Con el Miércoles de Ceniza inician los 40 días en los que la liturgia cristiana invita a reconocer lo esencial de la vida.

«La Cuaresma es el tiempo para cambiar de rumbo, para reaccionar ante el mal y la miseria”. Con este mensaje, el Papa Francisco invita a quienes creemos en la fe católica a comenzar el primer día de una cuarentena que culmina con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, hijo de Dios. Esperar es una constante entre la cristiandad; “la Iglesia Católica tiene tres espacios tradicionalmente preparativos para fiestas grandes que implican una alegría de encontrarnos con la plenitud de lo humano del proyecto de Dios para nosotros”, explica Alexander Zatyrka, SJ, profesor del Departamento de Filosofía y Humanidades.

Estos tiempos son el Adviento previo a la Navidad, la Cuaresma antes de la Pascua, y la Dormición de la Virgen María, para su Asunción; esta última, explica Zatyrka, es celebrada en la Iglesia Ortodoxa, mientras que se ha desdibujado en la Iglesia Latina.

“La Cuaresma es una preparación para una plenitud, y eso implica un proceso, un tiempo para hacer un alto y caer en cuenta de que quizá no estoy viviendo esa plenitud de lo humano. Ese es el sentido: haz un alto. Deja de andar correteando la vida y las cosas. Pon entre paréntesis todas tus referencias de felicidad y plenitud, y este alto implicará preguntarte, ‘¿qué es lo que verdaderamente me hace feliz?’”

Tradicionalmente, la Cuaresma se vive con sacrificios, estos tienen que ver con renuncias a cierta comida o placerles terrenales.

Alexander Zatyrka, SJ, cuenta que sus abuelos ucranianos, durante los 40 días previos a la Pascua, no comían ni carne ni bebidas alcohólicas; los fieles más estrictos, solían privarse también de lácteos, huevo y aceite.

¿Qué hay detrás de ello? No un afán de infringirse dolor, sino caer en la cuenta de que el bombardeo grande y consumista de las cosas nos lleva a dejar de apreciar lo verdaderamente importante de la vida, que es el amor, el estar unos para otros y acompañarnos, reflexiona el sacerdote.

“A veces, hacer un paréntesis de todo lo que nos tiene distraídos permite entrar profundamente en nosotros y descubrir que somos eso que nos colocamos en la frente cada inicio de la Cuaresma: ceniza”.

“Lo que subraya el símbolo de la ceniza es: si tu vida no se llena de amor, corres el riesgo de solo ser ceniza que pasó por este mundo y volvió a ceniza. Qué de plus hay en tu vida, de presencias, de entregas, de amor, de cariño… y tenemos todo este tiempo, a partir del Miércoles de Ceniza, para meditar eso”.

Estos tiempos de preparación terminan en una gran fiesta. Con esa preparación antes de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que puede traducirse en pequeños sacrificios, es posible experimentar ese cariño y felicidad de una forma potenciada por la carencia y la ausencia.

“Hacer un alto, prescindir de muchas cosas que yo creo que son importantes, es útil para entender que soy más que ello; más que la comida y los lujos que dejé; sin distracciones, trato de entender qué es ese más que soy”.

Auténtica conversión, explica Zatyrka, es cambio de dirección. “Moverme en una dirección distinta a la que había estado siguiendo. Sobre todo, cuando la vida nos muestra que las direcciones anteriores no nos dan la felicidad que anhelamos; a eso se refiere el Papa Francisco con su mensaje de cambiar de rumbo”.

“Estos son tiempos de reflexión. En nuestra tradición se ha subrayado mucho sufrir, sufrir, sufrir. No es sufrir: suelta las cosas que crees que nos importantes para encontrar las que realmente lo son. Si yo suelto estas muletas y mi vida se hace más simple, ahí a veces puedo descubrir lo verdaderamente importante”.

También es oportunidad para compartirlo. El sacrificio adquiere un sentido distinto si, en lugar de quedarse en privación, se comparte con los demás, sobre todo con aquellos más desfavorecidos. No es guardar ayuno: es compartir los alimentos. No es privarse de asuntos o experiencias placenteras efímeras: es usar ese tiempo para acercarte a quienes están más lejos de ti.

“El problema de estas pedagogías y didácticas para hacernos humanos es que se convierten en ideologías. Tengo un cargo de conciencia y creo que si voy y me echan la ceniza y cumplí. Pero no hago nada que se traduzca en un cambio de vida. Es un absurdo, sinsentido, se vuelve una ideología que perpetua el sistema que impide que salgamos de esa visión egoísta y egocéntrica”.

Hacer un alto es tomar conciencia de los rituales. Seguirlos, pero con un sentido distinto. Zatyrka lo equipara con rituales sencillos que gustamos, como la asistencia a un concierto.

“Si tú quieres vivir a profundidad ese concierto porque te encanta, toda la liturgia del teatro y los elementos que te ayudan a meterte tiene un sentido; desde el vestíbulo en el que esperas a que abran la sala, la toma de tu lugar y el programa, la tercera llamada y el cambio de luces, para que a eso a lo que vas lo puedas vivir a plenitud”.

Las distintas Cuaresmas en la tradición católica preparan para fiestas de la plenitud de lo humano. El nacimiento del hijo de Dios transmite la bendición que implica tener una condición humana, como Dios la asume; en el caso de la Cuaresma para la Pascua, es la preparación para vivir cuando Jesús entrega esta vida humana en la cruz.

“San Pablo dice en sus cartas que Jesús crucificado es un absurdo para los filósofos. La cruz por sí misma es toparse con una pared de sinsentido, y la mayoría de las personas no pueden ver más allá de ella. Necesitas actitud interior para atravesar ese muro hecho de toda la suma del egoísmo, egocentrismo, violencia… la cruz es el pararrayos de todo lo deshumanizante. Qué diferencia es asumirla con amor; no ver una foto de una persona torturada, sino que está amando, asumiéndolo para aligerártelo a ti”.

Eso hace Jesús, dice, y eso es el centro de la fe cristiana. Creer que la plenitud humana y salvación no se paga siendo una buena persona o haciendo méritos, siguiendo leyes y observancias solo por ganar una salvación eterna. Es amor gratis, afirma Zatyrka.

“No es el pago a nadie, esa es una absoluta distorsión de la fe cristiana. Dios asume el dolor de lo humano para aligerárnoslo por amor. Para superar eso y atravesar esta pared de incomprensión tienes 40 días de reflexión, para poderlo ver como un acto de amor. Del otro lado de la pared está el Dios que es amor infinito”.