Iván Basulto y Emilio Carvajal, egresado y estudiante de la carrera de Comunicación y Artes Audiovisuales ganaron el apoyo financiero del Fondo Netflix para la Equidad Creativa, después de su participación en el programa Horizonte Cinematográfico Rulfiano, del Festival Rulfiano de las Artes. Un impulso significativo para el desarrollo de sus cortometrajes
Por Diana Alonso
Iván Basulto y Emilio Carvajal, egresado y estudiante respectivamente de la carrera de Comunicación y Artes Audiovisuales del ITESO, no sólo fueron parte de los diez seleccionados para vivir esta residencia artística de una semana en Sayula, sino que ganaron el premio de 75 mil pesos al mejor proyecto del Fondo Netflix para la Equidad Creativa, el cual fue dividido entre Basulto (45 mil pesos) y Carvajal (30 mil pesos).
“Lo padre de estos espacios es que todos estamos buscando crear. Entonces es un ambiente muy fértil para las ideas […] Por las mañanas teníamos clases desde temprano hasta las tres. Después veíamos a los mentores”, dijo Carvajal.
A lo largo de esa semana ambos tuvieron la oportunidad de asesorar sus cortometrajes en desarrollo con la mirada de creadores como Andrea Stavenhagen coordinadora de la sección Morelia Pro; Carlos Taibo, productor y profesor de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC); Jorge Villalobos, director miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte; Matías Rulfo, escritor y conocedor de estrategias de financiamiento en el medio; y Juan Carlos Rulfo, galardonado director y docente del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

A Basulto no le consta que cuando estaba en la secundaría cayó y se dio un golpe tan fuerte en la cabeza que borró todos sus recuerdos, incluso el de ese instante. Entre los restos de su memoria se encontraban ideas básicas: Hablar, andar, comer y que, como todos, él tenía un padre.
Para ese entonces sus padres ya estaban separados. Sin embargo, no expresa añoranza por lo que pudo haber sido la etapa anterior a eso y aborda esa pérdida con realismo y distancia. “No puedes tener curiosidad de algo que no sabes. Yo no sé qué olvidé” mencionó.
Su curiosidad por conocer a su padre despertó años más tarde a la par de una rebeldía marcada por el consumo de sustancias y las peleas. Peleas que nunca culminaban en la violencia física, ya que Basulto era intocable. “Nadie me hacía nada. Por más que yo lo mereciera […] Siempre que me metía en un pleito alguien me terminaba salvando, diciendo – ¿Sabes de quién es hijo él? Es hijo del cobarde -”.
Esta situación, aunada a otros hechos hicieron que se atreviera a indagar en el pasado de su padre, quien reaparece en su vida de forma intermitente. A través de entrevistas, cartas y fotografías reconstruye el retrato de una persona que progresivamente está perdiendo el sentido de la realidad. “Es conocerlo antes de que él se desconozca a sí mismo”, añade.
El cortometraje, que también consiguió el apoyo de la convocatoria de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), 2024, ve más allá del misterioso temor ajeno, y de la sombra del apodo. También ha sido una oportunidad para regenerar un vínculo durante el tiempo que les sea posible.
“Es correr hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo. Tú te estás olvidando y yo te estoy conociendo. Estamos justo en medio”, dijo. Compartió que, al ser un proyecto con un gran involucramiento emocional, era necesario un espacio como el taller, en el que pudo complementar su perspectiva con la de los demás.

El heraldo de la muerte
Desde que era pequeño, Carvajal recuerda haber escuchado el dicho popular: “Cuando el tecolote canta, el indio muere”. El misticismo y las imágenes evocadas por la frase siempre le atrajeron, pero también le transmitía cierta tristeza ya que lo hacía pensar en la idea de que se nace y se muere en soledad.
En su cortometraje retoma esta figura y cambia su significado, en el que el tecolote no es un ser maligno, sino un heraldo de la muerte que ofrece su canto para acompañar los últimos momentos de vida de las personas.
“Busco rescatar esos aspectos, de la tradición oral. De los dichos y los refranes que ya no se usan tanto, pero que viven en los bordados de las abuelas y en las sobremesas”, añadió. La propuesta de stop motion une el folclore y la fantasía, mientras narra la historia de un niño que comienza a negociar con el tecolote, ya que teme la muerte de su abuela.
Carvajal, quien era el único estudiante de los participantes en el taller, compartió que este es un gran primer paso en el desarrollo de su proyecto, puesto que al haber colaborado antes en El Taller de Chucho, sabe que el stop motion es una técnica de animación ambiciosa, pero imprescindible para el estilo su historia.
FOTOS: Zyan André