Cualquier industria es susceptible de estudiarse desde una perspectiva cultural, aseveró el economista y sociólogo argentino Daniel Mato, quien en la Casa ITESO Clavigero calificó como “reduccionista” la manera en que hoy se analiza la manera en que las personas consumen una película, un auto o una hamburguesa.

¿Por qué sí habría de ser “cultural” ir a un museo para admirar un vestido senegalés o una vajilla japonesa, y no lo es ponerse alguna prenda o accesorio de Senegal o preparar comida japonesa? ¿Por qué sí es “cultural” recorrer una exhibición sobre el maíz en la historia de los pueblos americanos, pero no es “cultural” comer maíz o tomar bebidas elaboradas con ese grano?

Daniel Mato y Rossana Reguillo en la Casa ITESO Clavigero

Daniel Mato y Rossana Reguillo en la Casa ITESO Clavigero

Mato, economista, sociólogo y hasta cuentista argentino, advirtió la noche del 17 de junio lo perjudicial y empobrecedor que puede resultar para la sociedad y los investigadores reducir el concepto de “industrias culturales” a las bellas artes y terrenos como el cine, la televisión, la radio, los libros, los videojuegos, la fotografía o los periódicos y revistas.

¿Acaso las industrias del juguete, farmacéutica, de la moda, del deporte, la automotriz o la de la comida rápida no son culturales? Por supuesto que lo son, insistió Mato.

“Todas las industrias son culturales porque todas producen productos que, además de tener aplicaciones funcionales, resultan socio simbólicamente significativos, es decir, son adquiridos y utilizados por los consumidores no solo para satisfacer una necesidad [nutrición, movilidad, entretenimiento], sino también para producir sentido según sus valores e interpretaciones del mundo”, explicó el sociólogo.

“La idea de industrias culturales es reduccionista y promueve equívocos al ignorar y oscurecer la importancia cultural de todas las demás industrias”.
Invitado por el ITESO –donde impartió un seminario para académicos de la universidad–, Mato se apoyó íntegramente en un texto que escribió en 2007 (“Todas las industrias son culturales: crítica de la idea de ‘industrias culturales’ y nuevas posibilidades de investigación”) para sustentar sus críticas a la manera en que los estudiosos abordan eso que Max Horkheimer y Theodor Adorno bautizaron como industria y consumo cultural.

Esto es cultura, esto no. ¿Por qué?
Ambos autores, diseccionados por Mato durante la conferencia, trazaron en la década de los 40 una gruesa línea entre la “alta cultura” y la “cultura de masas”, a la que incluso responsabilizaron del empobrecimiento del arte “serio”, perspectiva que se mantiene vigente en no pocos autores contemporáneos y la cual el argentino cuestiona de manera frontal.

“Quienes creen que solo algunas industrias son culturales, están asumiendo implícitamente que la industria del automóvil no produce sentido, sino solo un producto orientado a satisfacer una necesidad”, dijo, añadiendo que históricamente, y más en años recientes, comprar un auto no implica simplemente comprar una máquina que nos mueva de un lado a otro, sino que para millones significa status, moda, libertad, demostración de riqueza o pertenecer a determinado grupo social.

Lo mismo ocurre cuando la gente compra juguetes, una blusa o va a comer a un McDonald’s, añadió el autor de libros como Crítica de la modernidad, globalización y construcción de identidades y Cómo contar cuentos, quien insistió en que buena parte de los bienes y servicios que consumimos –y la manera en que lo hacemos– construye sentido para nosotros mismos y para quienes nos rodean.

“Todas las industrias son susceptibles de ser estudiadas desde una perspectiva cultural, lo que supone estudiarlas en un contexto y tomando en cuenta qué hace la gente con sus productos. No se trata de industrias culturales, se trata de estudiar industrias con una perspectiva cultural crítica”.

Para acometer este objetivo, recomendó aplicar una mirada transversal, inter y multidisciplinaria, capaz de combinar disciplinas como la economía o la comunicación, de manera que no se pierda la posibilidad de estudiar los rasgos específicos de cada industria.

Juguetes que generan identidad
Mato compartió un ejemplo de la industria juguetera estadounidense: la muñeca de raza negra Huggy Bean.

Los juguetes influyen en la formación de representaciones de género y etnicidad en México o cualquier parte del mundo, apuntó el investigador.

En los años 80 nació Huggy Bean, la muñeca analizada por la investigadora Carol Moog, quien encontró que había sido diseñada con una imagen orgullosa con la cual las niñas afrodescendientes podían “identificarse positivamente”, ya que, según la autora, “los niños de los grupos étnicos tienen que luchar para trascender no solo las imágenes negativas de sí mismos que encuentran en los medios, sino la impresión que promueve la dominante imaginería blanca que sugiere que estos niños no forman parte de la verdadera sociedad estadounidense”.

¿Es o no es la juguetera una industria cultural?

Texto Enrique González Foto Roberto Ornelas