Entre risas, nostalgia, una misa y una visita a la Biblioteca, celebran el 55 aniversario de la graduación de las exalumnas de la Escuela de Secretarias Ejecutivas Bilingües del ITESO
Era 1969 y la mayor “fechoría” que las estudiantes de una de las primeras generaciones de Secretarias Ejecutivas Bilingües del ITESO hacían era escaparse en el receso para ir a las Paletas Manhattan, allá por La Minerva, según recuerda la egresada de esta carrera, María Estela López.
Ésta y otras anécdotas recordaron las exalumnas de esta casa de estudios, quienes celebraron el 55 aniversario de su graduación, con una misa y un breve recorrido por las instalaciones de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, para luego pasar un momento de convivencia, viendo viejas fotos y recordando historias compartidas.
Con una vida breve pero fructífera, la Escuela de Secretarias Ejecutivas del ITESO funcionó de septiembre de 1960 a junio de 1975. De ella se graduaron 13 generaciones conformadas, en su totalidad, por alrededor de 300 alumnas que salieron en diversos años al mercado de trabajo y se colocaron, por lo general, en buenos empleos en prestigiosas oficinas de Guadalajara.
“Fui muy feliz en el ITESO. Como secretarias, siempre tuvimos los mejores puestos, en las mejores empresas: tenía sueldos de 3 mil 500 o 4 mil pesos, y me subían cada medio año. En ese entonces era mucho dinero, casi hasta 5 mil llegué a ganar; estoy hablando de 1969, entonces ganábamos muy bien. Egresar del ITESO era un honor para cualquiera. En cualquier lugar al que fueras te respetaban mucho”, expresó López, hoy de 73 años.
María Eugenia Medel, “La Morena”, es la principal impulsora de esta iniciativa que se gestó en un grupo bastante peculiar, pues desde que concluyeron su formación nunca han dejado de estar en contacto: “Uno de los jesuitas nos dijo que éramos un fenómeno, porque no hay otro grupo que conozcan que tengan reuniéndose 55 años, mes con mes. Hemos seguido unidas, pendientes unas de otras siempre: hasta tenemos un chat, que le puse ‘Itesianas’”.
El 4 de julio de 1969 fue la fecha de graduación de esta generación compuesta por alrededor de 50 estudiantes: “Cada 4 de julio es sagrado, no pa’ los gringos [por el día de su independencia], para nosotras, es una fecha conmemorativa muy importante”, dice “La More”. Este grupo fue viviendo en compañía desde las despedidas de solteras hasta las bodas y los nacimientos de los hijos; incluso, muchos de ellos también estudiaron en el ITESO.
A Medel, ahora de 75 años y quien además trabajó en la Universidad en diversas áreas, le tocó vivir varias cosas durante su etapa como estudiante itesiana: primero, la etapa estudiantil en La Casa de los Abanicos, en Libertad 1337 —adonde fue trasladada la escuela por un tiempo —; el regreso al campus para convivir con otras carreras como Psicología, Administración, Contabilidad, Ingeniería o Ciencias de la Comunicación; tiempo después, ya trabajando, cuando fue necesario quitar un gallinero para construir ahí el primer laboratorio del ITESO; o cuando recibieron como donación de parte del vivero del estado cientos de árboles para reforestar el terreno universitario.
“Había que plantarlos, y citaron a varios chicos de la escuela de Administración con pala y pico, a escarbar y poner árboles. Ahora me siento como la mamá de muchos árboles. Nos decía el padre Scheifler [en ese entonces Rector del ITESO]: ‘Toquen las ramitas de arriba, porque un día no las van a alcanzar’, y yo iba y tocaba todos los arbolitos. Fue una transformación, no digo mágica, porque fue mucho trabajo el que hubo, mucho esfuerzo y aportación económica”, recordó.
Otro suceso importante tenía lugar por aquellos años, pues hace cinco décadas fueron publicadas las Orientaciones Fundamentales del ITESO. Estos principios se reflejaban, según rememoraron tanto López como Medel, en acciones muy concretas de la comunidad itesiana.
“Se me hacía una labor muy bella y altruista, que quisieran jóvenes que fueran comunitarios y altruistas, que ayudaran a la sociedad en la que viven. Me encanta que el proyecto del ITESO sigue siendo un proyecto de amor a la comunidad. Me acuerdo cómo iban a las colonias pobres a abrir zanjas para que pusieran drenaje y agua. Fuimos al Cerro del Cuatro, me tocó ir a Guachochi y Creel, en la Tarahumara, fue algo muy bello lo que viví. Yo soy de un pueblo que se llama Atotonilco el Alto, y vi a mis padres hacer eso siempre, ayudando a la gente que no tenía”, aseguró Medel.
“Si yo volviera a tener esos años, volvería al ITESO. Precisamente era lo que nos gustaba, que nos iban formando en cada carrera. Pero aparte me daba cuenta de cómo formaban a toda la gente, con una visión propia, al mismo tiempo de ayudar, de ensimismarse, sino en ser para los demás: siempre nos enseñaron eso, era muy bonito”, añadió López.
Para María Patricia Chávez Shelly, egresada de 74 años, lo que ha vivido el ITESO a lo largo de estas décadas es un cambio extraordinario, empezando por las instalaciones y por todos los servicios con los que se cuenta ahora: “Cuando llegamos al ITESO, después de la Casa de los Abanicos, los arbolitos eran pequeñitos y había sólo dos edificios, uno era el de Secretaria Ejecutiva Bilingüe, y en el otro estaban los administradores y los contadores”.
Ella recuerda que entonces pocas universidades ofrecían carreras de ese tipo, y que también había muchos prejuicios sociales acerca de las mujeres: “No había casi universidades en Guadalajara, y a las que había mi papá no me dejaba entrar. Yo quería Medicina, pero era para puros hombres; entonces me dijo: ‘O entras al ITESO o te vas a costurita’, y a mí no me gustaba coser vestiditos, me gustaba andar en el campo, en un salón y con mis amigas”.
Finalmente, considera que el ITESO fue el mejor lugar que pudo elegir para estudiar. Aquí encontró un grupo muy sano, en el que ha tenido amigas de por vida y, además de un desarrollo profesional, descubrió valores centrales: “Aquí vivimos lo mejor de nuestras vidas como mujeres”.
FOTOS: Zyan André