El pasado lunes las y los integrantes de la comunidad universitaria se volcaron a las actividades de la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia, convocada por las universidades del SUJ en México con el objetivo de proyectar soluciones que permitan avanzar hacia la pacificación del país
Escuchando a quienes buscan día con día transformar la realidad que aqueja al país, respondiendo preguntas sobre la paz, escribiendo para el relato colectivo, dibujando un compromiso de paz en retazos de tela o el rostro de alguna persona desaparecida, participando en mesas de trabajo que guiaban a la reflexión o deteniéndose durante tres minutos para internalizar la urgente necesidad de construir una realidad más pacífica, quienes integran la comunidad universitaria se sumaron a esta jornada.
«Nosotros le apostamos a la memoria»: Javier «Pato» Ávila, SJ
Hace casi 31 años Araceli Salcedo dio a luz a una pequeña que describe como una «niña china como un borreguito». La alegría con la que lo cuenta contrasta con el horror de su historia: en septiembre de 2012 Rubí, la hija de Araceli que entonces tenía 21 años, desapareció. Y su madre comenzó su búsqueda, una labor que no ha parado ni un solo día desde hace casi diez años. Araceli Salcedo es de Chihuahua, vivía en Veracruz cuando tuvo lugar la desaparición de Rubí y estuvo presente en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, para contar su historia en el Foro Magis ITESO, que formó parte de la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia en México, organizada por el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) para reflexionar sobre la crisis de violencia e inseguridad que aqueja al país y también sobre la urgencia de buscar soluciones para salir de ella
Desde el concepto de «experiencia fundante» propio de la espiritualidad ignaciana, Zatyrka compartió con las y los asistentes en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, —y con quienes siguieron la transmisión en línea desde las otras universidades del SUJ—, dos experiencias determinantes en su vida: la primera cuando, al terminar su trabajo como catequista en Cuquío, Jalisco, un pequeño que sufría bullying se acercó a él no para despedirse, sino para decirle: «¿Por qué no me defendiste?». Esto dio pie para que el Rector señalara que «construir la paz no significa llevar la fiesta en paz, no podemos mantenernos al margen sólo para no crear conflictos».
La segunda experiencia que compartió estuvo relacionada con la renuencia de su madre a que siguiera su vocación jesuita. Un día, dijo Zatyrka, cuando regresó de su trabajo en Bachajón, Chiapas, le contó a su madre el trabajo que realizaba. Ella le dijo: «Estás enamorado, te brillan los ojos, te cambia la voz cuando hablas de eso. Te doy mi bendición para que seas jesuita». A partir de esta anécdota el Rector dijo que «no podemos construir la paz si no estamos enamorados de México. Y para esto hay que conocer a la patria desde el corazón, acercarnos a su gente, a su riqueza».
Después del Rector subió al escenario Dianna Montoya Eligio, egresada wixárika de la Maestría en Derechos Humanos y Paz del ITESO, quien trabaja en la defensa de los derechos humanos de los pueblos originarios. Señaló que una de las batallas más importantes que libran los pueblos indígenas de Jalisco, y del país en general, es por el reconocimiento de sus derechos como personas y sus derechos como pueblos —derecho a la identidad, a la tierra, a la autodeterminación—. «No podemos construir la paz si no comprendemos y reconocemos al otro. Los pueblos originarios han padecido históricamente la desigualdad y la discriminación». Montoya Eligio señaló que los indígenas no sólo son víctimas, sino que en ocasiones también afectan los derechos humanos de otras comunidades, por lo que, añadió, «no podemos aspirar a la paz sin primero conocer dónde estamos. A todos nos toca reflexionar qué estamos haciendo desde nuestras trincheras».
La tercera intervención corrió por cuenta de Ernesto López Portillo, quien llegó al ITESO procedente de la Universidad Iberoamericana (Ibero) Ciudad de México para compartir la creación del Observatorio para la Incidencia a Favor de la Justicia con Paz y Reconciliación, iniciativa surgida desde el sector Educación de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. El observatorio, dijo el académico, «es un esfuerzo por traducir una realidad compleja, cambiante, dinámica que muchas veces no logramos entender». En ese sentido, agregó, el principal reto del observatorio será encontrar maneras de conectar con los adolescentes y los jóvenes, que muchas veces se preguntan qué está pasando en el país y no encuentran respuestas. «Si no entendemos lo que está pasando, difícilmente podremos hacer lo necesario para cambiarlo», dijo López Portillo, quien señaló que no es posible trabajar y construir con las y los jóvenes sin escucharlos.
El siguiente turno correspondió a Araceli Salcedo, quien señaló que el asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Montes en Chihuahua es «un signo de cómo nos hemos perdido como sociedad. Los asesinaron por hacer lo que tanto necesitamos: apoyar a quien requiere ayuda». La madre de Rubí dijo que quienes buscan a sus familiares desaparecidos enfrentan todos los días la deshumanización de quienes se llevaron a sus seres queridos, pero también de una sociedad que les estigmatiza y que por su falta de empatía no trabaja en unidad. «Hoy más que nunca estamos llamados a la unidad para lograr la paz que nos deben y que necesitamos», dijo.
Araceli Salcedo compartió el trabajo que se realiza desde el colectivo veracruzano Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, que ha localizado casi ochenta cuerpos en fosas clandestinas —«alguien lo tenía que hacer», subrayó— y llamó a los asistentes a no dejar que sus historias se pierdan. «Los invito a que cada uno de ustedes sean la voz de Rubí, la voz de cada desaparecido, porque nuestros hijos merecen ser recordados, merecen regresar a casa», dijo y remató diciendo que «la búsqueda de un hijo no termina y una madre nunca olvida».
Elizabeth Dalziel y Alejandra Xanic, fotoperiodista y periodista, respectivamente, son dos egresadas de Ciencias de la Comunicación del ITESO que llegaron al Foro Magis para contar cuál es, desde su perspectiva, la importancia del periodismo en la situación que vive el país. «Nos toca tratar de hacer que la gente, en lugar de escapar de la realidad viendo reels de gatitos, pueda ver lo que está ocurriendo en nuestro tiempo», dijo Xanic, quien puso como ejemplo el caso de la masacre de Allende, Coahuila, ocurrida en 2011 y que, tras un somero registro en 2011, no fue documentada hasta 2017, luego de una investigación periodística. La ganadora del premio Pulitzer apuntó que «documentar la realidad se está volviendo más complicado» por la precariedad laboral y el clima de inseguridad que también ha golpeado a los periodistas, pero reiteró la importancia de romper las zonas de silencio y los vacíos de información. Por su parte, Elizabeth Dalziel resaltó la importancia de ponerles rostro a las historias y buscar la forma de que contar dichas historias «nos haga ver que todos somos parte de la realidad de nuestra comunidad».
El encargado de cerrar el Foro Magis fue Javier Ávila, jesuita también conocido como «El Pato». Al igual que los jesuitas asesinados, él también trabaja en la sierra Tarahumara, por lo que afirma de manera contundente que «lo que ocurre ahora en la sierra ha ocurrido siempre, sólo que ahora es más descarado». Señaló que la relativa paz que vivía la región se rompió luego de una matanza en Creel, Chihuahua, ocurrida en 2008 y que, a partir de eso, el rumbo se perdió muy rápido. Dijo que los jesuitas no son los primeros muertos, ni los primeros sacerdotes, e hizo votos para que «los reflectores no se queden en Javier, en Joaquín y en Pedro, sino que iluminen a todos los muertos, que iluminen todo lo que está pasando».
«El Pato» Ávila resaltó que, frente a un sistema que apuesta por el olvido, «nosotros le apostamos a la memoria», y fue enfático al sentenciar que los jesuitas no van a abandonar su trabajo en la sierra, al tiempo que hizo un llamado al diálogo y a sumar iniciativas. «Una persona no lo sabe todo, pero todos sabemos todo; uno solo no puede, todos podemos», afirmó el jesuita, y reiteró la exigencia de revisar la estrategia de seguridad porque no hay resultados. Y remató con la frase que dijo recién ocurrido el asesinato de sus compañeros jesuitas: «Los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos».
Diálogos por la paz
Entre las 13:00 y las 14:00 horas se llevaron a cabo diversas mesas de trabajo en torno a preguntas centrales para la búsqueda de justicia y paz en México.
Expresiones de paz
De las 11:00 a las 18:00 horas, en la Calzada Scheifler se instaló un mosaico colectivo de respuestas a preguntas acerca de la recuperación de la paz en México.
Relato colectivo y retazos por la paz
De las 10:00 a las 16:00 horas, en la cafetería central, la Galería Jardín y afuera del auditorio D se armó un relato colectivo cuyo texto resultante se leyó al terminar la actividad de Retazos por la paz, en la cual de las 13:00 a las 16:00 horas la comunidad universitaria pudo dibujar o escribir su compromiso de paz y lo unió a otros en una manta que se expuso en el cubo del edificio
Pausa ignaciana por la paz
Durante dos momentos del día, a las 9:15 y a las 18:15 horas, en el campus se escuchó un sonido de campanas que fue la invitación a iniciar una pausa por tres minutos, como un momento de reflexión que brindó la oportunidad de internalizar y discernir, en este caso, la urgente necesidad de construir una realidad más pacífica.
Rostros por la paz
A la explanada del edificio W asomaron 400 rostros de dolor e indignación por la violencia y la injusticia, pero también de mucha esperanza. Esta actividad, realizada por las y los estudiantes de Prepa ITESO, consistió en dibujar el rostro de algún desaparecido o desaparecida, además de enviarle una carta a sus familias.