El mal fue motivo de reflexión, meditación y gozo durante tres días en la Cátedra Jorge Manzano, que abrió sus actividades con la conferencia “El Mal como misterio, no como problema”, impartida por el académico del CUI, Elías González Gómez.
El mayor drama de la contemporaneidad respecto al mal no está en hacer el mal, sino hacer el bien y que de ello resulte el mal. El viejo refrán de «no hay mal que por bien no venga», podría completarse con la frase «ni bien que el mal no devenga’» Ante esto, podría concluirse entonces que el mal es un misterio.
Cavilando sobre la dicotomía bien-mal, sobre la paradoja del bien en el mundo posmoderno, o sobre los principios de la no violencia, fue que arrancó la segunda edición de la Cátedra Jorge Manzano –que en esta ocasión fue nombrada Ecos del Mal–, en la Black Box del edificio V del ITESO con la ponencia “El mal como misterio, no como problema”, impartida por el académico del Centro Universitario Ignaciano (CUI), Elías González Gómez.
“¿Qué implicaciones tiene acercarse al mal en tanto que misterio, a diferencia de hacerlo como si fuera un problema?”, cuestionó Gómez, para dar pie a una serie de meditaciones que tienen que ver con cuestionar las narrativas con los que solemos analizar el asunto.
El más evidente de estos es la oposición entre el bien y el mal, entendiendo esta relación como una lucha, en la que el bien deberá acabar con el mal en algún momento. Para González Gómez, este dualismo tajante divide la realidad no únicamente en términos morales, sino hasta cósmicos y metafísicos, es decir, la oscuridad como ausencia de luz.
Existe también la visión de que el bien y el mal no son más que dos caras de la misma moneda, y que cada una representa pulsiones, energías y dinámicas de la realidad necesarias, independientemente de cómo las interpretemos o experimentemos. Incluso, habrá formulaciones, dice el docente, donde hablar de mal, no hace sentido, porque lo que existe son males concretos, determinados, relativos a la experiencia de los sujetos, pero nunca como dimensión de la realidad.
“Si el mal es el contrapunto del bien, y ambos se encuentran en guerra constante, la única acción coherente sería combatirlo sin cuartel, sin en cambio, el mal es parte integral de la vida, combatirlo no sólo no tiene sentido, sino que puede ser hasta perjudicial, sería en dado caso más sabio afrontarlo con aceptación, la justa medida y la proporción”, expresó.
Otra perspectiva elocuente sería la que la no violencia tiene respecto al mal, ya que esta descubre que al mal no se le puede combatir con más mal, puesto que, en dado caso, incluso si alcanzáramos la victoria frente al mal que combatimos, el resultado que tendremos será necesariamente la producción de más mal.
No obstante, el drama más apremiante de nuestros días tiene que ver con esta obsesión por hacer el bien, casi de manual, y que, sin embargo, todo termina por irse al traste y cometemos más mal del que queríamos evitar. ¿Cómo funciona esta idea?, en términos de un juego de suma cero en el que lo que gana alguien, necesariamente lo pierde alguien más. Es decir, parecería que en esta sociedad no hay progreso en la vida de nadie, que no se sustente en el sufrimiento ajeno.
La decisión de casarse de alguien podría terminar rompiéndole el corazón a otra persona, cada vez que ocupamos un puesto laboral, es un detrimento de quienes no lo consiguieron, cada vez que podemos alimentarnos, miles de vidas tienen hambre. Esto cuestiona de sobremanera la visión que opone al bien contra el mal.
“Los males más difíciles de afrontar son aquellos provocados por acciones supuestamente buenas, o por lo menos realizadas en aras del bien. Con las mejores intenciones emprendemos proyectos que buscan generar algún bien a los demás, pero en el camino comenzamos a darnos cuenta de pequeños males que brotan poco a poco según avanzamos”, añadió.
“De concebir el mal como un problema, surge el mal de la ingeniería social”, argumenta. Esto porque el mal queda reducido a un asunto administrativo, de perfeccionamiento de los aparatos institucionales, problemas que podrán ser tarde o temprano superados. El ejemplo más claro es la idea de enfermedad, que desde la medicina moderna la concibe como un mal, un agente externo y patológico que algún día podrá ser eliminado gracias a los avances tecnológicos.
“La muerte es para la ciencia moderna el mayor de sus fracasos, un recordatorio constante de que no ha alcanzado su meta, la exaltación de su limitada noción de ser humano, por sobre todo límite. Esta carrera por la inmortalidad, surgida por las buenas intenciones de atender fenómenos concretos como epidemias o guerras, propios de los albores de la humanidad, requirió de una lucha por el control de lo real, llevado hasta extremo, al grado de desentenderse de los límites vitales, dentro de los cuales, había coexistido el humano”, dijo.
¿Qué hacer entonces frente a esta realidad? Para González Gómez, justamente el hecho de seguir experimentando el mal como un problema y seguir apresuradamente el impulso de buscar soluciones administrativas, públicas o tecnológicas, es la cuestión para debatir, y quizás sea una opción cambiar la mirada y tratar de acercarse al mal como un misterio.
“Queriendo hacer el bien multiplicamos el mal, precisamente por pensar que el mal, tiene alguna solución, y que, si no la encontramos, basta indagar más, hasta venir con la última invención, capaz de curar nuestras dolencias de cualquier tipo. Nada de esto tendría que inmovilizarnos ante los males concretos que padecemos y que algo podemos y debemos hacer ante esto, pero tal vez es verdad que el mal nos trasciende y que no es una batalla que podamos ganar. Probablemente sea nuestro afán de derrotar el mal el que continúa perpetuándolo, experimentar el mal como misterio y no como problema, podría ser el primer paso en el camino de abandonar la trayectoria autodestructiva que nuestra sociedad ha tomado”, concluyó.
«Una cátedra despeinada»
Aulas abiertas, danzas, conversatorios, talleres, diálogos, ceremonias, música, puestas en escena e incluso cine, serán parte durante tres días de las actividades de la Cátedra Jorge Manzano en esta su segunda celebración que, a decir de Resurrección Rodríguez Hernández, directora del Centro Universitario Ignaciano, entidad organizadora del evento, centra su actuar en la interespiritualidad.
“Esta es una cátedra un poquito alocada y despeinada, no solo va a haber ponencias, sino queremos que haya experiencias. Viene a fortalecer mucho la línea de trabajo de interespiritualidad. que tenemos en el CUI, que se decantará en acompañamientos específicos, en todas las personas con sus creencias, prácticas, para que puedan sentirse parte de esta comunidad”, declaró.
FOTO: Zyan André