Alumnos y académicos del ITESO colaboran en mejorar los esquemas de trabajo de familias en Zapotlanejo dedicadas a la maquila de ropa, con el impulso a la producción a través de una cooperativa.

Doña Refugio vive en Zapotlanejo. No necesitó volver a dejar a sus hijos solos en casa para irse a trabajar a una maquiladora. A pesar de algunas opiniones que no se lo recomendaban, hace dos años decidió formar parte de una cooperativa de manufactura de ropa que se gestó en el ITESO. Hoy, Doña Refugio trabaja en su casa y sueña con poder emplear a personas de la tercera edad.

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En dicho municipio de Jalisco lo habitual es conseguir trabajo en las maquiladoras que pagan entre cinco y siete pesos por camiseta; ahora, si deciden laborar desde casa, los trabajadores necesitan contemplar el costo de la energía eléctrica.

La fórmula no funcionaba para los habitantes de la comunidad de La Laja, y fue justo frente a este escenario cuando hace dos años se acercó al lugar el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Impulso a proyectos productivos en cooperativas”, coordinado por Silvia Partida, académica del Departamento del Hábitat y Desarrollo Humano (DHDU) del ITESO, el cual planteó un esquema de trabajo diferente que les permitiera a los interesados crear una cooperativa, dejar de laborar para otros y convertirse en dueños de su producción. Es decir, eliminar intermediarios.

En el proyecto participan alumnos de las licenciaturas de Diseño, Mercadotecnia, Arquitectura, Comercio y Negocios Globales, Ingeniería Industrial y Administración de Empresas y Emprendimiento del ITESO, quienes diseñaron la marca Somnus, bajo la cual se venden las prendas elaboradas por los cooperativistas.

Además, los acompañan en el proceso de formación, organización y consolidación de la cooperativa. Para ello, Silvia y los estudiantes van todas las semanas a La Laja a hacer inventario de material, llevarles nuevos patrones y sostener reuniones con especialistas en este esquema de trabajo, quienes les comparten casos de éxito y resuelven dudas.

Esto apenas es el comienzo

Aunque varios miembros de la cooperativa señalan que ya han sido beneficiados al recibir un mejor pago por su trabajo y poder acceder a créditos con los que pueden comprar mejores máquinas, no todo está resuelto.

Falta conseguir los recursos para construir una fábrica –diseñada por estudiantes de Arquitectura– con la que sería más eficiente el esquema de producción bajo el cual laboran hoy. Al no contar con un espacio común, cada uno de los 25 miembros de la cooperativa lo hace por separado. Esto, explica Silvia, ocasiona que se desperdicie tela y tiempo, además de que los lugares de trabajo son reducidos e inadecuados.

«Uno tiene que seguir un sueño… Yo lo estoy viendo realizado»

cooperativa

“Si todos [los integrantes de la cooperativa] están en un lugar físico se puede controlar mejor la calidad del trabajo y las condiciones de vida laboral. No pueden competir con las grandes empresas si no tienen buen cuidado de calidad y costos”, señala la profesora.

La fábrica se construiría en un terreno de mil 250 metros cuadrados en La Laja, el cual fue donado por el Ayuntamiento de Zapotlanejo. Contempla, entre otras cosas, una guardería y áreas verdes que permitirán a las mujeres trabajar y estar cerca de sus hijos.

Hasta el momento, la comercialización de la producción ha sido lo más difícil del proyecto, puesto que se compite con empresas que tienen alta tecnología, que pagan poco y que no dan las prestaciones de ley a sus trabajadores. La académica señala que ser proveedores de dichas empresas no es una buena opción, ya que les dejarían un margen de ganancia muy bajo.

Por ello se está pensando armar un esquema de comercialización como el de Rojo Canela (calzado y accesorios): vender en un mismo local la producción de varios fabricantes, de manera que estos compartan gastos y experiencias. Rojo Canela tiene ocho tiendas en Jalisco, Nayarit, Nuevo León o la Ciudad de México.

“El tema ya lo estamos trabajando con la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, con su presidente nacional, el licenciado Sergio López de la Cerda, para explorar la posibilidad de reunir a 20 fabricantes pequeños con un grupo de asesores para poder compartir gastos y ofrecer nuestros productos directo al consumidor final y poder competir con las grandes cadenas”, expone Silvia.

20 años de hacer ropa

El sueño de tener máquinas nuevas se cumplió; ahora doña Refugio quiere ayudar a otros dándoles un empleo donde ganen lo justo por su esfuerzo.

“Ahorita, si yo le ayudo a alguien a mí me dan 200 por día y si yo trabajo por mi cuenta gano mil, entonces es mucha diferencia y al pagarle a la gente lo que es justo les va bien a ellas y nos va bien a todos”.

En uno de los cuartos de su casa tiene sus viejas máquinas de coser junto a la que compró con un crédito de Fundación Lodela que obtuvo por medio de la cooperativa. Si lo hubiera pedido por su cuenta habría pagado el doble, comenta.

“No pueden competir con las grandes empresas si no tienen buen cuidado de calidad y costos”

“El otro día estaba viendo la etiqueta [Somnus] y es un orgullo para mí pertenecer a la cooperativa”, dice doña Refugio, una de las costureras que ha estado desde que arrancó el proyecto.

Ella ganó algo más que una máquina de coser, porque desde que está en la cooperativa su autoestima subió, a pesar de que al principio había personas que no le veían futuro.

“Empecé a ver que nosotros como personas valemos mucho… ¿Tiempo perdido? Aquí está mi máquina, no es tiempo perdido, y aunque no tuviera todo esto, todo lo que he aprendido de las personas y de todo eso…, más bien me he llenado de muchas cosas que antes no tenía. Ya sé poquito de mis derechos”.

Aprendizaje en equipo

Cuando José Francisco Nuño, cortador y presidente de la cooperativa, recuerda el inicio del proyecto, señala que ha cambiado la forma de organizarse y resolver problemas como equipo. “Hemos aprendido a tomar decisiones”.

El diálogo es otro de los aprendizajes que ha tenido María del Consuelo Velázquez, otra cooperativista. “Es algo que no sabía: ponerse de acuerdo con otras personas, es muy diferente a trabajar uno solo; eso me ha gustado, escuchar a los demás, escuchar sus puntos de vista y dar el mío”.

Otro de los beneficios personales que ha tenido José Francisco desde que está en la cooperativa es la beca que le otorgó el ITESO para estudiar un Diplomado en Gestión de Producción y Organización del Ramo Textil, además de que participó en el Startup Weekend ITESO, donde convivió con otros emprendedores enfrentados al reto de crear una empresa en 54 horas.

Doña Refugio mira al futuro y cree que la marca Somnus puede crecer al punto de que organizar un desfile de modas.

“Uno tiene que seguir un sueño. A lo mejor lo logras o a lo mejor no, pero yo lo estoy viendo realizado. Podemos hacer un desfile acá con unas muchachonas, todo en grande… Yo así lo veo”. Texto Judith Morán y Patricia Martínez Fotos y video Roberto Ornelas