La renovación de la Biblioteca nos da un pretexto para reflexionar sobre las maneras en que las y los miembros de la comunidad universitaria pueden experimentarla. Hoy te invitamos a pensar en la manera en que te invita a apreciarla como una experiencia viva
La biblioteca es una experiencia, no solo un lugar.
Entrar a ella es una experiencia de relación distinta con las personas, con el estudio, con el conocimiento, con el ruido y el silencio, con el tiempo, con uno mismo. Es un espacio vivo, un jardín en donde uno labra la tierra y las cosas crecen, germinan. Un instante memorioso en el que dialogas con lo contingente, un momento en donde pasan cosas que nos hacen distintos.
Pero ¿qué nos distingue de otros espacios o proyectos dentro de la universidad? ¿Qué nos hará significativos dentro de la trayectoria universitaria de cada uno de los integrantes de nuestra comunidad? ¿Cómo nos gustaría que fuera recordada la experiencia de estar en la biblioteca?
Hoy te invitamos a reflexionar sobre la manera en que en la Biblioteca nos lleva a apreciarla como una experiencia viva.
La Biblioteca como una experiencia de creación
Nuestra biblioteca no es un objeto, ni un producto ni un acervo: es un proceso. Que se mantiene latiendo gracias a un cuerpo de personas vivas, con nuestras propias historias; apasionadas por los libros, por las palabras y por los signos, aun cuando amamos el silencio.
A los que trabajamos cotidianamente en ella, la biblioteca nos seduce, nos reta, nos desafía cada mañana, mostrándonos que aún no la sabemos dominar.
Es cierto que somos los expertos en un campo muy específico, pero es un campo que atañe a todos y nos hace transversales, afines a cualquiera.
No somos una instancia de servicio, aunque servimos. No estamos en un solo un espacio físico, aunque nos encanta nuestro edificio. Compartimos nuestro quehacer, somos de todo el campus y nos podemos extender como ramas, orgánicos. No esperamos a que nos busquen: vamos. Incluso queremos ir más allá de las fronteras del campus, al sur de esta ciudad que tanto ha crecido en calles y casas, pero no en espacios comunitarios.
Somos un equipo formador también, aunque no demos clases; sabemos que nuestra vía educativa es indirecta y que nuestros resultados no se apreciarán pronto, pero no tenemos prisa. También eso hemos aprendido de los libros.