Presentan alumnos de la Maestría en Desarrollo Humano los resultados de un proyecto de intervención enfocado en la pandemia y las emociones. 

 

«Si nos detenemos un momento a reconocer las emociones que estamos viviendo, éstas […] nos van a dar cuenta de cómo estamos, qué necesitamos, qué hemos aprendido y cómo nos estamos relacionando con otros”, explica Martha Leticia Carretero, coordinadora de la Maestría en Desarrollo Humano que presentó la conferencia “Sentir en tiempos de pandemia… pasos hacia el cuidado y la esperanza” el pasado jueves 15 de octubre para exponer un poco del trabajo que hicieron los estudiantes en uno de los proyectos de intervención enfocado en la pandemia y las emociones. 

Dicho proyecto resultó en un taller que nace de la observación de las distintas reacciones emocionales durante la pandemia, por lo que buscaron crear un espacio que atendiera la “necesidad de reconocer y generar los recursos para el cuidado, a partir de la escucha, el encuentro y el diálogo”, compartió la coordinadora de la maestría, Marlé Carretero, un lugar para pausar, observar y entender qué es lo que nos pasa, para así actuar para el beneficio propio y el de nuestro entorno.  

Durante este taller se llegó al punto de que algunas de las emociones más comunes que sentían los participantes eran el “miedo, coraje (enojo) y tristeza”. Lo que estas tienen que decirnos y cómo atenderlas lo compartieron las panelistas Silvia Ameijeira, Cecilia González y Melina González. 

El miedo nos ayuda a sobrevivir, nos alerta de un peligro, nos prepara para enfrentarlo, apaga el cerebro y llena el cuerpo de adrenalina. El enojo se manifiesta cuando algo no cumple nuestras expectativas o no logramos algo que queremos, de ahí la fuerza física para buscar lograr nuestras metas, también sirve para enseñarnos hasta donde se tolera una situación. La tristeza surge cuando hay una pérdida o una decepción, rechazamos esa realidad, nos retraemos y concentramos en nosotros.  

El primer paso para trabajar todas las emociones es aceptarlas como parte de nuestra naturaleza. En el caso del miedo sirve compartir aquello que sentimos o anotar a lo que tememos para identificar que sean miedos tangibles y del presente para buscar cómo mitigarlo, así aprendemos y crecemos de nuestros miedos. Al ponerle nombre al enojo que sentimos, y descargar toda la energía acumulada en el cuerpo (por ejemplo: corriendo) podemos calmarnos para después hablar con otros sobre aquel límite que se cruzó para saber cómo tener mejor convivencia en el futuro. Cuando nos damos la oportunidad de sentir tristeza le ponemos nombre, lloramos, pedimos ayuda o lo expresamos artísticamente, así procesamos la perdida.  

“La emoción es un movimiento hacia fuera, un impulso que nace en el interior de uno y habla al entorno, una sensación que nos dice quiénes somos y nos conecta con el mundo de existir en el mundo”, dijo Isabelle Filliozat. 

Y es un mundo particular en el que tenemos que existir en estos momentos. Con todo lo que acontece, bueno y malo, también nos vemos confinados a las cuatro paredes de nuestras casas con la posibilidad de salir solo en casos muy necesarios, por lo que es de lo más normal reaccionar ante estas circunstancias y sentir todas aquellas emociones que nos han venido, se han ido o quedado en este tiempo, lo importante es pausar, reconocerlas, aceptarlas y trabajarlas. 

Durante este taller se llegó al punto de que algunas de las emociones más comunes que sentían los participantes eran el miedo, coraje (enojo) y tristeza.

“La emoción es un movimiento hacia fuera, un impulso que nace en el interior de uno y habla al entorno, una sensación que nos dice quiénes somos y nos conecta con el mundo de existir en el mundo.»