El Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano (PLIUL), cumple 15 años de promover un espíritu de servicio y solidaridad entre jóvenes estudiantes de las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús

En el contexto social, político, económico y de salud que se vive en América Latina, proponerles a los jóvenes que se formen como líderes ignacianos y cultivar la esperanza en ellos constituye un desafío para 2022. Así lo expresó Luis Arriaga Valenzuela, SJ, presidente de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), y rector de la Universidad Iberoamericana.

El pasado miércoles 15 de junio, la Casa ITESO Clavigero se convirtió en el escenario para la celebración de los 15 años de vida del Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano (PLIUL), que nació en 2007 y del que actualmente forman parte 15 universidades de nueve países que pertenecen a la AUSJAL: México, Guatemala, Venezuela, Colombia, Ecuador, El Salvador, Chile, Nicaragua y República Dominicana. En estos años, por sus filas han pasado al menos 4 mil estudiantes.

En las palabras que dirigió a los asistentes en forma virtual, Arriaga Valenzuela explicó que el PLIUL está situado en el corazón de la identidad de las instituciones jesuitas, cuyos frutos son vidas dedicadas a la reconciliación social, a la justicia y a la armonía con la casa común.

Al referirse a la situación en la que quedó el mundo después de la pandemia, reflexionó: “Estamos todavía en un momento de desencanto, ya que estas transiciones no han significado un mayor bienestar para la mayoría de nuestras poblaciones. Quienes participan en el PLIUL conocen bien este contexto. Antes de trabajar su propio liderazgo estudian las sociedades de las que forman parte, experimentan sus desafíos, a través del acompañamiento de las comunidades que intentan transformar; se trata de jóvenes que, como Jesús, establecen amistad con sus pares. Caminan las ciudades y espacios naturales donde transcurren sus vidas, atestiguan y enfrentan las desigualdades de nuestras sociedades latinoamericanas”.

Quienes han tenido la fortuna de participar en el PLIUL a lo largo de estos 15 años, dijo el otrora rector del ITESO, no se conforman con las explicaciones sencillas y carentes de contenido para las grandes problemáticas de nuestra sociedad: “En cambio se indignan con las muertes y las víctimas de la violencia, la pobreza y la depredación de nuestros ecosistemas. Se preguntan con otras y otros, a la manera de San Ignacio, lo que han hecho y lo que pueden hacer para aportar a la construcción de una sociedad de derechos, consciente y compasiva. Estas personas jóvenes han aprovechado las capacidades desarrolladas en nuestras aulas y laboratorios”.

El PLIUL es un proyecto que busca que jóvenes de entre 18 y 23 años de edad de las instituciones educativas jesuitas desarrollen un espíritu de servicio, solidaridad, conciencia crítica, compromiso con los demás y comprensión de la realidad sociopolítica de sus países, desde la perspectiva de San Ignacio de Loyola. En estos días, el programa cuenta con al menos mil 500 estudiantes de América Latina.

A la Casa ITESO Clavigero asistieron el Rector de esta Universidad, Alexander Zatyrka, SJ; Resurrección Rodríguez Hernández, egresada y coordinadora del PLIUL en el ITESO; Mauricio López Oropeza, vicepresidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía y colaborador del Consejo Episcopal Latinoamericano. De forma virtual acompañaron Sheila Gonçalves Da Silva, co-coordinadora y fundadora latinoamericana del programa; y Susana Espinoza Soto, coordinadora de proyectos en el Instituto de Salud Pública y de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Dentro de los comentarios y cuestionamientos de los asistentes a los panelistas se abrió el tema de la perspectiva de género dentro del PLIUL, como un asunto oportuno en el contexto actual.

Para Sheila, en el programa se vive desde la igualdad y el derecho: “En el panel ahora la mayoría somos mujeres. Hay una voz bien interesante emergiendo que ojalá siga creciendo y que se ocupen también otros lugares en la Iglesia, en la sociedad. Que es lo que se está haciendo, pero ojalá fuera con más fuerza y velocidad para poder estar también en muchos espacios más”.

Resurrección destacó la participación de las jóvenes que, a lo largo de estos años han trabajado para que la perspectiva de género esté presente en el PLIUL: “Los movimientos vienen desde abajo y son los que van cambiando los programas, las currículas y las instituciones. Acompañar a estas chicas ha sido un gran reto, un espacio formativo para mí. Creo que ahí las nuevas generaciones son las maestras, tenemos que escuchar, particularmente a las mujeres, acompañar sus luchas dentro del ámbito educativo universitario y creo que eso ha sido lo que nos ha movido”.

“En el PLIUL siempre nos hemos preocupado por hablar y trabajar, desde una propuesta cristiana, los derechos humanos, la dignidad, la igualdad para todos y todas, pero sin duda creo que las estudiantes nos han movido para explicitar temas específicos”, agregó.

Para Susana, la vida invita a sumarse a los procesos que están ya caminando: “Una de las bondades que también siento que hubo en nuestra formación en el programa fue el comprender la relevancia que tienen los procesos que ya han sido iniciados y promovidos, por las comunidades a las que hemos decidido acompañar. Eso de sumar esfuerzos y desde ahí también invitarnos a transformar, creo que es una de las opciones. Sin duda se podría hacer algo mucho más con este enfoque de acompañamiento a este post formativo, a los egresados”.

Por su parte, Mauricio insistió en que un liderazgo ignaciano sin una entrega absoluta de servicio y sin una encarnación es pura simulación: “Yo creo que esto es importantísimo, hay múltiples propuestas, pero ésta creo que no da lugar para dudas y creo que nos invita a hacer el trayecto completo de la experiencia de los ejercicios; al menos eso es algo que yo me trato de recordar todo el tiempo, porque parece que a veces nos quedamos en esa experiencia de encontrarnos amados por el dios de la vida, sanados, profundizando en ello, y nos quedamos ahí”.

“Ojalá que nuestros procesos de liderazgo ignaciano puedan ir en esta línea de planificar todo este ciclo que nos regala San Ignacio, que es transformación personal y transformación de la realidad y la sociedad”, expresó.

Hacia la parte final del encuentro, el rector del ITESO expuso que, al final, para lograr los objetivos ignacianos, lo único que es indispensable es una relación de cercanía, intimidad y cariño con el Señor Jesús: “No como una idea o como un concepto o una abstracción, sino como una presencia interactuante, el discernimiento. Hay que esperar la respuesta, no la podemos inventar nosotros ni nosotras, esa pregunta cotidiana es cómo quieres señor que amemos hoy. Es decir, cómo vamos a encarnar el amor tú y yo y las demás personas que formamos parte de este grupo que tú convocas “.

FOTO: Luis Ponciano