Javier Escobedo Conde, SJ, se suma a las filas del ITESO para proponer estrategias y nuevas realidades para el bienestar social de la región
Era la década de los setenta, en Ciudad Mante, Tamaulipas. La familia Escobedo Conde se preparaba para comer. Los diez hermanos y hermanas a la mesa, más agregados. La madre no encontraba un momento de silencio y orden para servir la comida. Tras reiteradas peticiones, llegó la advertencia: si no se portan bien, le hablarán a papá para que los ponga en orden. Acto seguido, llegaba papá y hacia la finta de querer quitarse el fajo.
“Ante esa imagen, ‘seditas’ comíamos todos. Mi mamá, aliviada, decía ‘¿ven? ¿Qué les cuesta comer en paz?’”, recuerda uno de los sentados a la mesa. Mucho tiempo después, llegó la reflexión. “No comíamos en paz, comíamos bajo la amenaza”. Vivencias como esa recuerda Francisco Javier Escobedo Conde, SJ, un jesuita que desde enero de 2019 se sumó a las filas del ITESO como profesor en el Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES).
“Es algo que me queda claro ahora. Yo no soy partidario de guardias nacionales ni de ejercicios militares ni policiacos. Eso lo he cuestionado por más de 15 años. Y es que eso no es un equivalente a paz, sino a represión. Es vivir bajo miedo, inseguridad e incertidumbre” explica el psicólogo y jesuita.
“No es por la mano dura que vamos a lograr paz en este país. Tenemos que instaurar una nueva cultura, una nueva narrativa que se distancie mucho de las formas violentas. La paz la vamos a conseguir cuando todas y todos estemos sentados como en esa mesa grande, en franco diálogo fraterno para encontrar los mejores acuerdos”, señala.
El estudio de la mente, la primera vocación
La infancia de Javo, como lo llaman sus amistades, transcurrió en diferentes partes de Tamaulipas. Creció en una casa llena de risas, “siempre teníamos visitas y la puerta estaba abierta de par en par”.
Explica que ese modo de vivir forjó su personalidad. “Los del norte somos abiertos. Somos gente franca, directa, muy respetuosos de las dinámicas en las que crecemos y respetuosos de la madre tierra”.
Emigró a la capital del estado para continuar sus estudios de preparatoria como ya lo habían hecho antes sus hermanos. Mientras hacía servicio social acompañando a la psicóloga de la escuela al tutelar para menores, descubrió su primera vocación.
Su madre y hermanos le confirman que esa aptitud no es nueva: “dicen que de chaval yo jugaba a ser psicólogo, y uno muy psicoanalista, además. Teníamos un diván y ahí recostaba a mis hermanas y hermanos y les decía ‘no se levantan hasta que me cuenten sus problemas’. Luego me di cuenta de que el problema era yo, porque salían chillando”, ríe.
La Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) fue su alma mater durante sus años de licenciatura. Años después, llegó a la Universidad Iberoamericana (Ibero) Ciudad de México para cursar la Maestría en Desarrollo Humano.
“Ser jesuita. Así me la quiero rifar”
El pionero de la psicología humanista en México, Juan Lafarga Corona, SJ, y quien por cierto fundaría en el ITESO el primer posgrado de la universidad —la Maestría en Desarrollo Humano —, representó para Javo una influencia importantísima en su formación profesional.
“Coincidimos en escenarios de psicología, en foros, congresos y otras actividades. Era una persona referente para mí. ¡Psicologazo!” Cuando descubro a Juan como sacerdote, entendí que ahí se juntaban dos cosas que me hacían mucho clic: la psicología y ser jesuita”. Fue así como encontró a la Compañía de Jesús y con ello, su segunda vocación en el año de 1992.
“De pronto las cosas fueron fluyendo y hasta el día de hoy sigue así”, comenta Escobedo Conde, “quedé prendado y dije ‘de aquí soy, así me la quiero rifar’. Estoy muy agradecido porque la orden me ha permitido fusionar esta vocación psicológica y la de servicio a través del sacerdocio en la Compañía de Jesús”, apunta el jesuita.
Paz: anhelo e investigación
San Ignacio de Loyola encomienda a los jesuitas “pacificar a los desavenidos”. Desde antes de ingresar a la Orden y hasta ahora, Javier Escobedo Conde, SJ, se considera un promotor de paz. “Tanto personal como profesionalmente, tengo esa misión, ponernos en paz en todos los sentidos. Vivir como Dios manda”, asegura.
“Mi desarrollo en psicología ha sido, desde que egresé hasta la fecha, mantenerme en la práctica privada, en la supervisión y en la promoción del bienestar de la persona y de las sociedades. En el terreno de la investigación, mi línea ha sido la paz, ver de qué manera ponemos en paz a esta casa común que llamamos planeta y cómo nos la llevamos bien entre todas y todos”, menciona.
ITESO, una horma a la medida
Escobedo Conde colaboró durante diez años en la Ibero Ciudad de México, donde también se doctoró en Investigación Psicológica, para luego sumarse al equipo de la Ibero Tijuana. Ahora que forma parte de la universidad jesuita de Guadalajara, su principal misión es sumarse a los esfuerzos del ITESO.
Considera que esta universidad es un actor fundamental en la dinámica de la región, que mucho puede influenciar en la instauración de paz. “La realidad jalisciense y de todo nuestro país sigue siendo una realidad que me entristece muchísimo. Desde hace más de 20 años tocamos una narrativa muy violenta, que va escalando año con año”, señala.
Desde su experiencia como hombre de ciencia y fe, procura crear vinculaciones con diferentes interlocutores de la sociedad para lograr articulaciones y diseñar estrategias en pro de la pacificación. En la ciudadanía halla una esperanza importante: “hoy encuentro un Jalisco más crítico y responsable, que se hace partícipe de tejer día a día nuevos dinamismos. Es un Jalisco que está desafiado, que está de pie y no se cruza de brazos”, comenta.
Como parte de una universidad cuya voz es escuchada y respetada, busca sumarse a visibilizar el rostro del ITESO ante la sociedad, como una institución que, desde el conocimiento, le apuesta a la transformación de nuevas realidades para el bienestar social.