Alumnos de Ingeniería Industrial del ITESO aplicaron los conocimientos de su carrera al Proyecto de Aplicación Profesional “Procesos organizacionales y comunitarios en Juanacaxtle”.

Reducir costos y aumentar utilidades son conceptos que se relacionan por igual con empresas y con organizaciones civiles.

juana

Esto lo saben hoy Carolina Magaña, Diego Oviedo, Gustavo Cárdenas y Luis Mañón, alumnos de Ingeniería Industrial del ITESO, a quienes el Proyecto de Aplicación Profesional “Procesos organizacionales y comunitarios en Juanacaxtle” los llevó a implementar conceptos de su carrera para mejorar la operación del Banco de Alimentos de Juanacatlán (BAJU).

“La carrera se enfoca mucho en reducir costos y aumentar utilidades, aunque no solamente es eso. El hecho de que puedas aportar algo con tus conocimientos para que mejore la alimentación de la gente y la cultura laboral de una organización es lo que más me ha gustado“, dice Gustavo, quien entró al proyecto en primavera.

Gabriela Muñoz, coordinadora del PAP, señala que el banco de alimentos está vinculado al Centro Educativo Integral Comunitario de San Antonio Juanacaxtle, donde se imparten cursos de computación, inglés o micronegocios en los niveles de bachillerato y licenciatura.

Este 2014 coincidió que los estudiantes que se inscribieron al PAP pertenecían todos a la misma carrera y un cambio en la directiva del banco, lo que llevó a identificar la necesidad de mejorar su estructura y sus procesos. Carolina, Diego, Gustavo y Luis se enfocaron en implementar una herramienta de trabajo de origen japonés denominada “Las cinco S”.

Los cinco conceptos son: Clasificación, Orden, Limpieza, Estandarización y Disciplina. “Lo primordial era cambiar la manera de trabajar”, apunta Gustavo, quien con el resto del PAP sostuvo varias reuniones con Rosendo García, director del banco, con Rosalba Bedoy, presidenta y una de las fundadoras del BAJU y del centro y con los voluntarios que laboran en el proyecto.

El reto de la continuidad y el perfeccionamiento

A partir del verano, además de darle continuidad a la cultura de las cinco “S”, el PAP inició un diagnóstico del funcionamiento del banco.

“A partir de lo que ya se hacía había que definir qué se podía mejorar y qué se tendría que eliminar –si es que tocaba– o continuar de lo que ya se hacía bien”, explica Muñoz.

Esta “radiografía” del Banco de Alimentos de Juanacatlán se elaboró con la finalidad de que todos los colaboradores identificaran el alcance de sus acciones, por lo que organizaron talleres tanto con quienes reciben el alimento, como con los comités que auxilian a las comunidades.

Mil 200 familias de 22 comunidades de seis municipios de Jalisco reciben despensas del BAJU, el cual se encarga de recolectar comida, almacenarla y distribuirla. Una vez que el alimento llega, el banco separa los productos que están listos para ser entregados y, en el caso del arroz, el frijol o el azúcar, los pesan para dividirlos equitativamente.

El BAJU nació como una extensión del Centro Educativo Integral Comunitario, organismo construido en un terreno donado por la Compañía de Jesús.

“El Banco Diocesano de Alimentos de Guadalajara empezó a atender a la comunidad de San Antonio y vieron la posibilidad de que nosotros fuéramos un banco de alimentos”, rememora Rosalba.

Rosendo afirma que el banco que es una institución diferente. “Es un banco de ideas, de recursos y de conocimientos para que la gente se enriquezca, no de manera individual, sino de manera colectiva”.

Otro de los proyectos que el banco está analizando poner en marcha para garantizar su sustentabilidad, tiene que ver con aprovechar los desperdicios que se generan, hacerlos composta y comercializarla. Foto Roberto Ornelas