Emociones como enojo o tristeza pueden influir en la elección de comida. Por medio de los alimentos, muchas veces intentamos regular nuestros estados de ánimo, sobre todo los negativos, y esta práctica no es tan saludable.

Faltan tres semanas para que termine el semestre: la presión de entregar trabajos finales podrían afectar tu peso. En situaciones de estrés o que generan ansiedad, puedes caer en la tentación de “enfrentarlas” comiendo; o más bien evadirlas, a decir de Marisa Rico, profesora del Departamento de Educación, Salud y Psicología del ITESO.

“La comida tiende a ser una herramienta de evitación cuando algo nos pasa y no sabemos qué hacer con eso”, afirma. Situaciones como pasar por algún conflicto laboral, escolar o personal nos hacen recurrir a la comida de manera automática. “Está al alcance, en la tienda de la esquina, en la cafetería, en la máquina dispensadora, es rápido y puede ser económico”.

La egresada de la maestría en Psicoterapia por el ITESO afirma que, aunque las personas manifiesten que tienen ansiedad por comer, en realidad se trata de una manera de bloquear emociones o situaciones por las que no quieren pasar. Si debes tomar una decisión como irte de intercambio, estudiar un posgrado o firmar el contrato de una beca, por ejemplo, traerás rondando en tu cabeza estas situaciones y una manera de desconectarte de ese pensamiento que te angustia, aunque sea por un momento, es comiendo pizza, papas fritas, chocolates, pastel, lo que para ti sea delicioso.


Marisa Rico, quien imparte la materia “Teorías y modelos para la modificación de la conducta alimentaria” en la carrera de Nutrición, señala que el riesgo es que esto se convierta en un problema mucho más grande, y lo compara con los estados de cuenta de una tarjeta de crédito que no se abren y que se acumulan en el cajón de un escritorio: la deuda no desaparece, crece.

“Entonces, al crecer el problema, la persona va a necesitar bloquearse cada vez más y más, y va a requerir comer más. Va a sentir que tiene más angustia o ansiedad, pero hay que recordar que la ansiedad no es por la comida: es por bloquear la situación”.

En el estudio Impacto emocional, social y en imagen corporal que tiene la obesidad en las mujeres, que Marisa realizó, se encontró que las personas que tenían un índice de masa corporal mayor a 30 –que ya se considera que tiene obesidad en grado uno— reconocieron que habían llegado a ese punto por un mal manejo de sus emociones y no porque no quedaran satisfechas tras comer.

“Las emociones están completamente ligadas a la comida, porque son refugio”, afirma.

Kummerspeck es una palabra del alemán que se usa para hablar del exceso de grasa que una persona acumula al comer por estrés o tristeza, un fenómeno que ha sido estudiado desde hace décadas.

Esta expresión es recuperada por Michael Macht, de la Universidad de Werzburg, Alemania, en su artículo How emotions affect eating: A five-way model, que publicó en la revista de investigación Appetite (bit.ly/appetiteElsevier) en 2008, donde señala que emociones como el miedo, la tristeza o el enojo pueden incrementar el comer de manera compulsiva, y para regular el estado emocional, se suele recurrir al consumo de comida chatarra.

“Probar alimentos energéticamente densos (energy-dense) como azúcar y grasas evoca respuestas afectivas positivas”, señala.

Michael Macht habla tanto de los comedores emocionales como los no emocionales; y en estos últimos, las mismas emociones pueden afectar su patrón de consumo de comida.

¿Nutrir o llenar?
Paulo Orozco, profesor de la carrera de Nutrición del ITESO, señala que la relación entre las personas y la comida se ha ido modificando a lo largo de la historia de la humanidad. En los inicios, el principal objetivo de la alimentación era la supervivencia; hoy, siglos después de la Revolución Industrial, la comida tiene un valor de negocio y ha ido desplazando sus cualidades de nutrición desde el punto de vista biológico, de cuidado y afectivo.

“Antes la alimentación estaba en el núcleo de las familias”, menciona. En ese espacio la alimentación es diferente a, por ejemplo, en las grandes cadenas de hamburguesas, donde el objetivo tiene intereses económicos. “Aquí, el alimento genera una utilidad y llena el estómago”.

El profesor señala que los cambios culturales o sociales son más rápidos que los cambios genéticos. Aquello que ayudó a la humanidad a sobrevivir en el paleolítico ahora genera sobrepeso, obesidad, diabetes.

“Eso se llama transición epidemiológica y, de una forma natural, por sobrevivencia empiezas a buscar una alimentación más sana”. El problema es que no solo se hace por salud; muchas veces también es por seguir cierto patrón de belleza, lo cual ha generado nuevos problemas de salud como la ortorexia.

“El trastorno alimenticio que más vemos ya no es la anorexia o la bulimia: ahora es la ortorexia, que es la obsesión por la alimentación sana”, señala Marisa Rico. “Comer orgánico, libre de gluten, todo endulzado de cierta manera… esto está generando nuevas obsesiones y una relación insana con la comida”.

Para Paulo Orozco, la alimentación debería estar mediada por información “de cuál es el efecto que tienen los alimentos en nuestro cuerpo, en la ecología y en la sociedad”.

“No clavarte sólo en el efecto biológico, sino poder decidir de forma consciente; porque también se vale de vez en cuando irte a comer un hotdog porque se te antoja” y agrega que el problema son la dosis en las que se ingieren cierto tipo de alimentos, “si tomas demasiada agua te puedes enfermar”.

Marisa Rico, por su parte, afirma que habría que darle a la comida su valor justo y trabajar el tema de la evasión emocional utilizando alimentos.

“Muchas veces es miedo a crecer, porque el hacerme responsable de lo que como implica madurar. No todo el mundo puede afrontar el convertirse en adulto; el comer lo que se me antoja, a la hora que se me antoje es una conducta muy infantil, me protege de decir, ‘tengo que hacerme responsable de mi vida’”.

Esto también es evitación y el primer paso para romper con este círculo, afirma la profesora, es asumir el problema de frente.

“Se trata de buscar qué se está tapando emocionalmente y atenderlo prontamente. Entonces la comida adquiere un valor justo: un caldo de pollo es un caldo de pollo, y una rebanada de pastel es una rebanada de pastel, no es prohibido, no es pecado, no es culposo”.