La emergencia por Covid ha traído para muchas personas pérdidas sobre pérdidas. Conoce cómo conciliarte con la ausencia, desde lo emocional y lo espiritual, para que vivas los duelos de forma sana.

Pérdida es la carencia o privación de lo que se poseía, esto según la Real Academia de la Lengua. Puesto así puede sonar frío o lejano, en especial porque la emergencia por covid que estamos viviendo nos ha quitado algo que poseíamos (o al menos creíamos tenerlo): la salud, el trabajo, tal vez la vivienda, el uso de espacios y el contacto físico, por nombrar algunos, pero sin duda la mayor pérdida en esta pandemia es la de quienes queremos. 

“La pandemia ha ido cambiando nuestra forma de estar en el mundo y definitivamente cambió nuestra forma de vivir el duelo” dice Mercedes Mora, tanatóloga y profesora del ITESO. Estamos en duelo por quienes se han ido, e intentamos prepararnos para el duelo de quienes tememos que se irán. Mercedes agrega que los cambios, en todas las esferas de la vida cotidiana, nos están sometiendo a una dinámica de estrés, ansiedad, angustia y pérdidas que no se pueden abordar como lo hacíamos antes cuando moría un familiar o una persona cercana a nosotros, explica que en esta temporada “estamos viviendo duelo sobre duelo, pérdida sobre pérdida”. 

Desde la experiencia espiritual el jesuita José Vázquez, SJ, suma a este contexto nuestra cultura del contacto, la del abrazo y la caricia, que se ha visto mermada por el necesario distanciamiento. «El hecho de no poder confortar, consolar o animar a alguien con un abrazo o una caricia, ante la pérdida del ser querido, pareciera que mutila una parte esencial dentro de todo este proceso de vivir el duelo. La ausencia de esa presencia física, de familiares y amistades, abona soledad y tristeza por no tenerlos al lado».

Desde la psicología, el primer paso para afrontar el duelo es identificar justamente que vivimos en un duelo y éste tiene varias fases que no necesariamente ocurren de manera lineal, es decir, una persona puede regresar a una fase que ya vivió o bien, saltarse alguna. Yo le pedí a la tanatóloga que nos las explicara. 

¿CUÁLES SON ESAS FASES?

1. Negación

“No sólo es cuando la persona dice no es cierto, no falleció o no está pasando esto del confinamiento. Es la actitud de la falta de creencia de asimilar la realidad. Esta fase sirve como amortiguador a lo largo del proceso de duelo porque nos permite que la noticia la podamos asimilar poco a poco”.

2. Enojo o ira

“Hay muchas personas que están en esta fase de enojo o en modo cerillito, yo les digo así porque con cualquier roce te irritas y prendes. Cuando esta emoción está más intensa podemos llegar a esos otros aspectos de ira o de odio, sin embargo, no quiere decir que está justificado el enojo ni la violencia, para eso hay maneras y hay canales donde cada emoción sale”.  

 3. Negociación o pacto

Conlleva al compromiso. “Tal cual lo dice el nombre es una negociación entre quienes sabemos lo que está sucediendo y puede ser con los mismos familiares que salen y entran: ‘por favor cuando salgas lávate las manos y sigue todo el protocolo’. Incluso hay negociaciones con Dios, por ejemplo, decir quítale a mi hijo el covid y pásamelo a mí, ya en los tiempos de nuestras abuelitas eran las famosas mandas. A veces voy negociando conmigo mismo ante la pérdida: ‘yo no quiero que me pase lo mismo, me comprometo conmigo’. 

 4. Tristeza

“Cuando nos atrapa ya la tristeza y va aumentando en intensidad pues puede llegar hasta la depresión. Aquí lo importante es estar muy atentos de estas fases porque en todas hay focos rojos que tenemos que atender”. 

5. Aceptación

Se aceptan las circunstancias actuales y la pérdida. 

Mercedes, quien imparte la materia de El Hombre frente a la Muerte que pertenece al currículum universitario del ITESO, advierte que no necesariamente se viven todas las fases del duelo, que la duración de cada una varía de persona a persona y puede pasar por ellas más de una vez. “Estas fases, las que se presenten en nuestro proceso de duelo, son las que van construyendo la aceptación”. 

¿Cuáles son los focos rojos a identificar en estas fases del duelo? 

Uno de los focos rojos es que nos podemos quedar estancados en alguna de las fases, pues eso provoca los duelos patológicos y se agudizan las reacciones físicas, emocionales, intelectuales y físicas.  

Por ejemplo, en las reacciones físicas vamos a tener con mucha frecuencia la falta o exceso de apetito, y esas son manifestaciones a las que tenemos que estar muy atentos porque puede ser que esto se agudice y se convierta en un trastorno de alimentación. O que el insomnio termine en un trastorno de sueño.  

Otra de las reacciones emocionales que se puede ver afectada es la apatía, que parezca que ya nada tiene sentido, que ya se perdió lo más importante. 

También puede haber llanto, llorar por cosas mínimas, la tolerancia a la frustración está muy a flor de piel, la sensación es que ya se perdió tanto, que tengo miedo a perder cualquier otra cosa. 

Puede haber también reacciones sociológicas en donde en un proceso de duelo, aunado al confinamiento, me puede llevar a un aislamiento mayor. Si están todos los de la familia y conviven, por ejemplo, en las horas de comida, se juntan para ver películas, pues habrá quienes se queden de manera aislada en su cuarto o busquen a la mejor su espacio y su intimidad, y en esos espacios también se pueden llegar a extremos y corren riesgos.  

¿Podemos “saltarnos” los procesos de duelo? 

La verdad es que no los podemos saltar, pero sí hay muchas personas que les ponen pausa porque a veces dicen que no tienen tiempo, pero lo único que se hace es postergarlos y, generalmente, si los dejamos para después, o ni siquiera nos enteramos que teníamos un duelo pendiente, hasta que vivimos otro, resulta que me trae el recuerdo o la vivencia del anterior. El trabajo de un duelo acompañado nos permite ocuparnos de otros duelos, aunque tal vez el proceso sea más largo, pero es mejor. 

Desde la psicología “el trabajo de un duelo acompañado nos permite ocuparnos de otros duelos (aquellos que postergamos o intentamos pasar inadvertido), aunque tal vez el proceso sea más largo, es mejor”.  Mercedes Mora 

La experiencia trascendente del duelo

El jesuita José Vázquez, SJ nos explica que desde la experiencia espiritual, más que etapas, las personas transitamos el duelo en distintos estados espirituales ¿Cuáles son?:

1. Transitar por el dolor ante la ausencia
Un primer momento, que es ineludible, es transitar por el dolor-sufrimiento ante la ausencia del ser querido. Mucho depende de los recursos psicológicos, emocionales y espirituales que posee la persona para “salir” o asimilar este momento, no evadirlo, ni rechazarlo.

¿Cómo explica el rechazo al dolor?
Como cultura, no hemos fomentado una educación que integre el dolor y el sufrimiento en nuestra vida, se ve como una dimensión que hay que evitar a toda costa. Por ello, ante las ausencias de nuestros seres queridos, no sabemos cómo enfrentarnos a ellas.

2. Dar sentido y significado ante la ausencia
Compartir lo que se va viendo, sintiendo y pensando con otros (amigos, familiares, terapeutas, acompañantes espirituales, etc.) es una vía que permite romper con los miedos, el ensimismamiento y la soledad. Desde una perspectiva espiritual, podemos decir que los demás “nos salvan”, nos animan a sentirnos vivos, nos hacen ver que la vida continúa, aún con nuestro dolor.  Además, la presencia de lo Trascendente, de Dios mismo que conforta, es un aliciente más para levantarse, retomar el camino y seguir viviendo.

3. Integrar la ausencia de nuestros seres queridos en nuestra experiencia humana-espiritual
Para muchas tradiciones espirituales, la muerte no tiene la última palabra, sino la vida. Nuestra mirada, desde una perspectiva espiritual, no debe estar centrada en la muerte en sí, sino en el agradecimiento de un ser querido que compartió su humanidad en medio de nosotros. Recordamos con cariño y con tristeza el camino de un ser humano, que ha muerto, pero que su vida queda en nuestra memoria y en nuestra carne. Vale la pena agradecer por la vida de esa persona que quisimos que estuvo entre nosotros e integrar su vida en nuestra propia experiencia de vida.

En el evangelio de Juan, en el gran discurso de despedida a sus discípulos, Jesús les dice: ‘no pierdan la paz. Crean en Dios y crean también en mí’. Yo añadiría: también hay que creer, en medio de esta oscuridad, en aquellas personas que están arriesgando su vida para que otros vivan; en las personas que van cargando los dolores y las tristezas de otros tantos; en aquellas que consuelan y animan a los demás en medio de las pérdidas; en las personas que nos hacen reír y nos permiten hacer más llevadera la vida en medio de esta tragedia.” José Vázquez, SJ.

Reinventar los rituales 

Bernardo García Romero, coordinador de la licenciatura en Psicología del ITESO, coincide en que el duelo es un proceso que tarde o temprano tiene que cerrarse, y las circunstancias de la pandemia no nos dan para llevarlo a cabo como se solía hacer, eso, explica nos representa el reto para ser creativos en medio del duelo. 

Comparte que como profesionales de la psicología, al romperse el proceso habitual de acompañar a las personas que sobreviven a quien falleció, “debemos ayudarles a comprender la situación de la nueva realidad, para que el duelo se asuma de formas distintas”, como lo sería tener un espacio de despedida y, aunque no podamos estar frente a quien falleció, la idea de fondo es tener un momento para recuperar el ritual de expresar las emociones, pues decir lo que se vive y se siente ayuda. 

“Necesitamos darles algo de seguridad para que confíen en que con formas creativas pueden comunicar qué es lo que están sintiendo con la pérdida de un familiar, que no lo bloqueen, que lo escriban, que llamen. Los procesos están siendo completamente distintos a los que eran antes, perdimos ciertos rituales permitían irse despidiendo del cuerpo, de la transición, como es el funeral o una misa, para quienes son religiosos católicos”. 

Para el jesuita José Vázquez, SJ, aunque los rituales han sufrido modificaciones lo esencial de acompañar se rescata y la virtualidad ha llegado al rescate. «Las videollamadas se han convertido en una pieza clave para hacernos cercanos a los nuestros, aún a la distancia. Muchas misas o celebraciones de difuntos, incluso oraciones, se han realizado a través de ellas. Es posible grabar las celebraciones y compartirlas con los amigos o familiares que no pudieron unirse en el momento. Considero que es una buena herramienta que, aunque no suple la riqueza de la presencialidad, permite llevar a cabo nuestros ritos de despedida».

Sobre estos nuevos rituales Mercedes Mora da algunas ideas como escribir relatos sobre lo que más se recuerda de la persona, hacer un álbum de fotos con experiencias y viajes. “Ahora no podemos despedir al familiar, esa es una de las cosas del proceso de duelo en pandemia más fuertes a las que nos hemos venido enfrentando. Lo que les digo a las personas es que pongan la foto de la persona en una especie de altar, le ponemos una vela, podemos empezar una oración e invitar a otros familiares a través de las redes sociales a que participen diciendo lo significativa que era para ellos esa persona”. 

El arte es otra estrategia que permite plasmar emociones y estados de ánimo, “y si lo hacemos desde la perspectiva psicológica estamos sacando todo lo que uno trae y le cuesta trabajo nombrar. También la práctica de yoga, y no olvidemos que la parte espiritual es sumamente importante, aunque no necesariamente tiene que ser a través de la religión, pero sí pueden estar conectados con algo más, el hacer oración, el dar gracias, la meditación, el estar en contacto con la parte más profunda de nosotros mismos ayuda mucho”. 

El distanciamiento, al tiempo que nos ha orientado a nuevos ritos, también nos ha recordado el gran valor que tiene la intimidad de la familia y las manifestaciones amor personales, individuales, a través de llamadas, videollamadas o mensajes de texto, dan consuelo y nos hacen estar presentes con la persona que está en duelo.

Pero la reinvención no queda ahí, de hecho, retomamos ritos que desde siempre nos ha reconfortado y José Vázquez, SJ, coincide con Mercedes Mora en invitar a la familia y amistades a orar en grupo y reconstruir la vida de quien partió, compartiendo anécdotas. «Otro medio, que ha surgido en pocos ambientes familiares y va ganando terreno, es la realización de una pequeña celebración desde casa. Ante la imposibilidad de asistir a un funeral, a una misa o dar el pésame presencialmente, algunas personas han optado por llevar a cabo una pequeña celebración para agradecer por la vida del ser querido que ha partido. Se invita a los amigos y familiares que, desde sus casas, hagan un pequeño monumento donde se ponga una foto del difunto, algunas flores, veladoras y algún objeto que le haya significado su relación con el difunto. Alguien guía el momento, invita a los que están en casa a compartir qué ha significado esa persona para su vida y de qué le quieren agradecer en particular. Este medio ha ayudado a compartir la tristeza y el dolor ante la ausencia del ser querido, pero, a su vez, fortalece y anima escuchar a otros lo que esa persona significó para ellos».

Como seres simbólicos que somos y seres que necesitan manifestar afectos y sentimientos de manera visible, en especial ante la muerte, el jesuita nos anima a reinventarnos, «no tengo duda que surgirán nuevos medios que ayuden a expresar y transitar la experiencia de la ausencia de nuestros seres queridos de manera más íntegra y realista». 

Celebrar la vida en la esperanza

¿Podremos tener un mensaje que consuele y sostenga a quienes han perdido a una persona querida o bien, que esté enferma? El jesuita advierte que sí. «Desde una visión cristiana madura, la esperanza nos coloca en el ámbito de lo posible, donde lo tormentoso y complejo cobra otro sentido, donde la vida tiene otro horizonte de tránsito y de llegada. 

En el evangelio de Juan, en el gran discurso de despedida a sus discípulos, Jesús les dice: ‘no pierdan la paz. Crean en Dios y crean también en mí´. Yo añadiría: también hay que creer, en medio de esta oscuridad, en aquellas personas que están arriesgando su vida para que otros vivan; en las personas que van cargando los dolores y las tristezas de otros tantos; en aquellas que consuelan y animan a los demás en medio de las pérdidas; en las personas que nos hacen reír y nos permiten hacer más llevadera la vida en medio de esta tragedia».

José Vázquez, SJ, concluye que si colocamos nuestra mirada y nuestras energías en la esperanza, la vida en sí cobraría un sentido distinto, junto con la muerte.

«Unos a otros nos salvaríamos de la angustia, del miedo, de la soledad. Asumiríamos nuestra persona como cause de compasión y misericordia para otros. La gratuidad tendría un sello muy especial en nuestro modo de proceder con los demás. Al colocarnos bajo esta lógica, y al transitar esta experiencia, se abre una posibilidad para afrontar nuestras tragedias con mayor paz y entereza.» 

“Necesitamos darles algo de seguridad para que confíen en que con formas creativas pueden comunicar qué es lo que están sintiendo con la pérdida de un familiar, que no lo bloqueen, que lo escriban, que llamen.” Bernardo García 

Bernardo García Romero es el coordinador de la carrera de Psicología del ITESO. Puedes contactarlo en el correo bernardocelso@iteso.mx.