En el marco del Día de la Comunidad Solidaria del ITESO, integrantes de la etnia Ikoot del comité de reconstrucción de San Mateo del Mar, Oaxaca, compartieron sus experiencias colaborando con instituciones de la Compañía de Jesús.

Laura Fiallo no tiene palabras suficientes para describir la noche del 7 de septiembre de 2017. “En mucho tiempo y en nuestra historia —o al menos en la mía— no había sucedido esa experiencia”.

Ella es habitante de San Mateo del Mar, un poblado de Oaxaca a 45 minutos de Salina Cruz, entre la laguna del Istmo de Tehuantepec y el Océano Pacífico. Es un lugar sumamente vulnerable geográficamente, debido a que es una barra de arena entre dos aguas. “Tenemos mar por todos lados; lagunas por todos lados”, dijo.

Sus habitantes son Ikoot, una etnia que algunos antropólogos mencionan que viene de Perú. Es un pueblo que en su mayoría se dedica a la pesca de camarón, cuyo asentamiento más antiguo es una iglesia de los dominicos del siglo XVII. La zona se rige por consejos barriales y una asamblea comunitaria.

Tras el sismo, alrededor de mil 800 viviendas se vieron afectadas. En San Mateo del Mar viven cerca de 17 mil habitantes y cerca del 93% son hablantes de la lengua huave; casi el 60% de la población se quedó sin casa. Tres personas fallecieron en el acto, y 15 más por complicaciones.

Laura Fiallo contó que, tras el sismo, diversas instituciones y personas se solidarizaron con San Mateo del Mar en el tema de víveres, ropa y refugios temporales con los cuales muchas familias pudieron protegerse de las lluvias.

Pero también consideraron que parte de la ayuda que ofrecían era condicionada o entorpecía su autonomía indígena. El Gobierno estatal de Oaxaca, al visitar San Mateo, anunció que apoyaría a las familias con pérdida total de sus viviendas. Sin embargo, la propuesta no consideraba compartirles información del estado del suelo —si es que lo realizaban— y la construcción de casas era bajo sus términos, sin respetar su arquitectura tradicional, y no para todos.

Francisco Avendaño, egresado de Ingeniería Civil del Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) y originario de San Mateo del Mar, dijo que no todas las personas fueron censadas y apoyadas; muchas de las personas de San Mateo del Mar no recibieron este apoyo, y tras darse a la tarea de recabar la lista, contaron 300 familias inicialmente que no habían sido censadas.

No solamente es la estructura, también la cosmovisión está involucrada en sus casas, y en ella se forma el tejido social Ikoot, dijo Francisco Avedaño.

“Nuestra casa es un ser viviente, es un ente que tiene cabeza, costillas, ojos boca, brazos; y así lo consideramos nosotros”, explica Francisco Avendaño. “No solo es el espacio donde uno habita: es el espacio para con quien uno habita. La casa es nuestro corazón y el corazón de las familias”.

Esto lo compartieron en la charla “Reconstruyamos el Istmo” en la que, el martes 13 de marzo en el Auditorio D1 del ITESO, presentaron avances y dialogaron con integrantes del comité de reconstrucción de San Mateo del Mar, en el marco del Día de la Comunidad Solidaria del ITESO.

Este comité está formado por siete miembros Ikoot —entre los que están Laura y Francisco— y seis organizaciones y universidades: el ITESO, la Ibero Ciudad de México, ISIA, la asociación civil Casa y Ciudad, la Fundación Loyola y la Diócesis de Tehuantepec.

Laura Fiallo y Francisco Avendaño compartieron que, cuando el equipo universitario visitó San Mateo por primera vez, la diferencia radicó en que compartieron sus preocupaciones por investigar más la geología del espacio, y en conjunto con la comunidad de la región, realizaron intensos estudios de mecánica de suelo para después hacer una propuesta de construcción acorde con el espacio y sus costumbres.

Al vivir en dunas, los pueblos originarios del Istmo han recogido técnicas de construcción que combina sus tradiciones con materiales de la zona, como palma y horcón.

“Como institución, no dejaron de lado el tema cultural en la reconstrucción, investigaron el contexto en el cual vivimos día con día, rescataron todo eso y para mí es importante que se generen propuestas de manera que podamos participar todos y diseñar una propuesta”, dijo Laura.

“No es de afuera hacia adentro, sino que nos escucharon y valoraron los conocimientos de nuestros pueblos, de los hombres y las mujeres que saben y tienen conocimiento en la construcción tradicional”.

Con 15 familias comenzarán el proyecto piloto. Una vez terminado el estudio de suelo, trabajaron en técnicas de mejoramiento del suelo y cimentación adecuada para que las casas no volvieran a pasar por la misma afectación después de un sismo.

“Estamos en etapa de excavación. Y las manos las ponen personas que se conocen, vecinos y otros que nunca se han visto, y entre todos colaboran en conjunto. Hoy ayudamos a una familia y mañana será otra”, explicó Francisco Avendaño.

Sergio Cobo, SJ, director de la Fundación Loyola, participó en la charla con una reflexión sobre el papel que han tenido como externos en colaboración con la comunidad de San Mateo. Declaró que son tres los pasos fundamentales para intervenir respetuosamente en un proyecto como este.

“Informar y devolver esta investigación a la comunidad es algo que como universidad jesuita debemos hacer. No solo es cumplir con los Proyectos de Aplicación Profesional, terminar una tesis de maestría o doctorado y quién sabe dónde se queda. Es regresar los resultados a la comunidad donde proviene la investigación”.

Y aplicar la solución en conjunto, no solo entregarlo. “Se aplica y en la práctica se corrige y adapta, con la gente y con la participación del diálogo de saberes y cultura de la gente.

Gerardo Cano, profesor del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano, quien forma parte del comité, explicó “nos hemos aproximado desde la escucha y desde la colaboración, no desde la ayuda. La autonomía del pueblo Ikoot que ha luchado ante el desastre y ante serias problemáticas políticas que tienen. Su autogestión para sacar adelante este proyecto; porque cuando llegamos, ya tenían iniciativas. No partimos de cero y desde la necesidad, sino desde iniciativas”.

Contó que Laura Fiallo estaba encargada de un comedor, que fue lo primero que realizaron como ayuda emergente: comedores comunitarios. No tienen luz eléctrica por las noches, así que los padres de familia de las escuelas hacen guardias. “Desde esas iniciativas vimos que se podía hacer más que desde las problemáticas. Y esa es una enseñanza para nosotros”.

 San Mateo del Mar no tiene autoridad municipal como tal, y, contó Laura Fiallo, tienen problemas políticos y sociales por conservar la autoridad tradicional. “Pero con la organización interna, con el trabajo colectivo, con el entusiasmo de las mujeres y hombres, estamos sacando a nuestro pueblo adelante. Nos constituimos periódicamente en la asamblea, y estamos solicitando a las instituciones —llámese gobierno estatal, tribunales electorales— que se nos respete en nuestra organización interna y estructura comunitaria”.

Es trabajo arduo, dijo; no es fácil cuando la sociedad está acostumbrada a programas sociales donde se ofrece ayuda a cambio de imponer su estilo de vida y ceder a presiones políticas o atenerse a lo que dictan las instituciones. San Mateo aún preserva su lengua, sus instituciones comunitarias y promover estos procesos internos es un reto. Y como mujer, es otro. Explicó que hasta hace ocho años las mujeres comenzaron a participar en las decisiones de los comités y consejos.

“El contexto en el que nos encontramos actualmente es un tema político y administrativo en el que todavía no logramos llegar a buenos acuerdos y desafortunadamente, por influencias externas e intervenciones de partidos políticos, las estructuras de la comunidad y organización con las que hemos sobrevivido durante tantos años se están debilitando. Es un reto”.

Sin embargo, Laura cree en la posibilidad de sostener su autonomía y la riqueza cultural de su pueblo, y le da esperanza ver a jóvenes y profesionistas colaborando en temas de la sociedad.

“Quienes tuvimos la oportunidad de formarnos académicamente tenemos mucho que devolverle a nuestra comunidad, a nuestras familias, y me da mucho gusto conocer esta universidad y estoy contenta que estén colaborando con nosotros y con las familias de San Mateo”, expresó.

“Lo más importante como seres humanos es regresarle a la comunidad lo poco o lo mucho que nos han ofrecido los maestros y nuestras instituciones educativas”.