Por Carlos Cordero, profesor de Relaciones Internaciones del ITESO. ccordero@iteso.mx
Parece que fue ayer cuando las promesas de la globalización nos alentaban a vivir en un mundo sin fronteras.

También parece que fue ayer que Francis Fukuyama publicaba su famoso y controvertido artículo “El Fin de la Historia”, en el que se auguraba que la humanidad ya había encontrado la fórmula para organizarse política y económicamente con la democracia liberal y el libre mercado y, sin embargo, el mundo de hoy no puede estar más lejos de esos proyectos.

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En 2015, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reportó que la cifra de refugiados en el mundo era la más alta desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ya que casi 15 millones de personas habían salido de sus países de origen en busca de refugio, presionados por guerras y conflictos armados. Siria, Libia, Sudan, Eritrea, Afganistán, Myanmar son algunos de los países en dónde la guerra y el conflicto armado han causado el éxodo de millones de personas que huyen desesperadamente en busca de refugio.

Frente a este fenómeno, los esfuerzos de la comunidad internacional por proteger y dar acogida a los millones de familias que buscan refugio han sido insuficientes. Más aún, en un contexto de crisis económica ambiental, los gobiernos de las naciones se han quedado sin recursos para apoyar políticas multilaterales que permitan proteger y garantizar la seguridad de estas personas. Un ejemplo de ello es el reciente acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para frenar el flujo migratorio de desplazados por los conflictos en Medio Oriente, por el que Turquía aceptó un paquete de ayuda económica a cambio de que reciba dentro de sus fronteras a más de 1.5 millones de refugiados sirios.

Este tema pone en el centro de la discusión la voluntad de las naciones para cooperar frente a la crisis. Y es que en la jerarquía de la agenda internacional las crisis humanitarias parecen ocupar una posición periférica respecto de las crisis económicas o las de seguridad.

Desde 2008, cuando la crisis financiera estalló en Estados Unidos, las naciones desarrolladas del mundo han coincidido en foros internacionales y sumado esfuerzos para generar políticas multilaterales que ayuden a mitigar este tipo de fenómenos. Sin embargo, en las crisis humanitarias -como es el caso del fenómeno de los refugiados-, la voluntad de las naciones es más limitada al momento de sumar esfuerzos para llegar a las acciones.

Por el contrario, tal como se observa hoy en día en la Unión Europea, el interés de los países aboga más por mantenerse al margen de este tipo de fenómenos y limitarse a impedir que los refugiados lleguen hasta sus fronteras. Ahí está el caso del Brexit británico. 

Inmigrantes

De ahí la importancia de visibilizar la realidad de los refugiados, que son un grupo doblemente vulnerable ya que al abandonar sus países de origen, pierden la protección institucional del estado y se enfrentan a un mundo en el que cada día les es más difícil encontrar refugio. El Día Internacional del Refugiado es un esfuerzo más por visibilizar la magnitud de este fenómeno para que éste pueda tener un lugar menos marginal en la agenda política internacional. Fotos ACNUR/Archivo