Ya sean micro o macro, las algas tienen una importante serie de propiedades nutritivas que vale la pena estudiar para aprovecharlas lo mejor posible. Ese es el objetivo de un proyecto entre el ITESO y la Universidad Laval, de Québec.
POR ENRIQUE GONZÁLEZ

Ellas se mueven rítmicamente en las aguas saladas o dulces en las que viven, necesitan luz para desarrollarse, hay más de 20 mil especies en el planeta y guardan en su interior una rica mezcla de proteínas, vitaminas, minerales, fibras y antioxidantes, entre muchas otras propiedades que aprovechan industrias como la farmacéutica, la cosmética, la textil y, por supuesto, la alimentaria.

Equipo binacional de investigación ITESO-Universidad Laval

Equipo binacional de investigación ITESO-Universidad Laval

Aunque no hay una cifra oficial, se calcula que en el mundo se cultivan formalmente unos 6 millones de toneladas de algas anualmente, un negocio de más de 5 mil millones de dólares –según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)– que se concentra principalmente en Asia, continente que desde hace siglos tiene en estas uno de sus productos favoritos.

Fueron las algas y su potencial para enriquecer distintos tipos de alimentos las que han unido a un equipo interdisciplinar de cinco investigadores del ITESO con tres colegas de la canadiense Universidad de Laval.

Este grupo se empezó a gestar primero gracias al contacto hecho por Felipe Sánchez, egresado de Ingeniería de Alimentos, hoy profesor del ITESO y quien cursó allá su maestría, y luego mediante el fondo de movilidad entre Québec y México que los investigadores obtuvieron del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

“La intención del fondo es fortalecer la cooperación internacional y ver en qué podemos coincidir y en qué nos podemos apoyar mutuamente”, afirmó Raquel Zúñiga, profesora de Ingeniería de Alimentos del ITESO, a quien acompañan en esta iniciativa binacional David Mendoza y Cristóbal Camarena (Ingeniería en Biotecnología), Laura Arias (Ingeniería de Alimentos) y David Gudiño (Ingeniería Ambiental).

El ITESO fue el primero en viajar, yendo en septiembre a Canadá, para luego fungir como anfitrión de sus colegas, quienes alabaron ampliamente el equipo de los laboratorios de alimentos y biotecnología del ITESO y el nivel de sus estudiantes. De hecho, subrayaron que aquí tenemos una incubadora de anaerobiosis que en Laval les sería muy útil.

La “cadena” de trabajo itesiana está conformada por la producción de la microalga Spirulina –obtenidas en Sayula–, luego el secado (para conservar sus propiedades y transportarlas más fácilmente) y finalmente la inclusión de estas en alimentos aún por definir.

“Las algas tienen mucho futuro para seguirlas estudiando”

Raquel Zúñiga, profesora del ITESO

“Hicimos una presentación de los sistemas de secado solar que hemos estado utilizando, esto con la intención de que cuando obtengamos biomasa de las microalgas podamos aplicar el secado solar y ver qué resultados obtenemos, comparándolo con otros secadores”, explicó Gudiño.

“Nosotros estamos encargados de la producción de las microalgas. Allá, digamos que ‘presumimos’ los laboratorios de Biotecnología del ITESO, porque es donde las estamos produciendo junto con los alumnos y mediante tres métodos, uno de ellos un reactor air lift para evitar la ruptura por fuerza mecánica, ya que en vez de agitar con un rotor, las agitamos con burbujas”, señaló Mendoza.

 

Mejores alimentos al alcance de más personas

A diferencia de México, en Canadá no trabajan con micro, sino con macro algas marinas. En ambos casos, los investigadores consideran que este es un buen momento para impulsar la industria de las algas a partir de un proceso científico que derive en resultados escalables, alimentos enriquecidos y precios asequibles para los consumidores.

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“El reto para el siguiente año es evaluar las diferentes matrices [alimentos o bebidas] en donde podríamos integrar el ingrediente y que sean compatibles, que no vaya a causar una alteración, que se beneficie del alga, que tenga un sabor aceptable para el consumidor y que tenga un costo accesible”, mencionó Arias.

Los aztecas, recordó Camarena, ya comían la Spirulina, la cual cosechaban en el Lago de Texcoco y según los historiadores, los habitantes de Tenochtitlán comían “unos pastelillos verdes con sabor a pescado que sacaban del lago; son las mismas que se han estudiado durante las últimas décadas”.

Los profesores y estudiantes del ITESO que los apoyan tienen planeado presentar los resultados del proyecto “Ingredientes a base de algas para una alimentación humana y animal con un valor nutricional mejorado” el próximo año, en un congreso en Montreal. Fotos Archivo