El jesuita Javier Martínez Rivera, SJ, presentó Isabel. Historias de vida y otros recuerdos, su libro más reciente, una compilación de 15 relatos de ficción.
“En el correo de esta mañana me entregaron un sobre cuadrado como los de las tarjetas de Navidad ‘¡Qué extraño!’, pensé, pues estamos apenas en octubre y en los últimos tiempos casi no he recibido alguna de esas felicitaciones, con el internet parece que se acabó la costumbre de enviar tarjetas de Navidad y de escribir cartas.
“El sobre en cuestión venía sin remitente, con mi nombre y la dirección escrita con una hermosa y cuidada letra de esa que se usa para etiquetar las invitaciones a las bodas. No recordaba ningún compromiso. Abrí el sobre. Apareció una tarjeta de un fino papel negro, sobre el que venía grabado en realce un escarabajo de plata del que parecía desprenderse un halo de fuego dorado.
“Me impresionó, me atrajo intensamente. Sentí un gran placer: los colores, la tersura del papel, el reflejo de la plata y ardor que despedía me dejaron fascinado. Desdoblé el papel y ¡oh! sorpresa, no había nada escrito”.
Con este fragmento de su cuento “El escarabajo de plata”, Javier Martínez Rivera, SJ, invitó a los presentes a acercarse a su más reciente entrega literaria, titulada Isabel. Historias de vida y otros recuerdos. La presentación, a la que asistieron colegas y ex alumnos del autor, tuvo lugar en Casa ITESO Clavigero el pasado martes 16 de octubre.
Este cuento en particular —uno de los 15 que conforman el libro—, es “causante de un fetichismo seductor y de consecuencias martirizantes próximas a las pesadillas de la noche, […] ahora inmerso plenamente en el terreno de lo fantástico”, compartió Bernardo Jaime Vázquez, uno de los invitados a presentar el libro, junto con María Martha Collignon y Rogelio Villarreal, colegas docentes del autor, y Jorge Orendain, coeditor del libro.
Para Javier Martínez, SJ, integrante de la Compañía de Jesús desde 1951 y profesor universitario con más de 55 años de docencia, “escribir también es aprender, porque nunca se tiene el texto perfecto: siempre hay que revisar y revisar. Estar siempre con ese gusto de ser mejor”.
Por ello, afirmó que escribir lleva implícito el magis de San Ignacio, es decir, “no quedarse con hacer algo apenas”.