Para orar hay que aventurarse a explorar sensaciones, posturas y movimientos pues, como lo apuntó San Ignacio de Loyola, el camino para amar, seguir y conocer a Jesús es también desde la corporalidad. El reto de Ignacio es orar con todo tu ser, con todo tu cuerpo, y aquí encontrarás cómo hacerlo.

ILUSTRACIÓN DE HUGO GARCÍA SAHAGÚN

Rezar y orar pueden parecer prácticas en las que el cuerpo no interviene mucho. Acostumbramos orar con la palabra y el pensamiento. La espiritualidad ignaciana nos invita a incorporar (en el interior del cuerpo) prácticas que nos llevan a orar con todo nuestro ser, con toda nuestra sensibilidad. Para hacer un buen discernimiento, es importante saber reconocer los pensamientos, sentimientos y deseos más hondos. A todos ellos podemos llegar de diversas maneras. Una de ellas, bastante certera, es poniendo atención a las sensaciones corporales. El cuerpo también sabe de eso. ¿Lo reconocemos, o lo concebimos sólo como un contenedor que debe ofrecer una buena imagen de acuerdo a los estereotipos socialmente establecidos?

Nuestra tradición cultural ha despreciado lo corporal. Es probable que algunas y algunos de nosotros tengamos apreciaciones erróneas y hasta malas sobre el cuerpo y, en ese caso, es importante observarlas. Quizá hemos sentido que nos pesa el cuerpo, que debemos arreglarlo por fuera o que no es bello. Los estereotipos sobre la belleza de los cuerpos dificultan el gozo y la reverencia ante el primer “pedazo” de la Creación y que solo cada uno de nosotros, somos capaces de sentir internamente: el propio cuerpo.

Hoy hablamos más de cuidar nuestro hábitat, el mismo confinamiento ha acentuado esa reflexión. ¿Podríamos hablar del cuerpo como ese primer territorio a conocer para cuidar y valorar? Dicen que lo que no se conoce, no se ama. Tal vez nos pasa eso: descuidamos el cuerpo porque no nos sentimos en él, y descuidamos la tierra porque desconocemos las relaciones en ella, necesarias para nuestra supervivencia. Nos desconocemos como “un solo cuerpo” en nuestra relación con el universo.

Se ama, se cuida y se valora lo que se conoce y, es sabido que el mayor conocimiento no se obtiene solo con el intelecto. Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, nos guía para “sentir y gustar internamente” [EE 2] y así, llegar a saber. El camino para amar, seguir y conocer a Jesús, que propone Ignacio, es también desde la corporalidad. Se invita a entrar con los sentidos en las contemplaciones de la vida de Jesús, para adentrarse en su sensibilidad y enamorarse de ella.

El diálogo trascendente mediante el cuerpo ha prevalecido en muchas culturas desde la antigüedad, y no ha sido una práctica completamente fuera del cristianismo como podría pensarse. En todo caso, ha sido abandonada por el cristianismo occidental, en donde estamos recuperando la oración contemplativa tradicional, que rescata las sensaciones corporales y la observación de la respiración.

Para orar con el cuerpo, hay que aventurarse a explorar sensaciones, posturas y movimientos. Ya en las adiciones del libro de los Ejercicios Espirituales, San Ignacio recomendaba explorar posturas distintas para entrar en contemplación y quedarse en donde se obtuvieran más frutos.

La conciencia corporal es importante para el crecimiento personal y el cuidado colectivo, sea cual sea nuestra práctica religiosa. En el contexto actual de restricción de desplazamientos en aras de cuidar y cuidarnos, vale la pena animarse a intentar movimientos hacia adentro, desde casa, en cualquier espacio por pequeño que parezca, y escuchar más atentamente nuestros “movimientos internos” que para la espiritualidad ignaciana representan las “mociones” del espíritu.

Descuidamos el cuerpo porque no nos sentimos en él, y descuidamos la tierra porque desconocemos las relaciones en ella.

Descuidamos el cuerpo porque no nos sentimos en él, y descuidamos la tierra porque desconocemos las relaciones en ella.

TE PROPONEMOS DOS EJERCICIOS:

Ejercicio de conciencia corporal: Haz un playlist de nueve tracks. Tres pistas de música que te dé energía, tres de canciones que te ayuden a expresar cómo te sientes en ese día, y otras tres pistas de música que ayuden a relajarte. Ponte audífonos o reproduce la música desde alguna bocina y simplemente deja que tu cuerpo se mueva libremente hacia donde la música le lleva. Intenta no hacerlo frente a un espejo para evitar distraerte con la imagen. Tampoco pienses en bailar con pasos específicos. Se trata de darle libertad al cuerpo, fuera de los juicios sobre “bailar bien o bailar mal”. No hay pasos correctos o incorrectos. No es un baile para mostrar, sino para sentir. Al terminar, escribe lo más significativo de la experiencia en una hoja.

Ejercicio de oración corporal: Dispón un momento y un espacio para la oración. De ser posible un espacio libre sobre suelo, alfombra o tapete. Comienza buscando una postura corporal que te ayude a expresar cómo estás auténticamente, sin palabras. Quédate en esa postura respirando unos momentos, haciendo conciencia de cada una de las partes de tu cuerpo, reconociendo lo que sientes a través de él. Luego, invita a Dios a que vaya guiando tus movimientos corporales hacia “un lugar mejor” (nos referimos con esto a una postura mejor) y deja que tu cuerpo haga pequeños movimientos intuitivos y libres modificando la postura inicial. Cuando sientas que llegaste a un mejor lugar, quédate ahí el mayor tiempo posible observando la respiración ¿Cómo se siente estar allí? ¿Qué hiciste para llegar allí? Abre un espacio de diálogo orante para interpretar la relación de los movimientos con tu vida cotidiana ¿A qué te invitó Dios en el ejercicio? ¿Expandir, abrazar, dar espacio, soltar, sostener, direccionar, caminar? Escribe en papel lo más significativo de tu experiencia en el ejercicio y la relación que ello tiene con tu vida.

Es importante recoger los frutos de la oración y examinar si dispusimos lo necesario para el momento. Si recogemos en un papel aquello que nos significó más de esta experiencia, nos ayudará después de un tiempo a discernir las invitaciones del Espíritu. Si quieres compartir tu experiencia con algún acompañante, escribe a ignaciano@iteso.mx

Descarga aquí el cartel de Hugo García.