Desde el DPES del ITESO se impulsó el proyecto “Aprendizaje convivencial para fomentar la participación, la cohesión comunitaria y la salud psicosocial” en esa colonia, que históricamente ha sido estigmatizada por la inseguridad

Cuando era niño, a finales de los años ochenta, Diego Partida no entendía por qué, después de cierta hora, los taxis no querían llevarles a él y a su madre de regreso a su casa. “No voy para allá”, les decían. “Para allá” es Miravalle, una de las colonias más reconocidas en la ciudad y, quizás, una de las más estigmatizadas: durante mucho tiempo, esta colonia, cuyo territorio comparten Guadalajara y Tlaquepaque, fue sinónimo de pandillas y violencia. Diego regresó al rumbo de su infancia para realizar un documental que busca rastrear las señas identitarias de sus habitantes. La cinta, titulada Somos Miravalle, forma parte del proyecto “Aprendizaje convivencial para fomentar la participación, la cohesión comunitaria y la salud psicosocial en la colonia Miravalle”, una investigación realizada desde el Departamento de Educación, Psicología y Salud del ITESO. 

“La investigación concluyó en diciembre de 2021. Comenzó a partir de la problemática de inseguridad que se vive ahí. Se realizó una mesa de trabajo con el ayuntamiento y, después de analizar diferentes colonias, se eligió Miravalle”, relató Danielle Strickland, integrante del DPES y quien agregó que una de las preguntas buscaba responder la investigación era cómo impulsar la cohesión social en la colonia. 

Liliana García, también académica del ITESO, señaló que apostaron por un modelo de aprendizaje convivencial con el objetivo de “favorecer el aprendizaje de la participación ciudadana y la construcción de vínculos comunitarios”. La académica explicó que el aprendizaje convivencial privilegia las prácticas colaborativas de construcción de conocimiento desde relaciones igualitarias. En ese sentido, añadió, el primer paso consistió en crear un denominado “grupo motor”, integrado por actores sociales de la comunidad, en el que se buscó privilegiar la diversidad. Una vez conformado el grupo, se realizó una exploración de la comunidad, un diagnóstico y se proyectaron acciones concretas, mismas que se ejecutaron y se evaluaron para recuperar los aprendizajes. 

Además de Diego Partida, otro de los integrantes del grupo motor Miravalle fue Fernando Romo, quien explicó que una de las primeras cosas que detectaron fue que “la falta de sentido de pertenencia y de educación promueven la cultura del ‘valemadrismo’ en la colonia”, por lo que una de las líneas que trazaron fue la de fomentar la idea de la colonia como un espacio para la creación y el conocimiento. 

Diego Partida comentó que uno de los objetivos de Somos Miravalle es encontrar aquellas cosas que identifican a los habitantes del lugar y, sobre todo, vincular a las diferentes generaciones. 

Por su parte, Gabriela Sánchez, quien junto con Lourdes Centeno integra el equipo de académicas —“las itesianas”, les decían los vecinos—, señaló que uno de los frutos del trabajo realizado se puede apreciar en el fortalecimiento de los procesos de participación comunitaria, las redes y la articulación de actores y la capacidad de gestión colectiva que comenzó a desarrollarse en la comunidad. 

Brian Palmer-Rubin, de la Marquette University, casa de estudios confiada a la Compañía de Jesús con sede en Milwaukee, fue el encargado de hacer algunos comentarios sobre la investigación. Explicó que en este tipo de proyectos siempre se logra más cuando se consigue organizar a personas con intereses comunes, y dijo que lo importante era responder a la pregunta de qué iba a pasar cuando las investigadoras se retiraran del proyecto y éste quedara completamente en manos de las y los vecinos. En ese sentido, añadió, lo importante es “ser complementarios, es decir, apoyar, facilitar, compartir, y no sustitutivos”. 

Por su parte, Danielle Strickland señaló que el grupo motor sigue trabajando y realizando actividades, lo que es evidencia de que los vínculos se han mantenido. 

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