Ante la ola de violencia en la que está sumida nuestro país, es pertinente preguntarnos, como cristianos, qué elementos podríamos tomar en cuenta para discernir, en lo personal y en lo colectivo, y pensar en las actitudes y acciones que podríamos tomar ante este contexto doloroso y confuso

Por José Ignacio Maldonado Baeza, SJ, escolar jesuita

“No, no, no basta rezar,
hacen falta muchas cosas
para conseguir la paz” 

Alí Primera, No basta rezar

Lamentablemente, no es novedad decir que México se encuentra sumido en una ola de violencia que pareciera no tener fin. Acabamos de alcanzar la cifra de 100,000 desaparecidos de 1964 a la fecha y, según datos del INEGI, tan solo en 2021 se registraron 35,625 homicidios en nuestro país.[1] Además, respecto a los feminicidios, se estima que diez mujeres son asesinadas cada día. [2] A esto hay que sumar la creciente militarización que, “con un marco jurídico laxo y sin controles”, pone en riesgo “los balances democráticos y el respeto a los derechos humanos”. [3] Por si fuera poco, crímenes como los de Acteal, Atenco, Ayotzinapa o el asesinato de los jesuitas en la Sierra Tarahumara, lejos de resolverse, son utilizados con fines políticos o de otra índole, dejando fuera el respeto a la dignidad de las víctimas y de sus familiares. 

Ante esta situación es pertinente preguntarnos, como cristianos, qué elementos podríamos tomar en cuenta para discernir, en lo personal y en lo colectivo, y pensar en las actitudes y acciones que podríamos tomar ante este contexto doloroso y confuso. El papa Francisco, en su mensaje para la Quincuagésima Jornada Mundial de la Paz, en 2017, recordaba que, para la construcción de la paz, Jesús nos ofrece un “manual” en las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia”. [4]

En esas propuestas, encontramos una fuente muy importante para orientar nuestro actuar y refrendar nuestro compromiso social desde nuestra espiritualidad que opta, siguiendo el ejemplo de Jesús, por la no-violencia como camino. Por ello, el Papa nos invita a “aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de las propias responsabilidades”.[5] 

Usar a las víctimas

En las últimas semanas he notado algunas situaciones que me parecen preocupantes pues son un ejemplo de cierta tendencia a hacer un uso de las víctimas de la violencia para fines políticos o de otra índole, dejando de lado la búsqueda de la paz y la justicia. 

Un ejemplo de ello es el caso de Ayotzinapa. El pasado 26 de septiembre se cumplieron ocho años de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos. El tema estuvo en el debate público debido a la presentación de algunos avances en la investigación y de algunas detenciones como la del ex procurador general de la república, Jesús Murillo Karam, además de la filtración de un informe oficial sobre las investigaciones y la renuncia del fiscal del caso. 

En este mar de acontecimientos pudimos ver reacciones y posicionamientos de todo tipo: desde medios de comunicación pensando más en la primicia de la información que en el análisis de esta, hasta el uso del caso para criticar o desprestigiar a uno u otro partido político o personaje público. Lamentablemente muchos usan el dolor de los padres de los 43 como bandera para defender intereses particulares. 

Sin embargo, vale la pena destacar la labor del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, obra de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús que lleva legalmente el caso. Dicho centro ha sido un factor clave, poniendo en primer lugar el respeto a los estudiantes desaparecidos y a sus familias, acompañándolos desde cerca en su dolor y búsqueda. Por ello, en un artículo con el acertado título: “Ayotzinapa: ante todo, la dignidad de los padres y las madres”, el Centro Prodh destaca que:  

A lo largo de estos años, los familiares de los normalistas han dado un enorme testimonio de dignidad, como lo hacen diariamente también miles de familiares de víctimas en el país. Su esperanza es llegar a la verdad, ni más ni menos; si la verdad quedase atrapada en medio de una reyerta política, de nuevo quedarían defraudadas y defraudados. [6]

Todo esto va en consonancia a la propuesta del papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti en donde destaca la importancia de la búsqueda de la verdad y la justicia, imprescindibles para alcanzar la paz que “se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza”. [7]

Otro ejemplo reciente es el de los feminicidios de Ariadna Fernanda y de Lidia Gabriela. En ambos casos, nuevamente, se llevó a cabo una disputa mediática y política para hacer propaganda personal o usar la tragedia con fines políticos. Es algo lamentable, pues denota una falta de sensibilidad ante el dolor originado por la violencia. 

El pasado 10 de noviembre Estefanía Medina Ruvalcaba publicó en el diario Reforma una columna titulada “El botín feminicida” en el que critica que “el botín político y de popularidad sigue siendo estremecedoramente seductor para nuestra clase política, dispuesta a vejar la dignidad de las víctimas y poner en riesgo la legitimidad de un proceso, todo a cambio de algo de reflector y un poco de aplauso”.[8] 

Estos dos ejemplos nos deberían ayudar a poner atención en ese fenómeno lamentable en el que, entre otras cosas, podemos caer en la tentación de la revictimización o caer en discusiones que tienen fines políticos y que, lejos de unirnos, causan divisiones, olvidándonos de lo verdaderamente importante: ofrecer nuestro consuelo y buscar la paz y la justicia. 

¿Qué podemos hacer como cristianos?

Nuevamente me remito a la enseñanza de Jesús, quien nos recuerda que son bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, los puros de corazón y los que tienen hambre y sed de la justicia. Ahí tenemos una clave que nos puede ayudar a discernir y a tomar decisiones en el contexto social que vivimos. 

Por un lado, nos toca estar del lado de los que trabajan por la paz y de los “hambrientos y sedientos de justicia”. En mayor o menor medida, vale la pena involucrarnos en estas luchas. Todo esto desde la misericordia y pureza de corazón. Es decir, teniendo la no-violencia como bandera y no teniendo otro interés que el de la paz, buscando una justicia, no vengativa, sino misericordiosa que permita que no se repitan atrocidades como las que hemos vivido en tiempos recientes. 

Más allá de nuestras inclinaciones políticas, no podemos poner toda nuestra esperanza en un proyecto humano pues la historia nos ha mostrado que muchas veces acaban por corromperse. En cambio, si ponemos la esperanza en Jesús y su proyecto y actuamos en consecuencia, un futuro distinto será más viable. 

Y es que, como cristianos, estamos invitados a sumarnos a esta lucha por la justicia, pero desde una actitud de acompañamiento y cercanía. En ese sentido, también el Papa nos recuerda que “es bueno contemplar el oficio de consolador de Cristo nuestro Señor” y que, así como el Resucitado viene a consolar, nosotros hagamos lo mismo con nuestros hermanos y hermanas.[9]

Además, podemos preguntarnos qué nos acerca a la búsqueda de la verdad. Entre tanta desinformación y un uso a modo de la información, ¿cómo podemos distinguir aquella que, lejos de perseguir fines políticos, busca un acompañamiento cercano a las víctimas? Es una labor difícil, pero, como cristianos, estamos obligados a ello. Considero que antes de compartir alguna nota o publicación o de enfrascarnos en algún debate al respecto, es importante que nos tomemos un tiempo para discernir a la luz de las bienaventuranzas y del Evangelio qué nos acerca a los valores del Reino y qué nos aleja de ellos. 

Para concluir, cito nuevamente al papa Francisco, quien nos invita a que “prestemos atención a la verdad de esas víctimas de la violencia, miremos la realidad desde sus ojos y escuchemos sus relatos con el corazón abierto. Así podremos reconocer el abismo del mal en el corazón de la guerra y no nos perturbará que nos traten de ingenuos por elegir la paz”.[10]

[1] INEGI, Datos preliminares revelan que en 2021 se registraron 35,625 homicidios, Comunicado de prensa no. 376/22, México, 26 de julio de 2022. 

[2] Estefanía Medina Ruvalcaba, “El botín feminicida”, en Reforma, México, 10 de noviembre de 2022, p.11. 

[3] Centro Prodh, “Militarización: discernir la verdad”, en Animal Político, México, 17 de septiembre de 2022. 

[4] Francisco, Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la L Jornada Mundial de la Paz, Ciudad del Vaticano, 01 de enero de 2017, (6). 

[5] Ibid.

[6] Centro Prodh, “Ayotzinapa: ante todo, la dignidad de los padres y las madres”, en Animal Político, México, 01 de septiembre de 2022. 

[7] Francisco, Fratelli Tutti, Ciudad del Vaticano, 03 de octubre de 2020, (226). 

[8] Estefanía Medina Ruvalcaba, Op. Cit. 

[9] Francisco, Dejémonos consolar, Ciudad del Vaticano, 11 de diciembre de 2017. 

[10] Francisco, Fratelli Tutti, (261).