Para Eduardo Quijano, profesor del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, el cine es un instrumento educativo, no en el sentido escolar, sino en el reconocimiento de la condición humana.
El periodista del New York Times David Carr solía decir sobre el cine que, cuando las personas se sienten inseguras sobre el mundo, les gusta sentarse en la oscuridad frente a una pantalla, tomándose de las manos frente a lo incierto.
Ir al cine, señalo Eduardo Quijano, profesor del Departamento de Estudios Socioculturales, tiene ese efecto. “Se apagan las luces y encienden la pantalla. Y estoy convencido de que cada espectador en todas las ocasiones se dispone a vivir lo que cree que será una experiencia única”, explicó el crítico de cine.
“Ver una película supone adentrarse en sensaciones y sentimientos que no habíamos logrado concebir, para desatarnos de las cadenas de la realidad y perdernos en lo utópico, lo onírico”.
La Oficina de Egresados ITESO convocó el jueves 1 de marzo a la conferencia “60 años ITESO: El cine que nos ha educado”, en la que el profesor desmenuzó el séptimo arte, pero también la relación de los seres humanos con él. Cómo el cine es un instrumento educativo, no en el sentido escolar, sino en el reconocimiento de la condición humana, a través de historias que provocan cuestionamientos y conversaciones.
El cine, expresó, tiene la cualidad de darnos una desconexión placentera, tanto como aproximarnos al dolor real del mundo. Son materiales de educación emocional; un medio que sirve para desmontar o crear mitos y prejuicios. “Ojalá también fuera para fomentar el espíritu crítico de espectadores”.
“También sirve para formar parte de ella (película). Ese grado de involucramiento le llamamos gusto. Si nos gustó una película es porque nos fusionamos con ella y nosotros somos la misma cosa”.
Salir de ese trance supone una desconexión fuerte, explicó. “Como recién despertados, debemos transitar de una realidad a otra, con la sensación de seguir cruzando la frontera”.