El triunfo de la Selección Femenil Española en el Mundial se vio empañado por un acto no consentido y todo lo que se suscitó a partir de éste; especialmente la estructura alrededor de Luis Rubiales, lo que generó que las campeonas del mundo pusieran de nuevo el límite de la no participación en la selección, esta vez con mucho mayor cantidad de futbolistas involucradas en la medida
Por Miriam Padilla
¡Son campeonas del Mundial de la FIFA y mucho más! El 20 de agosto de 2023, con sus habilidades futbolísticas y su fortaleza mental, las españolas triunfaron en la máxima competencia internacional. También confirmamos que son esa gota de agua que cae constante sobre la roca, lo mismo en la sociedad que, específicamente, en el deporte: una gota que busca romper los esquemas rígidos y sexistas en su país. Esto lo sabemos al conocer las acciones posteriores que emprendieron ante lo que recién millones atestiguamos y que tuvieron lugar en un mismo día, en un mismo evento: la obtención del título más ansiado por una persona futbolista –el campeonato mundial–, y la manera en la que el machismo se cuela en su profesión.
Es el 20 de agosto de 2023. En la cancha permanecen las campeonas con actitud de festejo. Están ante la mirada de miles en las gradas del estadio australiano que albergó la final. Una a una, las jugadoras pasan al entarimado a recoger la medalla conmemorativa. En ese espacio las reciben diez personas autorizadas para premiarlas, entre ellas la reina Letizia de España y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Estas diez personas les sonríen, les dan la mano; algunas, como la reina, las abrazan. Sin embargo, llama la atención la manera en la que un hombre, llamado Luis Rubiales, las felicita y se sale de lo protocolario. La efusividad y la sonrisa en su rostro se mantienen. Sujeta con ambos brazos a las jugadoras, las besa en la mejilla sí o sí, y a algunas las levanta en vilo durante el abrazo. Y cuando llega el turno de la delantera del mexicano Pachuca, Jenni Hermoso, este personaje, que se hizo notar desde un principio, toma con las dos manos la cabeza de la jugadora y le planta un beso en los labios. Si desde antes ya cabía la pregunta acerca de la relación de ese hombre con las jugadoras como para hacerse sentir tan cercano, después del beso estallaron dudas que en cualquier lugar del mundo pudieron traer confusión: ¿qué acaba de pasar? ¿Qué es ese atrevimiento de “robarle un beso” a una jugadora, y además hacerlo en plena premiación por sus logros, en un evento mundialmente visto y transmitido?
Más de 75 mil personas acudieron al Estadio de Australia para ver la final entre España e Inglaterra, y ocho millones 672 mil espectadores vieron la entrega del trofeo a las campeonas. Todas estas personas observaron la interacción de diez segundos entre Rubiales y Hermoso, en la que fue evidente que el entonces presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF) se excedió. Que, con el contexto de ser su superior, violentó sexualmente a la futbolista al besarla sin su consentimiento. Sin embargo, una parte de la población y una representación del órgano rector del futbol español no entiende, no ve, o no quiere ver, la gravedad en las acciones de Rubiales. A ese sector le falta sensibilidad y/o conocimiento para reconocer que no es un hecho aislado, que histórica y sistemáticamente se violenta de diversas formas y en distintos ámbitos a las mujeres, en todo el orbe, y que en el presente no tienen cabida ni un acto más de violencia ni un acto más de injusticia e impunidad. Más bien, históricamente nos deben a las mujeres restitución y reparación de los daños; respeto, trato digno.
La violencia de género, es decir, aquellas acciones o conductas basadas en el hecho de ser mujeres, “que causen muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (OEA, 1994), existe y contempla distintas categorías: una de ellas es la violencia sexual. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2021) de México la define como “cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto”.
Se puede afirmar que lo que hizo Rubiales puede investigarse bajo la noción más específica de hostigamiento sexual. De acuerdo con la ley mexicana, es un delito que se castiga con cárcel y que forma parte de la violencia de género y de la llamada violencia laboral. Se trata “del ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva” (Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, 2021, p. 6).
En Jalisco, las estadísticas más recientes indican que en el estado prácticamente la cuarta parte de las mujeres trabajadoras de 15 años y más habían sido víctimas de violencia laboral en el último año (23%: INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, 2021). Las personas que más las agredieron fueron compañeros de trabajo (37.2%), y enseguida jefes, coordinadores, gerentes o directivos (sumatoria de 32.9 por ciento).
Rubiales no sólo abusó de su poder, y faltó al respeto, sino que pidió una pseudodisculpa pública, mintió sobre el supuesto consentimiento que, según él, le habría dado Hermoso, y desde el organismo que presidía se difundieron declaraciones falsas atribuidas a la jugadora, que exculpaban al directivo. En una asamblea de la federación, acto en el que se esperaba que renunciara a su cargo, en vez de hacerlo insistió en que no dejaría su puesto, minimizó el acontecimiento del beso, intentó poner el foco en la víctima (“Las claves para entender el caso Rubiales por el beso a Jennifer Hermoso», en El País, 2023). Si eso tampoco es abuso de poder, ¿entonces qué? (editorial, en El País, 2023). ¿Cómo una persona que violenta a las mujeres puede encabezar el máximo organismo rector del futbol? ¿Cómo, si encima evita reconocerlo y asumir las consecuencias? ¿Dónde cabe entonces la reparación de los múltiples daños a la víctima? Sería difícil creer por tanto que pudiera garantizar una vida deportiva libre de violencias.
Si ya era motivo de disgusto el acto no consentido hacia la jugadora, que empañó los festejos y disminuyó la atención de los medios de comunicación y de las personas respecto al campeonato mundial, lo siguiente que hizo Rubiales, y la estructura a su alrededor, generó que las campeonas del mundo pusieran de nuevo el límite de la no participación en la selección, esta vez con mucho mayor cantidad de futbolistas involucradas en la medida (de 15 en el acontecimiento de 2022 a 81 esta vez).
En un comunicado en el que manifiestan su respaldo a Hermoso, 23 futbolistas campeonas del mundo y 58 de sus colegas profesionales informaron que no jugarán para la Selección de España si continúan los actuales dirigentes y pidieron cambios estructurales “reales”. También expresaron su «rotunda condena ante conductas que han atentado contra la dignidad de las mujeres». Así la contundencia, la unidad, y la necesidad de hacerse escuchar.
Es una realidad que, desde hace al menos 10 años, las futbolistas españolas de la presente generación han dividido su energía entre las actividades que corresponden a una deportista profesional para mantenerse en su máximo nivel de desempeño e incalculables acciones para que se las reconozca como deportistas profesionales. No tendría que ser así, y sin embargo ocurre porque están insertas en una sociedad machista; ocurre porque, por décadas, el futbol es y ha sido establecido como un deporte para hombres, y es y ha sido controlado por ellos (Que dejen a Jenni en paz, esto le afectará psicológicamente, aunque ella piense ahora que no; es un tsunami y habrá resaca).
Otras necesidades por las que han trabajado las futbolistas son el pago salarial justo y la garantía de derechos laborales, todo lo cual está dado en la liga profesional de futbol y en la selección varoniles. Estamos, pues, frente a una desigualdad de género, en tanto que hay una “diferencia existente entre mujeres y hombres, por lo que respecta a sus niveles de participación, acceso a los recursos, derechos, remuneración o beneficios” (García-Calvente et al., 2016).
En México y otros países del mundo, las futbolistas también experimentan esta desigualdad. En cada sitio, en mayor o menor medida. Por eso quizá fue natural que jugadoras alrededor del orbe manifestaran su apoyo a Hermoso y al futbol femenil español. Porque también están y han estado en su situación.
Como dicen las futbolistas españolas, no es suficiente con la salida de un directivo, sino que tiene que haber cambios profundos al interior de las federaciones, cambios sistemáticos en la sociedad. Y, como muchos hombres, sobre todo en puestos de poder, carecen de iniciativa para hacerse cargo de la violencia de género, ellas insisten en ese goteo continuo para romper las estructuras machistas y generar el panorama que permita a las generaciones futuras enfocarse sólo en lo deportivo. Las españolas ya ganaron el partido más importante de sus trayectorias; seguiremos atentas a la otra lucha que encabezan, por condiciones igualitarias. Nos sumamos a sus peticiones de justicia y de igualdad, y hacemos un llamado a cada persona, sobre todo a las que se reconocen como masculina, a hacerse cargo de sus violencias y erradicarlas.
Miriam Padilla estudió periodismo en la Universidad de Guadalajara y la Maestría en comunicación de la Ciencia y la Cultura del ITESO. Apasionada del futbol femenil, ha ejercido en espacios como el periódico tapatío El Informador.
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