Vecinos, mujeres, hombres y niños, se convirtieron en directores, sonidistas o fotógrafos. Bajo el esquema del “documental participativo” y asesorados por el ITESO y otras asociaciones, produjeron cuatro documentales sobre sus esperanzas, convicciones y anhelos.

La gente de Zapotlanejo contó sus historias. Un ejercicio basado en la metodología del “documental participativo” armado por el ITESO, la asociación Tú y Yo en Sinergia y la productora Mamuht Cinema, le permitió a una veintena de vecinos tomar la cámara y convertirse en los realizadores de cuatro documentales, realizados del 8 al 13 de octubre de este año.

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Con la asesoría de 10 alumnos de distintas carreras del ITESO (Comunicación y Artes Audiovisuales, Psicología y Relaciones Internacionales) y del Programa de Migración del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS), 16 habitantes del municipio vecino de Guadalajara participaron primero en un taller y luego salieron con cámaras y micrófonos a grabar su cotidianidad, sus trabajos, creencias, tradiciones, lazos familiares y los impactos directos e indirectos de la migración hacia Estados Unidos.

“Se tomó en cuenta la identidad y la cultura de la comunidad, se les preguntó ¿qué era lo que querían contar? ¿Qué es importante para la comunidad?”, menciona Paloma Patlán, estudiante de Relaciones Internacionales y quien asesoró el documental Ofelia (ver sinopsis abajo).

La gente de Zapotlanejo eligió los temas, les prestó casa a los asesores, les dio de comer, abrió sus puertas de par en par.

“Esa es la intención, que la comunidad haga suya este tipo de actividades; es importante el producto, pero es más importante el proceso”, considera Patlán, quien junto a personas como Sofía de la Peña, del CIFS, o Flor Heinz, también alumna de Relaciones Internacionales e integrante del PAP de Migración, sacaron adelante este proyecto, el cual repartirá 150 copias entre los vecinos para que las distribuyan en sus comunidades.

El resultado de este ejercicio, basado en las experiencias que en julio de este año compartió en la colonia Santa Cecilia José Balado, director de DocuPerú, se describe brevemente a continuación:

 

Nuestros caminos, dirigido por Adelita Morales

“Todo muchacho crece y su sueño es el norte; unos logran pasar, otros no. Cuando se fue mi hermano, el mayor, lloré mucho. Y entonces van creciendo mis otros hermanos y se van yendo y es un vacío que te queda”. ¿Qué ocurre con los que se quedan? ¿Cuál es el impacto emocional –no solo económico–, de la migración hacia EEUU? Esta pieza le da voz a ese aspecto de un fenómeno con hondas repercusiones en Zapotlanejo.

Las Venadas, dirigido por Juanita Vázquez

El día apenas comienza y la cámara sigue muy de cerca a un niño mientras camina hacia la ordeña. Lo vemos dar de comer a los puercos y algunos detalles de su casa, un típico ejemplo de la vida rural en México. El sol ya está en lo alto cuando se pone a cepillar a un rojizo caballo, siempre en absoluto silencio. Luego aparecerán un hombre en una cantera, una mujer costurera y una fiesta religiosa, para cerrar, ya con la noche encima, con un par de bellas postales de la casa donde arrancó el documental.

Vivo recuerdo, dirigido por Néstor Torres

Suenan las campanas del templo. Uno tras otro, distintos vecinos de Zapotlanejo narran algunos pasajes de la vida del sacerdote cristero José Isabel Flores, santo patrono de la iglesia de Matatlán. Los gritos de “¡Viva Cristo Rey!” se escuchan hacia la mitad de un documental que, desde el título, busca mostrar la permanencia en el municipio de un complejo periodo histórico en la vida de Jalisco.

Ofelia, dirigido por Carolina Olivares

Lleva 37 años como “modista y diseñadora”. Es Ofelia, una menuda mujer que vivió en Estados Unidos, adonde se fue –lo dice con una risa como de niña traviesa– “para huir de un noviazgo. Me quería robar mi novio y lo terminé porque no me quería casar, estaba muy niña; le pedí permiso a mi mamá y me dejó ir”.

Años después Ofelia regresó a Zapotlanejo para poner su taller de ropa, enseñarles el oficio y darles empleo a varias mujeres de su comunidad, una decisión de la que se siente orgullosa, a pesar del precio que ha tenido que pagar: ver partir a sus hijos rumbo a EEUU.

“Construyeron una vida allá y tengo que entender que es su vida… y la tengo que respetar, aunque me esté costando el corazón”. Texto Enrique González