Vanessa busca desde 2016 a su hija María Fernanda, como ella, miles de familias luchan por los derechos de quienes no están ni vivos, ni muertos.

POR BRENDA SÁNCHEZ NÚÑEZ Y GABRIEL TRUJILLO GIL

ESTUDIANTES DE LA LICENCIATURA EN PERIODISMO Y COMUNICACIÓN PÚBLICA

María Fernanda (Mafer) Azpeitia Amador tenía 22 años cuando desapareció, hace un año y ocho meses. Fue en 2016, durante el tercero de los seis años que Aristóteles Sandoval Díaz ha ejercido como titular del Gobierno de Jalisco, en lo que ya es oficialmente la administración con la mayor cantidad de desapariciones en la historia del estado: van más de cinco mil casos de personas desaparecidas, muchas de ellas jóvenes, como Mafer.

La noche del viernes 26 de agosto de 2016, María Fernanda aceptó salir con su ex cuñada, Yannet Gutiérrez, después de que ésta le insistiera para que se encontraran. Fueron a un bar y después a casa de Yannet; Mafer pasó allí la noche por miedo a regresar sola a su casa, a donde planeaba volver al día siguiente. El sábado 27 de agosto, por la mañana, María Fernanda se comunicó con su madre, Vanessa Claudia Amador. Le dijo que su ex pareja, Amadeo Gutiérrez, había llegado a la casa donde estaba y que ella pronto se regresaría a la suya. De pronto se escuchó un forcejeo y se cortó la comunicación. Desde aquel momento, cada vez que Vanessa marcó al celular de su hija, siempre entró a buzón. Nadie sabe su paradero.

Un día después de la desaparición de Mafer, Vanessa fue a la Fiscalía General del Estado a levantar una denuncia. Ahí descubrió uno de los motivos por los cuales Jalisco es uno de los estados con más desaparecidos en México, no existen mecanismos eficientes para actuar ante la desaparición de una persona. Esa misma tarde, el caso de su hija fue remitido a la Unidad de Homicidios Dolosos por el presunto vínculo de Amadeo Gutiérrez, ex pareja de Mafer, con el crimen organizado. Vanessa continuó presentándose en la Fiscalía día tras día durante los seis meses posteriores a la denuncia y hoy, a casi dos años de la desaparición de Mafer, sigue yendo cada tercer día.

Desde aquel sábado de agosto, la vida de Vanessa ha cambiado radicalmente. Frente a la ausencia de Mafer, tuvo que cerrar su negocio, vender su carro, esconder a sus otras dos hijas durante los primeros meses posteriores a la desaparición y comenzar a enfrentarse a amenazas telefónicas. Amadeo Gutiérrez sigue prófugo.

Vanessa no soporta las salidas nocturnas ni las reuniones con amigos. Para ella, divertirse ya no tiene sentido. Una hora en una fiesta le parece eterna y tediosa. Su memoria ha empezado a fallar, ya no recuerda con tanta facilidad las cosas como antes. Además, ha tenido que hacerse cargo de su nieta de cuatro años, hija de Mafer.

Buscar a nuestros desaparecidos

En México tener a un familiar desaparecido significa encargarse de todo el trabajo que las autoridades simplemente omiten: crear mecanismos inexistentes, investigar, rastrear, presionar, hacer todo lo que haga falta para encontrarlos. Las personas que sufren por la desaparición de sus familiares se vuelven expertas en su búsqueda. Vanessa, como muchas de las familias de desaparecidos, tiene esto claro.

Desde que busca a Mafer se ha encontrado con extorsionadores que quieren hacerle creer que saben dónde está su hija con el fin de quitarle dinero, incluso con abogados que le cobran miles de pesos para buscar a María Fernanda con la condición de llegar hasta donde se lo permitan los grupos delictivos. Los investigadores privados tampoco han sido una alternativa para ella. La mayoría busca aprovecharse del dolor y la vulnerabilidad de quienes no encuentran a un familiar.

A consecuencia de esto, ha trabajado de la mano de la Unidad de Homicidios de la Fiscalía de Jalisco, la cual había estado al mando de Néstor Saldaña hasta hace cinco meses, y quien, desde la opinión de Vanessa, había sido cercano con el caso de su hija. Con el cambio de mando de la unidad, Vanessa ha sufrido la indiferencia de los nuevos funcionarios públicos, quienes no presentan avances y no le explican de forma clara en qué estado se encuentra la investigación. A ella, como a otras madres, los agentes del Ministerio Público las culpan de la situación en la que se encuentran sus hijos, responsabilizándolas de haber descuidado de ellos.

Nos faltan a todos

Antes de que Mafer desapareciera, Vanessa sabía que en México había miles de personas que buscan a sus familiares. Veía las fichas de búsqueda en las redes sociales y de vez en cuando las compartía. “Cuando a mí me tocó yo solo decía: ‘No puede ser’”. No comprendió la magnitud del problema hasta ese fin de semana de 2016, cuando desaparecieron a María Fernanda.

Desde su experiencia, como madre que busca, Vanessa considera que es esencial entender que cualquier persona puede ser desaparecida. “Es importante cuidarte, cuidar a tu compañero, cuidar a tus amigos, cuidarse entre todos. Es importante saber de quién nos rodeamos”. También recomienda que los ciudadanos compartan las fichas de desaparecidos en redes sociales y se aseguren de que no se trate de personas que ya han sido encontradas.

En México hay registro de 34 mil 268 personas desaparecidas, de las cuales 43 por ciento tienen entre 14 y 29 años; es decir, 4 de cada 10 personas desaparecidas son jóvenes. Según datos estadísticos de la Fiscalía de Jalisco, en la entidad hay 5 mil 547 personas desaparecidas y la cantidad de casos sigue ascendiendo.

Mientras las estadísticas se mueven, Vanessa y miles de familias luchan por encontrar a sus seres queridos y para que no se desaparezca a más personas. Luchan por los derechos de quienes no están ni vivos ni muertos: los que han sido desaparecidos.