Luego de un cuarto de siglo trabajando en el ITESO, Jaime Morales Hernández se dice listo para una nueva etapa: el profesor se jubilará y abrirá la puerta a nuevos proyectos vinculados a la pasión de su vida: el campo y la agricultura.

Entre el edificio A y las cabañas del edificio Q hay una banca que los itesianos identifican como una zona de fumar pero que, para quien observa con detenimiento, es más que eso: se trata de la segunda oficina de Jaime Morales, a quien se puede ver con frecuencia  fumando  uno  de  los  Delicados  sin  filtro  que  consume desde hace 25 años, cuando llegó al ITESO por primera vez. La escena, cotidiana, dejará de serlo dentro de poco: el profesor está a las puertas de la jubilación y, aunque  continuará  con  algunas  actividades  vinculadas  a  la  Universidad,  cada  vez  será  más  difícil  topárselo  en  el campus.

Jaime Morales (Guadalajara, 1959) llegó al ITESO hace cinco lustros, procedente de la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, Nicaragua, casa de estudios confiada a la Compañía de Jesús. Allá realizaba trabajo con los agricultores nicaragüenses y, producto de esas labores, fue que recibió la invitación para incorporarse al Centro de Coordinación y Promoción Agropecuaria del ITESO. “Me pareció una buena opción. Después de todo el trabajo realizado allá, fue una buena oportunidad de regresar a mi tierra natal”, dice el ingeniero agrónomo egresado del Tec de Monterrey, que cuenta además con dos maestrías, una en Desarrollo rural y otra en Agroecología, así como un doctorado en la misma materia. Explica que, si bien toda su vida estuvo ligado a la Compañía de Jesús y realizó la educación básica en el Instituto de Ciencias, cursó los estudios superiores en el Tec porque el ITESO no contaba con la carrera que, desde pequeño, había decidido que sería su estilo de vida, la agronomía. “Desde chico me gustó el campo, la vida rural. Crecí frecuentando el rancho que mis abuelos tenían por Ajijic y nunca me imaginé trabajando en una oficina, usando corbata”.

La piel del rostro, de los brazos y el pecho dan cuenta de su amor por el campo: curtida por el sol, son testimonio de una vida dedicada a las jornadas al lado de los campesinos, de mujeres indígenas, de comunidades de personas que buscan mejorar su calidad de vida en un entorno adverso y que ha enfrentado condiciones difíciles desde hace muchos años. Por eso, no duda un segundo cuando se le pregunta por el estado del campo mexicano: “Está mal. El campo está muy abandonado. Siguen predominando la pobreza y ahora se han adicionado la violencia y el deterioro ambiental. Todo esto, sumado a la migración, ha dado como resultado un tejido social roto”.

Las respuestas de Jaime Morales son precisas. Habla rápido, con voz carrasposa e ideas claras. Dice que una de las virtudes del trabajo que realizan los jesuitas en el campo, y de la cual el ITESO no está exento, es propiciar el diálogo entre iguales con las comunidades de campesinos, contribuyendo así a que la gente recupere su dignidad y no se asuman como meros receptores o beneficiarios, sino constructores de proyectos conjuntos. Por eso, añade, la universidad es vista como “una institución seria, objetiva y comprometida”. Y este compromiso permea hasta sus estudiantes, muchos de ellos procedentes de ciudades pequeñas de Jalisco como Tepatitlán, Autlán, La Barca y otras comunidades rurales que están aquí para aprender y luego regresar a sus lugares de origen y poner al servicio de otros el conocimiento adquirido. También, añade, se generan vínculos entre la agricultura urbana y lo rural. Y es que, redondea, “la agricultura ecológica es una oportunidad para que la agricultura rural pueda crecer”.

La trayectoria de Jaime Morales incluye su trabajo como becario de la Fundación Brockmann, que el profesor califica como “un muy buen apoyo complementario, es un apoyo generoso”. En la actualidad Morales es integrante del comité de selección, y señala que siempre alienta a sus estudiantes a que busquen ese tipo de apoyos para empujar sus proyectos.

Al echar un vistazo rápido al tiempo, Morales se dice “agradecido con la vida porque he hecho lo que he querido”. Continuará visitando sus espacios favoritos del campus: el huerto ecológico y la “biblioteca espectacular”. Pero, sobre todo, podrá dedicarse al que es ahora su proyecto principal: la paternidad. “Muchos son padres desde jóvenes y no pueden dedicarse a los hijos por estar trabajando. Yo ahora voy a dedicarme de tiempo completo a mi primer hijo”, concluye.