La renovación de la Biblioteca nos da un pretexto para reflexionar sobre las maneras en que las y los miembros de la comunidad universitaria pueden experimentarla. Hoy te invitamos a pensar en la manera en que te invita a experimentar la creación
La biblioteca es una experiencia, no solo un lugar.
Entrar a ella es una experiencia de relación distinta con las personas, con el estudio, con el conocimiento, con el ruido y el silencio, con el tiempo, con uno mismo. Es un espacio vivo, un jardín en donde uno labra la tierra y las cosas crecen, germinan. Un instante memorioso en el que dialogas con lo contingente, un momento en donde pasan cosas que nos hacen distintos.
Pero ¿qué nos distingue de otros espacios o proyectos dentro de la universidad? ¿Qué nos hará significativos dentro de la trayectoria universitaria de cada uno de los integrantes de nuestra comunidad? ¿Cómo nos gustaría que fuera recordada la experiencia de estar en la biblioteca?
Hoy te invitamos a reflexionar sobre la manera en que en la Biblioteca nos lleva a experimentar la creación.
La Biblioteca como una experiencia de creación
Leer es un verbo sumamente activo, aunque no lo parezca; y en una biblioteca todos somos de alguna manera escritores: coautores, cogeneradores de contenidos, de ideas, de conocimiento nuevo.
Porque cada objeto y cada espacio de la biblioteca pretenden estimular la exploración, la discusión, la investigación, el descubrimiento, la deconstrucción y reconstrucción, el descubrimiento de posibilidades dormidas y el cultivo de nuevos talentos, propios y de los demás.
Crear algo nuevo no sucede repentinamente y por azar. La creación es un proceso lento y reflexivo, que implica “un diálogo profundo con aquello que ya ha existido antes”. Así, cada libro es “un dispositivo para inventar ideas”, que invita a ir pasando de un pensamiento a otro para construir sentidos nuevos, listos para ser compartidos.