“Mi trabajo estará encaminado a seguir transformando el ITESO como comunidad desde la perspectiva del ideal cristiano, que no es una sociedad, sino una comunión”, afirma Alexander Zatyrka, SJ, el nuevo Rector de la universidad, para quien la dignidad de las personas es una noción fundamental que orientará su trabajo

Es bien conocido por la comunidad universitaria, con la que ha desarrollado vínculos gracias a su trabajo como profesor y también gracias a sus conferencias sobre espiritualidad ignaciana, entre otras actividades que tuvo hasta hace poco más de dos años, cuando fue destinado a servir como Rector en la Ibero León. “La misión fundamental que me había dado la Provincia era la formación de los jesuitas que estudian en el ITESO; yo era superior en el filosofado y también daba clases aquí”, dice Alexander Zatyrka, SJ, quien está contento de regresar con una nueva encomienda: desde principio de año es el nuevo Rector del ITESO y entiende que, en esta nueva responsabilidad, tendrá que conocer la universidad desde una perspectiva distinta. 

Es de esperarse que esa perspectiva esté impregnada por las mociones centrales que han conducido su vida y su trayectoria, como sacerdote jesuita, como estudioso de la Teología y de la Filosofía y como profesor.  

“Uno de los temas centrales de mi interés vital”, afirma, “como jesuita y como ser humano y como cristiano, es la experiencia de trascendencia, es decir, la experiencia que los seres humanos tienen de la profundidad de la realidad; captar que podemos tener una visión superficial de las cosas, e inclusive pasar toda la vida con esa visión superficial, tomando decisiones que a la larga te afectan negativamente, y conocer y transitar maneras de encontrar la profundidad”.  

Uno de los cauces que ha tomado su interés en la experiencia de trascendencia, recuerda Zatyrka, son las conferencias que impartió en el ITESO acerca del cristianismo en el mundo contemporáneo, una serie cuyo séptimo ciclo quedó interrumpido por la irrupción de la pandemia, hace alrededor de dos años, y que habrá de reanudarse en marzo.  

“Se fue cubriendo una gama de temas que yo consideraba que eran importantes: empezamos con el Jesús histórico, un acercamiento al conocimiento no solamente teológico —que desde luego es importante—, sino también arqueológico e histórico de la figura de Jesús. Fue un buen inicio, porque atrajo mucho interés. De ahí seguimos con Mistagogía: tratar de entender que hay todo un bagaje de didácticas, de maneras de facilitarle a las personas la experiencia de trascendencia, de encuentro con Dios, de encuentro con la profundidad de la realidad y de su realidad. Eso fue en el primer ciclo.  

“Inmediatamente después, discernimiento ignaciano. La Compañía de Jesús no nace, como a veces se presenta, como el producto de un estratega militar: nace de la experiencia mística de un ermitaño, que es Ignacio de Loyola en Manresa”, aclara Zatyrka, y precisa el sentido que, a su juicio, debe darse al hecho fundacional que representó la herida sufrida por el santo en una batalla: “Yo entiendo el sentido, y sobre todo el valor arquetípico de la herida, aplicado a un mundo que se está reconociendo herido, y que en vez de dejarse llevar por una especie de pesimismo, ante esa situación de fragilidad, descubre que las heridas pueden tener una cara positiva, formativa. Para mí, la conversión de san Ignacio no se debió a su herida: la herida es un accidente. Lo que convirtió a san Ignacio fue la experiencia de silencio. Por la herida, tenía que pasarse horas en un cuarto, solo, porque no tenía alguien que lo estuviera atendiendo permanentemente, y esa soledad y ese silencio lo forzaron de alguna manera a descubrir su interioridad. En esa interioridad experimentó una realidad que lo trascendía, una realidad que se comunicaba con él. De ahí sale la Compañía de Jesús, de ahí sale el sentido del discernimiento; por eso, el tercer tema fue el discernimiento, pegado a Mistagogía.  

“Luego pasamos a Ética Cristiana, y de ahí pasamos a Eclesiología:  entender el misterio de la Iglesia como una comunidad de convocados con una misión: transmitir la buena noticia al mundo. El siguiente tema fueron los sacramentos; e iba a empezar el ciclo de los cuatro evangelios, con Marcos, cuando vino la pandemia”. Es precisamente este tema con el que se reanudará el ciclo.  

«Tenemos un reto importante en mantener el sentido humanista cristiano de nuestra educación. Ya lo hacemos, principalmente gracias a las personas, colaboradores y colaboradoras —que finalmente son quienes construyen la comunidad universitaria— que, habiendo asumido y habiendo tenido esa experiencia, la modelan. Es decir, porque la viven, la transmiten”.  

La inspiración cristiana para la Universidad

Acerca del rumbo que el ITESO podrá seguir de ahora en adelante, el Rector hace énfasis en la importancia de que la institución se mantenga fiel a su identidad como una universidad de inspiración cristiana. 

“No somos una universidad confesional —que sí las hay—: somos una universidad de inspiración cristiana”, afirma, y recuerda a este respecto la Lectio Brevis —la conferencia inaugural del semestre— que dictó en el arranque del Otoño de 2020, dedicada a explorar “El sentido de la ‘inspiración cristiana’ de nuestra Universidad”. Allí expuso algunas de las condiciones que debe cumplir una institución como el ITESO en función de la vocación que le da sentido, empezando por la importancia que la visión cristiana concede al concepto de persona, a partir del hecho de que «para el Dios revelado por Cristo lo fundamental son las personas, los seres humanos», como afirmó entonces. 

“Más allá del discurso cristiano, lo que explicité ahí es razonable inclusive para una persona que no tenga un referente confesional. Ésa es la riqueza del cristianismo, ésa es la riqueza de la educación jesuítica, y por eso, en lugares donde no hay mayorías cristianas, o también donde viven minorías que no son cristianas, no tienen ningún empacho en mandar a sus hijos a nuestras escuelas. Con todo, sí, la inspiración cristiana acota estilos, y en eso la centralidad de la persona es básica: la persona desde su dignidad. Se trata de estudiar el misterio de lo humano y, desde ahí, emprender la elaboración del resto del pensamiento. 

«Tenemos un reto importante en mantener el sentido humanista cristiano de nuestra educación. Ya lo hacemos, principalmente gracias a las personas, colaboradores y colaboradoras —que finalmente son quienes construyen la comunidad universitaria— que, habiendo asumido y habiendo tenido esa experiencia, la modelan. Es decir, porque la viven, la transmiten. Hay un perfil de egresados y egresadas que a mí me gustaría no perder, sino consolidar, profundizar, enriquecer, para que la sociedad, que finalmente es la beneficiaria de nuestro servicio educativo, reconozca ese plus de la educación jesuítica». 

El ITESO al servicio de la sociedad

Desde el conocimiento que tiene de la historia del ITESO, y de sus contribuciones a la realidad social donde esa historia ha transcurrido, el Rector entiende que la mejor forma que la Universidad tiene de servir a la sociedad consiste en seguir propiciando el trabajo directo de sus investigadores y sus estudiantes en esa realidad. 

«Yo creo que el ITESO ya ha sido vanguardia en ese tipo de incidencia en su entorno social, desde lo que hace años han sido todas las iniciativas para llevar la Universidad al campo, a las comunidades indígenas, entrar a toda la problemática del agua, etcétera. Además, está el gran paso que representa no solamente tener investigadores, sino que, junto con quienes aportan el conocimiento a la problemática de la sociedad, también estén los alumnos», destaca, refiriéndose a la labor que se hace en los Proyectos de Aplicación Profesional. «La experiencia que se gana con eso, la interacción que se da entre la comunidad universitaria y la sociedad en la que estamos insertos, es una intuición de vanguardia impresionante. 

«El ITESO, por los años que tiene trabajando con eso, tiene mucho que aportar al Sistema Universitario Jesuita, y a otras universidades: nos consta que vienen porque quieren entender, sobre todo las universidades que honestamente están interesadas en cumplir el rol que les corresponde de servicio a la sociedad, que realmente tienen claro este sentido de la Universidad como lugar donde el universo confluye y donde se piensa y se dice y se incide en esa realidad externa». 

Los desafíos que plantea este tiempo

«Voy a empezar por lo más universal y que no podemos soslayar», señala cuando se le pregunta, a la vista de las circunstancias presentes, cuáles son los desafíos más importantes que encara el ITESO. «Hay toda una inquietud a nivel mundial sobre la pertinencia de las universidades, y la pandemia aceleró esa búsqueda de formas de reinventarse. Esto abre varios frentes: uno es que no se pierda la importancia del modelaje en los procesos educativos». 

Nuevamente echa mano de su experiencia como profesor para reflexionar acerca de los nuevos modos que tienen los estudiantes de acercarse al conocimiento, y qué es, en su juicio, lo que habría que corregir. «A lo largo de los seis años que fui profesor pude captar que el estilo de interacción en el aula había cambiado de una forma impresionante, porque yo llevaba dando clases cerca de 30 años —desde que empecé mi carrera, como asistente del laboratorio Microbiología, y luego fui profesor asistente mientras hacía la maestría en Cornell—. ¿Y qué es lo que vi? Que los chavos, cuando yo iba compartiendo los temas, tomaban algunas palabras o ideas que les llamaban la atención —me imagino que en diálogo con su propia experiencia— y las iban corroborando, o bien abriendo vetas nuevas a través del acceso a la información. Tocábamos, por ejemplo, un concepto de la fenomenología: qué es esta epojé, desde Husserl, qué es lo que está detrás de eso, y eso les llevaba a otro autor, y luego a otro autor… porque piensan: ‘Esto es más rápido, esto responde lo que a mí me interesa en este instante’. 

«Esto trae como consecuencia otro de los grandes retos de la Universidad, que es hacer entender a los chicos y chicas que no vienen a poner su vida entre paréntesis. La Universidad se tiene que repensar para hacerles ver que no es eso: es un momento muy importante de sus vidas, y sobre el cual van a construir todo lo que viene después. ¿Cómo hacer que la experiencia del campus no sea: ‘Ay, tengo que ir allí para que me palomeen y eventualmente saque una nota y eventualmente me den un título con el que puedo hacer lo que me dé la gana, un título con el que puedo volver a mi vida’? Aquí de lo que se trata es de que los alumnos sientan que, así como el gimnasio y el club son lugares de referencia donde la vida se desarrolla, lugares interesantes, la Universidad es también un lugar donde, en mi interactuar con los demás, voy creciendo y me voy haciendo con otros. Los estudiantes vienen buscando un ambiente que les gusta. Yo creo que, a futuro, en el ámbito de la educación superior, ese elemento va a ser fundamental”. 

«El ITESO puede crear los espacios para constituirse como un lugar donde las partes contribuyentes —para no decir beligerantes, o en controversia— sientan que pueden expresarse: van a ser escuchados y escuchadas y va a haber una mediación informada, profesional, académica». 

El ITESO, fiel a su identidad

Además de sostenerse como una institución pertinente, otro de los desafíos que enfrenta la Universidad, afirma el Rector, es la necesidad de mantenerse fiel a su identidad y a su vocación. 

«La Universidad es una realidad donde confluye lo universal, desde una perspectiva de punta de lanza en el avance del conocimiento. Eso implica proveer, para quienes transitan su formación aquí, el ambiente donde haya una formación no meramente disciplinar, enfocada sólo a lo que les interesa, sino también una formación humana, que les capacite para contribuir a la sociedad de una forma constructiva, transformadora. Varios generales de la Compañía han dicho que lo fundamental no es cuántos alumnos hay en matrícula, o cuántos se gradúan, sino a dónde van y qué hacen después; ahí sabemos si estamos acercándonos a ese ideal que expresó de manera magistral el padre Adolfo Nicolás, SJ,: formar no a las personas mejores del mundo —no nos interesa esa visión segregacionista o elitista—, sino a las mejores para el mundo, que incidan desde su capacidad y conocimiento en crear un mundo mejor, más humano, más justo, más equitativo”. 

En un tiempo en que la discusión pública está viciada por la confrontación y en que la sociedad tiende a polarizarse, a veces de modos aparentemente irreconciliables, la Universidad tiene que alentar la cultura del diálogo, la búsqueda de consensos y de acuerdos que permitan salir adelante. Es una responsabilidad que Zatyrka ve en función de uno de los principios fundamentales de la espiritualidad ignaciana, y que parte de «crear espacios donde se pueda dialogar, se pueda avanzar, y, eventualmente, llegar a consensos. […] La Universidad a futuro debe tener espacios donde los temas de frontera se toquen, y lo hagan, en una Universidad como el ITESO, desde una perspectiva humanista cristiana. 

«El ITESO puede crear los espacios para constituirse como un lugar donde las partes contribuyentes —para no decir beligerantes, o en controversia— sientan que pueden expresarse: van a ser escuchados y escuchadas y va a haber una mediación informada, profesional, académica». 

Las puertas de Rectoría están abiertas: buscaré la forma de que cada persona se sienta atendida, tomada en cuenta, creando espacios donde, desde el servicio de Rectoría, las demás instancias de la Universidad puedan decir su palabra, sus inquietudes, sus proyectos”.  

El ITESO es sus personas

“De entrada, cariño”, responde el Rector inmediatamente cuando se le pregunta qué siente por el ITESO. “No en abstracto, sino vinculado a personas. Porque el ITESO son las personas que están aquí. Si mantenemos el nombre, los edificios, hasta los programas, pero le quitamos a la gente y el sentir de la gente, el ITESO se acabó. Entonces, desde luego, un cariño profundo a la gente que constituye la comunidad; un cariño y mucho respeto al legado que recibimos, porque esto no se construyó en dos días: hay gente que le entregó la vida. Hay muchos sueños, muchos horizontes de vida que han confluido en la creación de lo que tenemos alrededor de nosotros, desde el padre [Xavier] Scheifler, SJ, que pensó que desde ninguna ventana por la que uno se asome vea otro edificio: ¿a quién se le ocurre eso? Hacer un campus donde, desde cualquier ventana, uno vea verde. Cuántos otros compañeros y compañeras han entregado su vida, sus sueños, porque el ITESO no es un lugar de trabajo: es mi comunidad vital, donde damos y recibimos. En el ITESO yo me siento parte de la comunidad. Ésta es mi comunidad, es donde paso la mayor parte de mi tiempo y lo seguiré pasando, y en particular en este nuevo servicio, que no solamente es ad intra, sino ad extra, porque el Rector no habla por sí mismo: habla por la comunidad. No va solo”. 

¿Qué mensaje querría enviar el Rector a cada una de las personas que forman esta comunidad?

Primero, que sepan que yo voy a abogar siempre porque su dignidad, su identidad y su aporte a la comunidad universitaria sean tomados con respeto y encuentren su lugar de expresión, dentro de una armonía comunitaria. Mi trabajo estará encaminado a seguir transformando el ITESO como comunidad desde la perspectiva del ideal cristiano, que no es una sociedad, sino que es una comunión. 

“La sociedad está pensada como una arena en la que están en pugna los individuos, y se ponen de acuerdo con las reglas mínimas del juego para no destrozarse”, reflexiona Zatyrka hoy, mientras se dispone a conversar con todas las instancias que conforman el ITESO para conocer a fondo su trabajo y sus necesidades. “Eso no es lo que nos interesa, una sociedad de individuos con una serie de reglas del juego. Nos interesa hacer una comunión de personas, y por eso es fundamental que las personas se sientan tratadas, integradas y respetadas en su condición de ser personas. Los individuos tienden a focalizar en sus derechos, y cuesta mucho trabajo entender los derechos de los demás, a menos que se presenten como reglas del juego; en cambio, la persona, de manera intuitiva, capta la dignidad de la otra persona, y desde esa convicción interactúa con ella. Yo creo que el Rector tiene que interactuar con todas las personas de la comunidad, y desde luego también de fuera de la comunidad, desde esa perspectiva. Por eso subrayo que las puertas de Rectoría están abiertas: buscaré la forma de que cada persona se sienta atendida, tomada en cuenta, creando espacios donde, desde el servicio de Rectoría, las demás instancias de la Universidad puedan decir su palabra, sus inquietudes, sus proyectos”. 

Nuestro nuevo Rector, Alexander Zatyrka, SJ, se desenvuelve en ocho idiomas: español inglés, alemán, francés, italiano, portugués, tseltal y quechua.

FOTOS: Luis Ponciano