Este miércoles 6 de noviembre, Día del ITESO, conmemoramos que nuestra universidad es una institución con reconocimiento oficial en sus estudios de pre y posgrado en México. El reconocimiento oficial se obtuvo el 11 de noviembre de 1968 después de varias batallas encabezadas por el jesuita Jorge Villalobos Padilla, SJ.

¿Lo notaste alguna vez? La biblioteca del ITESO tiene nombre, el de un tipo que no la tuvo fácil casi nunca. Fue  adolescente católico en la Guerra Cristera, seminarista durante la Segunda Guerra Mundial,  asistente de un Premio Nobel, vicerrector del ITESO cuando no se sabía si el ITESO iba a vivir más de cinco años y promotor incansable del reconocimiento oficial que la universidad obtuvo en noviembre de 1968, el año que el gobierno de México se volcó contra los universitarios… “Estamos preparados para todo”, se le oía decir al jesuita  Jorge  Villalobos  Padilla,  SJ  (1914-1972). Sí: a nuestra biblioteca la bautizaron en su honor.

Nació en 1914, en Encarnación de Díaz, un municipio de Los Altos de Jalisco. En 1926 llegó a la secundaria del Instituto de Ciencias. Era el comienzo de la Guerra Cristera, los actos religiosos ocurrían en secreto y el Gobierno Federal perseguía a los que no eran discretos en la manifestación de sus creencias.

Por estas razones, Jorge Villalobos hizo el noviciado de la Compañía de Jesús en Ysleta College, cerca del El Paso, Texas, junto con un grupo de tapatíos entre los que estaba Luis Hernández Prieto, de quien se hizo amigo y con quien muchos años después compartió la aventura que todavía hoy te tiene leyendo este texto: la fundación del ITESO.

En los años 40 del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial vomitaba violencia y muerte sobre varios países del mundo. Justo unas semanas después del término del conflicto armado, en Indiana, Estados Unidos, a Jorge Villalobos lo ordenaron sacerdote jesuita.

No se conformó con eso. Parece que Jorge Villalobos, SJ, no se conformaba. Durante su vida como estudiante había sido un apasionado de la física y las matemáticas, por lo cual decidió hacer un posgrado en ciencias en The Fordham University, la universidad jesuita de Nueva York. Allá trabajó en experimentos bajo la dirección de Victor Franz Hess, el hombre que había recibido el Nobel de Física en 1936 por el descubrimiento de la radiación cósmica

A principios de los años 50 trasladaron a Jorge Villalobos, SJ, a la Ciudad de México, a una institución que hoy se llama Universidad Iberoamericana. Ahí fundó la Escuela de Ingeniería y a finales de ese decenio, llegó a Guadalajara para dar clases de física, en el Instituto de Ciencias, donde había sido estudiante. “Imposible olvidar su hosca, fuerte e imponente figura, a la par del hilillo, y a veces chorro de sudor que corría por su mejilla, con el que captábamos el esfuerzo y la tensión puestos en el proceso de sembrar ciencia, en medio de bullicio insoportable que eran nuestros celebros juveniles”, escribió uno de sus alumnos de la preparatoria, Miguel Bazdresch-Parada, profesor emérito del ITESO y hoy coordinador de Innovación, Desarrollo y Experimentación Académica de esta Casa de Estudios.

En realidad, su reto era mucho mayor que educar adolescentes. En 1958, fue el primer jesuita con un cargo en el ITESO, nada menos que el de vicerrector.

“Era vicerrector con funciones de rector, sin una relación formalizada entre la Compañía de Jesús y el ITESO, a cargo de una obra sin un campus definido; sin biblioteca, sin fondos […], sin reconocimiento oficial y con un ambiente violentamente adverso entre ciertos sectores tapatíos…”, escribió en 2017 su sobrino, Juan Jorge Hermosillo Villalobos, hoy secretario de la Rectoría.

En 1958, Jorge Villalobos, SJ, fue testigo de los primerísimos pasos del ITESO, con el nacimiento de las facultades de Derecho, Filosofía, Ciencias Químicas, Economía e Ingeniería. En 1961 vio nacer a Psicología, en 1963 a Arquitectura, y en 1967 a Ciencias de la Comunicación y Relaciones Industriales. Su visión fue siempre que el ITESO hiciera investigación objetiva y universal, “para descubrir con nuestra mente los secretos arcaicos de la materia”, como escribió alguna vez.

Sólo había un detalle. En sus primeros años de vida esta universidad que hoy atesora el reconocimiento de diversos organismos de educación e investigación por la excelencia académica de sus programas de estudio, no expedía títulos, pues no tenía validez oficial. Así, las y los egresados se examinaban y sus sinodales firmaban un documento llamado “testimonio a manera de título” para dar fe de la formación profesional adquirida en el Instituto de Estudios Superiores de Occidente, el ITESO.

Jorge Villalobos, SJ, había pedido y luchado, luchado y pedido el reconocimiento de los estudios del ITESO: ante la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ante la Secretaría de Educación Pública, ante la Universidad de Guadalajara… No lo logró al principio. Entonces decidió que, justo por ese inconveniente, el ITESO debía ser una institución con programas de excelencia y ese parámetro debía permear en todo su haber. Alberto Gutiérrez Formoso, el autor de Acontecer histórico del ITESO, transcribe una de las conversaciones del padre Villalobos con otros fundadores de la universidad: “Ya que de momento no estamos incorporados, debemos adoptar los mejores planes de estudio y en ellos laborar para una óptima preparación de los alumnos”.

En la Ciudad de México, Jorge Villalobos había dejado amistades que fueron clave para la historia de nuestra universidad. Uno de ellos fue Javier Barros Sierra, ingeniero, hombre de ciencia y rector de la UNAM, desde 1966. Esta relación y el registro riguroso de exámenes, listas y procesos que se hacía en el ITESO favorecieron su incorporación a la Universidad Nacional Autónoma —y con eso, al reconocimiento de la validez de sus estudios—, recuerda Miguel Bazdresch. El primer reconocimiento oficial de los estudios del ITESO se logró el 11 de noviembre de 1968, apenas un mes y nueve días después de la represión contra los estudiantes en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.

Para esas fechas, le llamaba al campus Ciudad ITESO. De ciudad tenía poco, pues sólo existían lo que hoy son los edificios A y C. El edificio B era un cascarón, pues no había dinero para terminarlo. Pero en el edificio A se configuraba la universidad entera, desde salones de clase, laboratorios, biblioteca, rectoría y hasta la capilla.

Inicios del ITESO

Por eso el reconocimiento oficial de los estudios del ITESO fue tan importante. Propició que se inscribieran muchos más estudiantes y que la universidad pudiera obtener recursos, poco a poco para emerger sustantivamente como una opción de formación universitaria de excelencia. Esa es la razón de que quienes egresamos del ITESO podamos tener un título y de que, cada segundo miércoles de noviembre, se celebre el Día del ITESO.

Jorge Villalobos, SJ, trasladó las diferentes facultades, hoy le llamamos carreras, al campus actual —una funcionaba cerca del Santuario y otra en la colonia Americana—. Durante su gestión, nació el Departamento Administrativo, hoy Dirección de Administración y Finanzas, se redactaron los primeros reglamentos internos y se gestó una universidad de acuerdo con el pensamiento de los movimientos de estudiantes que en 1968 surgieron en distintos países del mundo. Después de que dejó la rectoría, en 1970, el jesuita siguió impartiendo clases de Física y Circuitos en las carreras de ingeniería. “Era feliz explicando los secretos de los circuitos y manipulando alambres. Artesano de la ciencia, encontraba la paz entre aparatos, ‘chácharas’ y ‘fierros’, cuya lógica fue siempre inaprehensible al no iniciado”, recuerda Miguel Bazdresch.

Jorge Villalobos Padilla murió el 10 de septiembre de 1972: exactamente 14 años después de la primera reunión del Consejo Académico del ITESO, recuerda su sobrino, Juan Jorge Hermosillo.

El legado de este tenaz jesuita puede reconocerse hoy en varios escenarios del ITESO, como en su inspiración, o la reglamentación y organización o el campus universitario; particularmente el edificio A, donde nació el campus y estaba la Rectoría. Hoy frente a ese recinto el nombre de Jorge Villalobos luce imponente en el ingreso de la Biblioteca del ITESO, Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, una de las bibliotecas mexicanas privadas, abiertas al público en general, con mayor acervo en ciencias, ingenierías, economía y humanidades, con plataformas y recursos que facilitan la búsqueda y acceso a la información en múltiples formatos, que fomenta el desarrollo de la cultura de la información y de las habilidades académicas y que preserva en sus acervos, un sinfín de obras y colecciones.

*Esta biografía se construyó con información del artículo “Retazos para un retrato: Jorge Villalobos Padilla, S.J. Rector 66–70”, de Miguel Bazdresch-Parada, que se publicó en la edición 10 de la revista Renglones, del ITESO, en abril de 1988; de los datos que se obtuvieron tras una charla con este académico; del libro Acontecer histórico del ITESO, 1957-1997, de Alberto Gutiérrez T. Formoso, y la biografía que escribió Juan Jorge Hermosillo Villalobos, el 10 se septiembre de 2017, en el marco del aniversario 45 de la muerte del jesuita.