El esfuerzo extraordinario de apagar el reciente incendio de La Primavera es solo el principio para, otra vez, comenzar con la restauración desde cero. Sandra Valdés y Pedro Alcocer explican la pérdida de los servicios ambientales del Bosque a la ciudad y advierten que la terrible afectación en el suelo del bosque no permitirá la filtración ni retención de agua, por lo que las viviendas y zonas habitacionales vinculadas al bosque sufrirán por inundaciones.
Abril inició con olor a quemado y la noticia que corrió rápido en redes sociales: el bosque La Primavera se quemaba otra vez. En esta ocasión, según los datos de las autoridades, se requirieron tres días, 554 brigadistas forestales y seis helicópteros para controlar el incendio.
Sandra Valdés, nueva coordinadora de la licenciatura en Arquitectura del ITESO y Pedro Alcocer, profesor del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano quienes desde hace varios años han estado al frente de diversos proyectos de conservación en el Bosque La Primavera, entre ellos la Asociación Civil Anillo Primavera, comparten las implicaciones que traerá el más reciente incendio para la ciudad y quienes vivimos en ella.
Con este incendio, advierte Pedro, “los servicios ambientales del bosque que nos ofrecen calidad de vida – aire fresco, calidad de aire, temperaturas bajas –se revierten y pueden convertirse en un riesgo para nuestra salud”.
Además de los riesgos más inmediatos como la contaminación por humo y partículas suspendidas o la ola de calor que ya sentimos, en la temporada de lluvias lo que sucederá es que el bosque, disminuirá sustantivamente su capacidad de absorción, pues esta se mina con el incendio, la tierra pierde su porosidad lo que provocará que el agua de lluvia escurra por la superficie. ¿El resultado? lo hemos visto año tras año: inundaciones con mucho lodazal en zonas de riesgo como Arroyo Seco, cerca del Fortín, Lomas de la Primavera o Paraísos del Colli, localidades donde también hay personas que están instaladas en terrenos irregulares, sin infraestructura básica, lo que las pone en situación de mucho riesgo.
La coordinadora de Arquitectura y especialista en La Primavera lamenta que “la zona donde ocurrió el incendio estaba en plena recuperación, ya que fue la misma que se incendió en el 2012, cuando se afectaron 8,000 hectáreas”, por lo que no podremos esperar una pronta recuperación de servicios ambientales.
Efectivamente, el 100 por ciento de la zona afectada en el reciente incendio se encuentra en el polígono de la zona incendiada en el 2012. En aquel entonces, se calculó que el bosque tardaría hasta 20 años en recuperar su estado previo al incendio, pero esta vez se pierde la recuperación de 10 años, lo que genera incertidumbre sobre el tiempo y la manera en que se recuperará el área afectada. Para Pedro, “el impacto más grave es que estamos quemando sobre quemado. Es una situación inédita”.
Según las imágenes detectadas por el Satélite Sentinel 2 el pasado 7 de abril, la superficie afectada directamente por el fuego es de 5.200 hectáreas, mientras que la superficie afectada por los puntos de calor, detectadas por las herramientas FIRMS y Copernicus de la NASA y la Unión Europea es de 7,200 hectáreas.
El bosque Interuniversitario
Apenas pocos días antes del incendio, el ITESO, la Univa, la UP, la Universidad Marista y Cástulo Romero Garibay firmaron un convenio de colaboración para trabajar de forma conjunta en la conservación de 410 hectáreas dentro del bosque. La zona del bosque interuniversitario no se vio afectada esta vez, pero ya se había incendiado en el 2019.
La intención de la integración de un proyecto interuniversitario es plantear o potenciar un modelo de conservación por encima de un modelo de aprovechamiento para esta zona de La Primavera, en el que se pueda generar un modelo diferente de conservación a partir de la generación de conocimiento, educación ambiental y la integración de las comunidades cercanas para generar un trabajo en comunidad y conservación.
“Hasta el momento, en La Primavera no se ha implementado un modelo de este tipo y tampoco se ha implementado en ninguna área natural protegida en nuestro país, entonces sería un modelo innovador para las áreas naturales protegidas y replicable”, indica Sandra Valdés.
“Mientras no exista una conciliación entre estas actividades y la actividad del bosque, este va a seguir recibiendo las presiones inmobiliarias de crecimiento de la ciudad, las que se generan a partir del desarrollo de Technology Park – al norte del bosque por la carretera a Nogales -, y las que se conlleva el crecimiento de los invernaderos para las berries en la zona sur”. Sandra Valdés, coordinadora de Arquitectura del ITESO.
Sin proyecto de restauración
En los 10 años que se llevan trabajando en el bosque desde el PAP Anillo Primavera, para ninguno de los incendios que han sucedido en ese lapso de tiempo se ha asignado desde el gobierno, es decir desde el presupuesto público, un proyecto de restauración ecológica a estas zonas, comenta Sandra.
«Las autoridades piensan que su trabajo termina cuando se apaga el incendio, pero en realidad el trabajo empieza apagando el incendio porque a partir de ahí es que se tiene que hacer un proyecto de restauración de suelos y un proyecto de restauración del ecosistema. Las consecuencias son palpables: en las zonas incendiadas se pierde suelo y cuando no tenemos el suelo, a la hora que viene la lluvia se pierde la capacidad de absorción del suelo y entonces esta agua va a correr y va a suceder lo que pasó en el 2019, por ejemplo, con la zona del Bulevar de Santa Anita, que se venían los escurrimientos de lluvia fuertísimos, de agua y lodo, que afectaron a viviendas y zonas habitacionales vinculadas al bosque”, explica.
Tampoco existe un proyecto integral de prevención de incendios que incluya la organización de las actividades recreativas que se realizan al interior del bosque en todas las temporadas, y que se hagan proyectos donde se integren las actividades que se realizan alrededor del bosque, las actividades de la ciudad que impactan directamente en el polígono inmediato afuera del bosque. Para Sandra, “si logramos organizar esas actividades en función de la fragilidad ambiental del bosque podríamos comenzar a pensar que estamos resguardándolo a mediado y a largo plazo, pero mientras no exista una conciliación entre estas actividades y la actividad del bosque, este va a seguir recibiendo las presiones inmobiliarias de crecimiento de la ciudad, las que se generan a partir del desarrollo de Technology Park – al norte del bosque por la carretera a Nogales -, y las que se conlleva el crecimiento de los invernaderos para las berries en la zona sur”.
Esto impacta no solamente en el polígono interior del bosque, aclara Sandra, también los corredores biológicos que están hacia afuera del bosque y que conectan la fauna y la flora del bosque con la Barranca de Huentitán, con el lago de Chapala en la zona de Cerro Viejo y Chupinaya, y con el volcán de Tequila y toda la zona del paisaje agavero.
Sandra explica que el modelo que se ha seguido para la preservación en los últimos años ha partido de plantear el aprovechamiento de las áreas naturales como un principio de conservación. Pero a lo largo del tiempo se ha demostrado que este principio de aprovechamiento no ha logrado conservar lo suficiente las áreas naturales y tiene al planeta en la situación ambiental tan preocupante que vivimos actualmente.
En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro se propuso el principio precautorio, que indica que, si no se puede demostrar que un proyecto sirve para conservar, debe detenerse. “Este principio surge principalmente en apoyo a las comunidades que no pueden aportar elementos técnicos o científicos para la conservación de sus áreas naturales y que se vuelven susceptibles de explotación por parte de las grandes empresas”, dice Sandra, y añade que este mismo principio lo retoma el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, en donde se propone este principio precautorio como un paradigma a tomar en cuenta en la conservación de la naturaleza y de la casa común.
¿Cómo podemos contribuir al cuidado del bosque?
Tanto Sandra como Pedro coinciden en que se deben fortalecer las líneas de conocimiento e información hacia la sociedad para que ésta se sensibilice de la situación del bosque no solo cuando ocurren siniestros como el de principios de abril.
“Ante la pregunta ‘¿qué puedo hacer yo por el bosque?’, que nos ha costado mucho trabajo responder, desde el PAP Anillo Primavera estamos planteando un proyecto que se llama microbosques comunitarios, es decir, tú en tu comunidad, en tu fraccionamiento, incluso en el patio de tu casa, en tu escuela, puedes plantar un microbosque, que es de alguna forma una réplica de algunas especies nativas del bosque con el fin de apoyar a las especies polinizadoras y aves, así como para la reproducción de especies mismas del bosque”, dice Pedro.
Proyectos como este se desarrollan en el PAP de Anillo Primavera, si te interesa la conservación del bosque con una visión integral, Sandra y Pedro te invitan a sumarte. Entérate de las últimas noticias en sus redes: