La académica Claudia Hunot impartió la charla “Emociones y rasgos del apetito”, en el marco de la jornada “Voces y saberes sobre el cuidado”
No sólo se come por hambre: también se come por estrés, por ansiedad, por aburrimiento y por un sinfín de emociones más. Claudia Hunot Alexander, académica del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) abordó la relación entre emociones y rasgos del apetito en el marco de la jornada “Voces y saberes sobre el cuidado”, organizada por el Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO (DPES).
“Todos somos comedores emocionales. Todos hemos utilizado la comida para calmarnos o reconfortarnos. Desde que estamos al pecho de la mamá, la comida es una forma de tranquilizarnos. Es normal tener una relación emocional con la comida; el problema es hasta dónde”, dijo.
La académica, quien además es una de las responsables de dar forma a la primera versión de la Licenciatura en Nutrición del ITESO, añadió que existen disparadores internos y externos de comportamientos alimenticios poco saludables. En ese sentido, explicó a las y los presentes que, más allá de estigmatizar, lo importante es reconocer estos detonantes y entender cuándo se pueden convertir en un problema, es decir, cuando la comida se convierte en un medio para satisfacer una necesidad emocional o entumecer lo que sientes.
Sin embargo, advirtió que comer puede ser, además de una vía para controlar el estrés o amortiguar sentimientos incómodos como la soledad, la ansiedad, la ira o la tristeza, “una forma de subir el volumen de emociones agradables, como la felicidad”.
Insistió en no clasificar como buena o mala esa relación con la comida, a la vez que invitó a los profesionales de la nutrición y la psicología a tomar conciencia de los cómos y porqués que llevan a sus consultantes a establecer esos vínculos con la alimentación.
Señaló que, desde el campo de la nutrición, se puede ofrecer un acompañamiento informado en trauma, considerando que los traumas, además de tener implicaciones psicológicas, también tienen consecuencias en lo biológico.
“[Es importante] reconocer y abordar el impacto del trauma en la relación de las personas con la alimentación y la nutrición. Hay que aprender a ser muy sensibles y respetuosos para que nuestros consultantes entiendan sus propias barreras y desafíos para mejorar su relación con la comida”, dijo.
Necesaria, una buena relación con la comida desde la infancia
Hunot Alexander señaló que las relaciones con la comida son aprendidas desde la infancia, por lo que recomendó a padres y madres de familia poner atención a las prácticas de alimentación, ya que esto tiene un fuerte impacto en la conducta alimentaria futura de los niños.
Al respecto, señaló que diversos estudios han determinado que existen asociaciones entre la sobrealimentación emocional en niños de dos a cinco años como resultado de prácticas de alimentación restrictivas y presión excesiva para comer.
“Necesitamos ayudar a los padres a encontrar estrategias alternativas para consolar a su hijo angustiado de manera saludable y enriquecedora. La recomendación es una combinación entre lo autoritario y permisivo, que se llama autoritativo, donde el papá o la mamá permite un ambiente más manejable pero aún dentro de una estructura”, mencionó.
FOTOS: Zyan André