Un recorrido por la historia del arte, a cargo del curador Patrick Charpenel, abrió en el ITESO las actividades del IV encuentro El humanismo y las humanidades en la tradición educativa de la Compañía de Jesús.
El lugar estaba lleno de botellas tiradas en el piso, cigarros, vasos, confeti… era a finales de octubre de este año y alguien le pidió a la señora de la limpieza que se encargara de la planta baja de cierto museo italiano así que, al entrar a dicha sala, la mujer cumplió la orden. Recogió todo y lo echó a la basura.
El problema fue que lo que la señora tiró al carretón se titulaba ¿Dónde vamos a bailar esta noche?, una instalación artística de Sara Goldschmied y Eleonora Chiari expuesta en el Museion, recinto dedicado al arte contemporáneo en Bolzano, al norte de Italia.
¿Qué es arte y qué no lo es? ¿Quién tiene la autoridad para decidir cuáles piezas van en un museo o una galería y cuáles son una tomadura de pelo? Ambas cuestiones, así como una somera revisión de los ancestrales lazos entre la filosofía y el arte, dieron cuerpo a la conferencia “Arte y conocimiento”, a cargo del curador, coleccionista y gestor cultural Patrick Charpenel, con la cual se inauguró el lunes 9 de noviembre el IV Encuentro El humanismo y las humanidades en la tradición educativa de la Compañía de Jesús, mismo que culminó el viernes 13.
“No existe realmente el arte”. Charpenel recordó en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ un fragmento de la célebre cita del historiador austríaco Ernst Gombrich. Sin embargo, esta consta de una segunda parte: “No existe realmente el arte… solo hay artistas”, la cual el mismo Gombrich explicó para dejar claro que su intención al ponerla al inicio de su libro La historia del arte era subrayar que la palabra arte ha tenido distintos significados dependiendo de la época.
“La época actual, con nuevas tecnologías y herramientas digitales, está afectando al ser humano de muchas maneras. Los artistas, que generalmente suelen tener una sensibilidad extraordinaria, reciben estos estímulos y los incorporan de forma crítica; sin embargo, otros lo aceptan de forma tácita sin que exista siquiera el menos interés por la reflexión”, añadió Charpenel, quien reconoció que por más que hayan cambiado las reglas, se debe ser precavido a la hora de definir qué sí y qué no es arte.
“Quizá uno de los factores que más han contribuido a configurar este nuevo contexto sea el hecho de que las últimas generaciones de artistas han vivido su infancia y adolescencia bajo el influjo de la televisión y en general bajo el imperio de los fenómenos telemáticos”, expuso el exdirector del Museo Jumex.
“[El arte] no es definible objetivamente. A lo sumo se puede afirmar que el arte es todo aquello que en un momento dado de la historia, a través de las obras de un grupo social –por lo común un grupo dominante– se produce y se considera como tal”.
“Todo el arte ha sido contemporáneo”
“All art has been contemporary”. La frase del artista italiano Maurizzio Nannucci, materializada en neón y que se puede leer en lugares como el Altes Museum de Berlín, planeó sobre el veloz recorrido que Charpenel hizo por la historia del arte y el conocimiento, yendo desde las pinturas rupestres hasta Malevich y pasando por Rubens, Manet, Turner o Magritte hasta llegar a nombres contemporáneos como Douglas Gordon, Tino Segal, Francis Alÿs o Pedro Reyes, sin dejar de lado las “tensas” relaciones que ha habido entre filosofía y arte.
“Rara vez se han aproximado los filósofos del arte al arte sin encontrar muchas reservas. La filosofía de Platón intenta expulsar a los artistas del círculo del arte, pues el arte como apariencia constituye el camino hacia la mentira”, dijo Charpenel.
¿Museos? ¿Para qué?
Personas que se sienten “cucarachas” –pero no se lo dicen a nadie por pena– porque que no entienden esa “obra de arte” que están viendo en tal o cual museo.
Políticos que no tienen ni idea de lo que implica proyectar y mantener un museo, pero que igualmente quieren abrirlos para sacarse la foto. Leyes anacrónicas que dicen que todo lo que se haya hecho en México hasta el último día del Siglo XIX es “Patrimonio histórico” y lo que se haya hecho justo 24 horas después es “Patrimonio artístico”. ¿La cultura y el arte pueden ayudar a paliar la violencia que sufre el país?
Estas son apenas unas pinceladas de lo que Mónica Martí y Alejandro Sabido, ofrecieron al Auditorio Pedro Arrupe, SJ la mañana del jueves 11 de noviembre, durante la conferencia “Políticas de difusión del arte en México”. Ella es directora de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y él es subdirector del Centro de Investigación, Documentación e Información Museológica de la misma dependencia.
“El problema de la política cultural actualmente, sobre todo en el caso del arte, es que es mucho más seguro hacer museos de historia del arte, ¿por qué? Porque ya está legitimado, porque ya hay investigación que nos da la seguridad de que nadie va a decir: ‘eso no es arte’”, señaló Martí.
“Estamos generando museos fuera de la realidad de las comunidades”, añadió la investigadora, al referirse al afán de gobernadores y alcaldes que desean poder inaugurar algún día un museo.
Uno de los tantos retos de un responsable de decirle a los ciudadanos “esto es arte, disfrútalo”, dijo Sabido, es dejar de ver a los museos como “contenedores” y pensar en ellos como “provocadores”, nodos que propicien acciones y sean capaces de incidir en el mundo real, “salir de la sección de culturales y de lo anecdótico y volver a entrar al terreno de las preguntas dolorosas. Se necesita la activación del público para que las obras tengan sentido”.
Enseñar con la música
Algunos jesuitas se convirtieron en poetas y músicos por el compromiso que adquirieron al abrir sus colegios bajo los principios educativos del renacimiento humanista, señaló T. Frank Kennedy, SJ, fundador del Departamento de Música del Boston College.
El académico exploró en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ la contribución de los jesuitas en el desarrollo de géneros musicales como la ópera.
“Desde el punto de vista de la educación humanista, en los colegios jesuitas el uso de la música en teatro era un género que a menudo producía trabajos artísticos efectivos en muchos niveles”, apuntó Kennedy.
Al inicio de la época moderna, esta labor de los jesuitas abarcó distintos ámbitos como la catequesis, el teatro y las celebraciones escolares, además del uso tradicional de la música sacra en misas o letanías.
Señaló que en los inicios de la Compañía de Jesús no había muchos músicos en sus filas, por lo que era una práctica normal contratar a los mejores compositores para la educación musical de los estudiantes, entre los que estuvieron Palestrina y Marc-Antoine Charpentier.
“Se puede considerar que el teatro jesuita del Siglo XVII tuvo una influencia importante en el desarrollo del género de la ópera, al mismo tiempo que los jesuitas están escribiendo teatro y música para sus obras”, destacó.
Como ejemplo, puso un fragmento de la ópera Patientis Christi Memoria. “Estos trabajos no son para entretenimiento, sino que enseñan en varios niveles: en el musical o en el del estilo del texto y la poesía; después de todo, los estudiantes necesitaban aprender latín”. Texto Judith Morán Foto Luis Ponciano
Textos Judith Morán y Enrique González Fotos Roberto Ornelas/Luis Ponciano/Archivo