¿Qué rasgos de la divinidad que se nos revela a través de los Evangelios son considerados ‘ecológicos’, en tanto que nos descubren a un Dios necesariamente amoroso con su creación y nos impulsan a cuidar la vida que de ella surge? 

A pesar de que en el año 2015 eel papa Francisco publicó la encíclica Laudato Si, poniendo de relieve la preocupación de la Iglesia Católica por el cuidado de la Casa Común, aún es habitual encontrar en el discurso de reputados investigadores la idea de que el pensamiento judeocristiano ha cimentado el camino hacia la crisis ecológica (Shiva & Shiva, 2020). Esta concepción cobró relevancia, desde el punto de vista académico, en la década de los años 60 del siglo XX gracias al artículo publicado por Lynn White titulado: “The Historical Roots of Our Ecological Crisis” (White, 1967), en el que se plantea que la Biblia promueve un derecho divino, supuestamente expresado en el capítulo 1 del Génesis, para dominar y someter a la creación: 

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.» Gn. 1, 27-28 (La Biblia de Jerusalén, 2003) 

Si bien una lectura superficial y descontextualizada del Génesis puede llevar a este tipo de interpretaciones antiecológicas, los Evangelios son evidentemente contrarios a este “sueño prometeico de dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles” (Francisco, 2015). A pesar de esto, hoy en día sigue siendo común encontrarse con personas que enarbolan una supuesta fe cristiana como bandera para justificar prácticas que destruyen el equilibrio ecológico. Como Jair Bolsonaro, a quien Juan José Tamayo llama cristoneofacista, señalando que “está convirtiendo la Amazonia […] en una selva en llamas […] y lo hace basándose en Dios” (Tamayo, 2019) 

Ante estas peligrosas distorsiones que pueden surgir sobre la imagen de Dios, es importante volver a las fuentes para aclarar nuestra visión y darnos cuenta de que el Dios que se nos revela a través de Jesús es necesariamente amoroso con su creación y, por lo tanto, nos impulsa a cuidar la vida que de ella surge.  

Rasgos ecológicos del Dios de Jesús: 

A continuación, basándome en el capítulo escrito por Jaime Tatay, en el libro: La comprensión ecológica del sujeto contemporáneo (Tatay, 2019), desarrollaré cuatro rasgos ecológicos sobre la divinidad revelados a través de los Evangelios: relación, interdependencia, vulnerabilidad y responsabilidad. Esto con la intención de arrojar luz sobre la dimensión ecológica del ser humano manifiesta en las enseñanzas cristianas. 

1. Dios es relación

En el Evangelio, Dios se muestra como uno y trino, aparente paradoja que muestra a Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sin perder su unicidad. Esta visión trinitaria nos muestra a un Dios conformado como relación y esto a su vez nos revela que, desde la visión cristiana, todo el universo es creado como relación, según el molde del creador (Francisco, 2015). Nada en el universo es por sí mismo, todo es en relación con el resto. 

Esta visión de la creación es también confirmada por la ciencia. Gracias a la ecología sabemos que ningún ser vivo puede vivir con independencia de las relaciones que teje con su ecosistema, y si profundizamos en los fundamentos de la física, al abordar los niveles subatómicos, podemos concluir que la materia misma no es más que un conjunto de relaciones: 

“A medida que cambiamos nuestra atención de los objetos macroscópicos, a los átomos y las partículas subatómicas, la naturaleza no nos muestra ningún bloque de construcción aislado, sino una compleja red de relaciones entre las diferentes partes de un todo unificado” (Capra, 2016). 

2. Dios es interdependiente

“Nada puede impedir que Dios dependa de los seres a los que ha decidido amar” (Cambón, 2015). El Dios de Jesús es relación amorosa y solo se puede amar cuando se deja en libertad a la persona amada (Fromm, 2007). Esto es el fundamento cristiano del libre albedrío de los seres humanos, Dios nos ama y por lo tanto nos da la capacidad de decidir, lo que lo hace depender de nosotros para hacerse presente en el mundo.  

Como seres creados en el amor divino, somos dependientes unos de otros, pues “quien ama depende del ser amado, pero esta dependencia no esclaviza, sino que libera y personaliza” (Cambón, 2015). Por eso dice el papa Francisco que “la interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas con otras, para complementarse y servirse mutuamente” (Francisco, 2015). 

3. Dios se muestra vulnerable

En la época de Jesús, los judíos vivían sometidos por el Imperio Romano y la creencia común era que el Mesías llegaría, con su poder absoluto, para liberarlos del yugo opresor (Aguirre, 1987). Pero Jesús no llegó investido de su poder divino para derrocar a los romanos y otorgarles a sus seguidores el poder político. Jesús decide hacerse carne en una familia pobre, amenazada por el poder y, cuando inicia su vida pública, su congruencia lo lleva a ser apresado, torturado y asesinado.  

Dios se hace carne como ser humano frágil y vulnerable, y desde ahí “se deja echar fuera del mundo en la cruz” (Cambón, 2015), revelándonos nuestra verdadera fortaleza como seres humanos. Nuestra vulnerabilidad no es debilidad, sino la condición necesaria para amarnos los unos a los otros.  

Quien por miedo intenta huir de su vulnerabilidad, busca someter y controlar para sentirse seguro, y por esto lastima y esclaviza, a la vez que se lastima y se esclaviza a sí mismo. Solo partiendo de la consciencia y aceptación de nuestra fragilidad, la cual nos hermana con la fragilidad del resto de la creación, puede surgir la compasión y de ella la posibilidad de rehabilitar una comunidad en la que nos cuidemos y desde la que cuidemos a la naturaleza. 

4. Dios crea a un ser humano corresponsable de la creación

En Juan 16, 7, Jesús dice a sus apóstoles: “Os conviene que yo me vaya” (La Biblia de Jerusalén, 2003), porque si Dios es amor, necesariamente debe dejar en nuestras manos la responsabilidad de nuestra vida. Así como la madre, debe soltar al hijo para que se haga responsable de sí mismo o de lo contrario formar una relación de codependencia destructiva para ambos, así Dios se oculta, para dejar al ser humano asumir la responsabilidad que le corresponde.  

La modernidad nos ha mostrado el gran poder que somos capaces de ejercer sobre la naturaleza, y para evitar su destrucción debemos ser conscientes de que el cuidado ecológico no solo depende de Dios, sino que también está en nuestras manos. Nuestro poder nos hace corresponsables de la protección del equilibrio ecológico del planeta. 

Si bien estas cuatro características, en una sociedad que recompensa a quien busca la dominación y el beneficio personal inmediato, pueden ser vistas como debilidades; el mensaje evangélico nos muestra que, al contrario, en ellas se encuentra el verdadero poder humano. Estas cualidades nos enlazan con la divinidad que late dentro de nosotros, y nos revelan el camino hacia una vida en paz y armonía con nosotros mismos y con el resto de la creación. Quien acepta e integra estas características humanas se ve impulsado a trabajar por la construcción de una comunidad universal, unida en torno a una cultura del cuidado, en donde las relaciones, inherentes a nuestra naturaleza, se consoliden en el amor y la corresponsabilidad. 

Bibliografía

Aguirre, R. (1987). Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana. Bilbao: Desclee de Brower. 

Cambón, E. (2015). Un Dios ausente que inquieta y provoca. Buenos Aires: Sb editorial. 

Capra, F. (2016). The Systems View of Life. Cambridge University Press. 

Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común. Roma. 

Fromm, E. (2007). El Miedo a la Libertad. Paidos. 

(2003). La Biblia de Jerusalén. American Bible Society. 

Shiva, V., & Shiva, K. (2020). Oneness vs. the 1%: Shattering Illusions, Seeding Freedom. Londres: ‎ Chelsea Green Publishing Company. 

Sota, E. (2010). Religión «por la libre» un estudio sobre la religiosidad de los jóvenes. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana. 

Tamayo, J. J. (12 de Noviembre de 2019). Bolsonaro, teólogo del cristofascismo. El País. 

Tatay, J. (2019). La comprensión ecológica del sujeto contemporáneo: un diálogo con la espiritualidad ignaciana. En R. Meana, El sujeto: Reflexiones de una antropología ignaciana (págs. 535-552). Madrid: Mensajero – Sal Terrae: Universidad Pontificia de Comillas. 

White, L. (1967). The Historical Roots of Our Ecological Crisis. Science, 1203-1207.