María Fernanda Cárdenas, estudiante de séptimo semestre de Ingeniería en Biotecnología, nos comparte sus impresiones sobre el “Tour del horror” e invita a lectoras y lectores de Cruce a reflexionar sobre la pertinencia de pensar en colectivo para avanzar en la búsqueda de soluciones al problema de la contaminación en la zona del Río Santiago 

El pasado sábado 11 de septiembre me tocó ir al Río Santiago por primera vez – al “Tour del horror” -, como parte de una de las actividades de la materia de Sustentabilidad que imparte el profesor Johann Wilhem Gottschalk. Había escuchado historias muy trágicas sobre la realidad y la vida cotidiana, pero nunca me había tocado vivir todo de primera mano. Cuando regresé a mi casa y mis papás me preguntaron que cómo me había ido, la respuesta fue “¡estuvo horrible!”. No sólo el olor, sino el hecho de ver cómo un paisaje se volvió un lugar tan tóxico para todo el que vive cerca – y no tan cerca.  

El término sustentabilidad se escucha en casi todos lados hoy en día. Y con justa razón, porque nuestros hábitos como sociedad nos están orillando a tener que cambiar la dirección de nuestras decisiones. Cuando se habla de sustentabilidad se tienen que tomar en cuenta cinco pilares: ecológico, económico, político, social y ético. Porque, como me enseñaron en la clase de Society and the Environment, una situación siempre tiene que abordarse de varios puntos de vista.  

Tristemente, las grandes empresas no lo ven así. La moda hoy en día es verse verde y ser “socialmente responsable”, ser eco friendly. Vivimos en una época donde los resultados los queremos inmediatos, de lo contrario, no creemos que nuestras acciones estén valiendo la pena, no sentimos que estemos dejando una huella o generando un cambio en nuestro entorno. Y eso fue lo que pasó en el Río Santiago y en toda la zona de El Salto: las grandes empresas tiraron sus desechos y como no vieron resultados inmediatos, no hicieron nada por evitarlo… o remediarlo.

Descargas domésticas y provenientes de la industria desechados en la Cuenca del Ahogado.

Aquí es donde entra el segundo factor: la economía. Las empresas buscan crecer económicamente, seguir produciendo, generando dinero y ganancias, lo que pareciera que hacen sin importar las consecuencias. Tan es así que muchas compañías se instalaron en la zona de El Salto, conocida ahora como “ciudad industrial” por su acceso a los recursos naturales del municipio. Absorbieron todo lo que pudieron y ahora buscan moverse a otros lugares como Juanacatlán. Por otro lado, están las restricciones legales. Hay países donde los gobiernos ya están optando por generar cambios a largo plazo y se están preocupando por mantener los recursos naturales, un ambiente saludable, y una calidad de vida digna a las siguientes generaciones, pero aquí en México parece que esos límites no existen porque las grandes compañías continúan degradando las zonas más vulnerables mientras el gobierno y los tomadores de decisiones se los siguen permitiendo.  

Al analizarlo desde la parte social, estos bruscos cambios ni siquiera benefician a los habitantes de El Salto. Como nos comentó Graciela, miembro de la asociación Un Salto de Vida, los mismos pobladores de la zona no son contratados por las empresas por el riesgo latente de denunciar malas prácticas empresariales, lo que me sorprendió mucho. Asociaciones y organizaciones que buscan justicia ambiental lo sufren todos los días, arriesgando su propia vida defendiendo algo que no tiene dueño (los Recursos de Uso Común, RUC), y que por eso mismo son explotados así, sin más.  

En la clase de economía ambiental se hablaba de un impuesto ecológico con el que a las empresas se les cobra por la contaminación del suelo, del aire, del agua, por el uso excesivo de recursos o por emitir demasiados gases de efecto invernadero a la atmósfera. Pero ¿quién determina eso? Porque el problema principal aquí es tratar de estimarle un valor a la naturaleza, es decir, a algo que normalmente no tienen un precio. Es todo un tema, porque entran cuestiones como las tradiciones, las culturas y las necesidades humanas, que la mayoría de las veces se dejan de lado.

Desde el panorama ético, la situación actual es deplorable. En El Salto, así como en otras regiones del país, grandes empresas se instalan en zonas degradadas o pobres.  Se ve irónico y es increíble porque estamos poniendo en riesgo la calidad de vida y la salud de cientos de personas, sólo para tener crecimiento económico en nuestro país, pero la realidad es que ni los habitantes se ven beneficiados ni la zona se ve enriquecida. El único beneficio es para los dueños de esas grandísimas empresas son los que aprovechan la producción masiva de bienes y servicios. Viéndolo desde un lado frío y objetivo, yo creo que no nos conviene porque mientras una minoría se está viendo beneficiada una mayoría observa los beneficios desde muy lejos. Pero es que de esto se trata el capitalismo y así se ha visto regida la sociedad en los últimos siglos.  

Efluentes que llegan a la Cuenca del Ahogado y desembocan en el Río Santiago.

Esta excursión nos invita a abrir los ojos, a salir de nuestra burbuja y darnos cuenta de que esta situación se está volviendo una bola de nieve. Tarde o temprano, todas las acciones individuales nos van a caer encima a todos. Con un pensamiento colectivo y un tanto intergeneracional tenemos que dejar el plano egoísta de nuestras acciones diarias. Es la única manera en la que podremos avanzar, buscando soluciones a largo plazo, y no sólo que se vean dentro de un periodo presidencial.  

A pesar del nudo en la garganta con el que regresé y la ola de tristeza con los recuerdos bonitos que nos contaban del lugar, me siento a escribir y a sacar todo. Una crítica a nuestras prácticas individuales, pero, sobre todo, a las metas de las grandes corporaciones. Todavía no entiendo cómo pueden dormir tranquilos, sabiendo no solo que están arriesgando la salud de cientos de personas, sino que, debido a las decisiones que están tomando (y desde una sustentabilidad muy parcial), están generando circunstancias que parecen irreversibles…pero que pudieron haberse evitado.  

Según la ONU, estamos en el límite para hacer cambios extremos y revertir todos los daños que le estamos haciendo al medio ambiente. Mi pregunta es, ¿en qué momento se darán cuenta las personas poderosas que lo que llevan haciendo durante años está mal? 

El Salto de Juanacatlán, que en su día fue conocido como Las cascadas del Niágara mexicano, hoy es un peligro para la sociedad.

María Fernanda Cárdenas es estudiante de séptimo semestre de la carrera de Ingeniería en Biotecnología. Lo que más le motiva de su carrera es el potencial que tiene de ayudar a otros y al medio ambiente. Le gusta bailar, escribir, e involucrarse en problemáticas sociales.