue quien filtró la información, y por ello un tribunal militar en Estados Unidos la condenó en 2013 a 35 años de prisión, acusándola de alta traición por hacer pública información militar confidencial. Manninig, quien había sido absuelta de los cargos en 2016, actualmente se encuentra detenida por no prestarse a declarar en contra de Assange, pues argumenta, que las filtraciones las hizo por su propia voluntad, al conocer los horrores de la guerra de primera mano.

El impacto que tuvieron estas filtraciones en la prensa internacional, afectó gravemente la imagen internacional de Estados Unidos, pues se develó que la empresa militar en Irak había cobrado la vida de miles de civiles y, sobre todo, evidenció el trato inhumano de las tropas estadounidenses a la población civil iraquí. En 2016, Assange filtró una serie de correos electrónicos de funcionarios norteamericanos afiliados al partido demócrata, pero, sobre todo, una serie de e-mails de la ex candidata presidencial Hillary Clinton. Estas segundas filtraciones mermaron significativamente la campaña electoral, y dejaron ver la falta de controles de seguridad por parte de los políticos norteamericanos, quienes habían utilizado sus cuentas de correo personales para compartir información sensible.

La libertad de prensa en peligro

Estos hechos ponen en riesgo la libertad de prensa, valor fundamental en la construcción de sociedades democráticas, pues al condenar a Assange, se criminaliza la labor de los informantes, que en muchas ocasiones son la fuente de información para conocer hechos tan funestos como los crímenes de guerra.

En el caso de Assange, la persecución ha sido muy incisiva. En 2012, fue acusado de agresión sexual en Suecia, hecho por el cual había solicitado asilo en la embajada de Ecuador, pues consideraba que ese era solo el pretexto para que posteriormente Estados Unidos solicitara su extradición. Los cargos en Suecia fueron retirados hace unos años, pero la administración de Trump ya preparaba desde 2018 el expediente para solicitar su extradición a Reino Unido.

Definitivamente las filtraciones de Wikileaks representaron un golpe a la credibilidad de la clase política norteamericana, y se sumaron a muchos otros factores que derivaron en la construcción y aceptación de personajes como Donald Trump. En su tiempo, el presidente de Estados Unidos declaró que Wikileaks era una plataforma más confiable que la misma CIA, utilizando estas declaraciones para golpear al proyecto político Obama-Clinton, aunque ahora su postura frente a Assange es distinta.

Mientras, en Estados Unidos, el gobierno ha vuelto a aprehender a Manning para pedir su testimonio en contra de Assange. El argumento es que Manning fue presionada por Wikileaks para compartir esa información. Sin embargo, en las entrevistas que ha concedido la ex militar, ella siempre ha sostenido que compartió esa información, porque sintió el deber moral de levantar la voz para mostrar los estragos de la guerra. Es lamentable que ese valor para sacar a la luz la verdad de las cosas sea perseguido como un crimen de guerra, pero sobre todo es lamentable que los países cooperen para silenciar la verdad.