El padre Alfredo Zepeda, SJ, presentó en Casa ITESO Clavigero su libro La Palabra Alcanza Lejos, testimonio de décadas de trabajo junto a pueblos originarios de Veracruz, entre espiritualidad, lucha comunitaria y comunicación desde Radio Huayacocotla
Culturas vivas entretejidas con música, palabra y trabajo comunitario. Páginas que interpelan y sacuden con fuerza y se constituyen en una brújula ética que hace encontrar la esperanza donde pareciera que no la hay.
El padre Alfredo Zepeda, SJ, ha pasado una vida entre otomíes, nahuas, tepehuas y totonacos de la Sierra Norte de Veracruz, conociendo su vida y sus modos de resistir, combinando espiritualidad con trabajo social y siendo parte del equipo de la estación de radio comunitaria Radio Huayacocotla, La Voz Campesina, que este 2025 cumple 60 años.
La crónica y el recuento de este periplo puede apreciarse en La Palabra Alcanza Lejos (Universidad Iberoamericana Puebla, 2023), libro que fue presentado en la Casa ITESO Clavigero, el cual fue publicado en su primera edición por Buena Prensa en 2021.
El evento fue organizado por el Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, SJ, (CUDJ) y la Coordinación de Reconciliación para una Cultura de Paz. La moderadora fue Resurrección Rodríguez Hernández, directora del Centro Universitario Ignaciano (CUI).
Zepeda, quien entró a la Compañía de Jesús en 1958, recordó que en la Sierra Norte veracruzana, la gente sigue viviendo, defendiéndose y resistiendo. Por ejemplo, ante la llegada de la industria minera a su territorio. Pero también hay resistencias en otras áreas de la vida, que tienen que ver con la alimentación, con la migración, con la seguridad, o incluso con la salud.
“Cuando el gobierno emprendió la guerra contra las parteras locales, todas las mujeres tuvieron que ir a un hospital del IMSS, lo que es un viacrucis que te desanima para tener tu segundo hijo, porque tienes que ir al ultrasonido, a la revisión mensual y al final es esperar un mes a que nazca tu hijo en la clínica, sin el apoyo de la comunidad, que antes era capitaneada por las parteras”, narró.
Este acto de resistir, cuenta Zepeda, ocurre con la defensa y la práctica al interior de las comunidades de sus usos y costumbres, celebrando sus fiestas, su modo de sembrar y cosechar, sus asambleas, su cuidado del territorio y sus propias espiritualidades, o produciendo ellos mismos lo que comen, pues a decir del padre, mientras haya maíz, frijol, quelites, sandía y otras 50 cosas que hay en la región, todo mundo está bien.
“Las comunidades indígenas tienen un proyecto para todo el país, todo mundo nos quejamos del individualismo, de que nuestro mejor amigo es la pantalla del celular, de la desigualdad, de que cada uno jala por su lado, y bueno, los pueblos indígenas tienen una propuesta, que es la comunitariedad y el proyecto colectivo”, mencionó.
El académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Jorge Alonso, quien conoce al autor desde hace 65 años, y realizó un amplio comentario sobre el libro, subrayó que esta obra no es un simple recuento etnográfico, sino que también es un medio de denuncia, que hace ver como las políticas públicas, la migración forzada y el extractivismo, han ido devastando territorios y modos de vida de los de abajo.
En el documento se analiza cómo la imposición de megaproyectos sin verdadera consulta, la pérdida del territorio comunal debido a reformas agrarias, el abandono estatal de la salud, educación y seguridad en las comunidades, los ataques del capitalismo nacional y transnacional, la criminalización de la migración y el anudamiento de lo estatal con el avance del crimen organizado han ido lesionando realidades y derechos comunitarios de estos pueblos.
Pero el relato no se estaciona en este panorama desolador, sino que además muestra cómo las palabras, cuando provienen de los sentipensares, pueden atravesar fronteras, y construir sentido en medio del desarraigo y la violencia. Ahí está, por ejemplo, el poder imaginativo de la radio comunitaria o el modelo colectivo que existe en cada comunidad, en el que se incluye la autogestión, la resistencia lingüística y la transmisión oral.
«No es una visión que promueva el pesimismo, sino que contribuye a la reactivación de una esperanza activa y comunitaria. Da cuenta de la importancia de un acompañamiento pastoral con acción solidaria y el dinamismo de una teología liberadora. Se recalca que la espiritualidad no puede estar separada de la justicia”, explicó.
Por su parte, Jorge Rocha, director de Integración Comunitaria del ITESO destacó que, más allá de las tragedias, lo que importa es que reconocer las iniciativas y maneras de vivir el mundo desde una perspectiva de esperanza. “Uno podría terminar de leer esto con el corazón destrozado, pero al final terminas con esperanza, porque estos pueblos nos dicen que se puede vivir de distinta manera y que se puede afrontar el capitalismo voraz de manera digna. Ellos siguen sobreviviendo y recuperando su vida y su espiritualidad y nos dan pistas de cómo hacer un mundo distinto”, declaró.
FOTO: Zyan André