Cuatro jesuitas mexicanos, egresados del ITESO, fueron ordenados sacerdotes en una ceremonia realizada en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ.

La ceremonia en la que cuatro jesuitas fueron ordenados como sacerdotes de la Compañía de Jesús, el sábado 18 de julio en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ del ITESO, estuvo llena de símbolos y gestos significativos.

Jesuitas

José Vázquez, Arturo Estrada, Homero Apodaca y Álvaro Dorantes, sacerdotes jesuitas mexicanos

El rito de las Letanías, en las que se invocan a los santos mientras los elegidos se postran en tierra; el gesto de José Vásquez Álvarez, SJ, cuando antes de ser llamado al altar a ser ordenado sacerdote, recibió la bendición de su madre. El abrazo cálido que recibió de sus padres Arturo Estrada Acosta, SJ, previo a verlo subir a realizar su promesa. El silencio en la imposición de manos, o el momento de la Eucaristía, en la que los ahora sacerdotes jesuitas otorgaron el sacramento a las decenas de familiares, amigos y acompañantes de uno de los días más importantes de su caminar religioso.

El acto fue concelebrado por Juan Humberto Gutiérrez Valencia, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guadalajara, junto con José Francisco Magaña, SJ, provincial de la Compañía de Jesús en México, y Carlos Cervantes, SJ, socio del Provincial, en unión con más de 60 jesuitas que viajaron desde distintos puntos de México para ser partícipes de la ordenación de José, Arturo, Homero Apodaca López, SJ y Álvaro Dorantes Espinosa, SJ.

A partir de este día los nuevos sacerdotes pueden oficiar misa y realizar el sacramento de la confesión, autorizados por la Iglesia Católica y dentro del carisma de la Compañía de Jesús, a la cual Homero, en su intervención final en el rito, llamó “nuestra patria”. Otro gesto, al igual que el de ordenarse en su propio país, “porque esto nos compromete de manera local en la misión global de la Compañía de Jesús”.

“Somos movidos a soñar y caminar mundos posibles de justicia y de paz. Este es el horizonte que nos saca de nosotros mismos y nos invita a transformar el mundo”, dijo Homero.

Caras nuevas, viejos amigos

Los minutos previos a la ceremonia, mientras decenas de amigos y familiares llenaban poco a poco el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, fueron aprovechados por las decenas de jesuitas que se reunieron en el ITESO para reencontrarse, ponerse al día, repartir abrazos y rodear afectuosamente quienes se ordenarían como sacerdotes.

En los camerinos del recinto coincidieron jesuitas procedentes de todos los rincones del país –de las misiones en la Tarahumara o Chiapas, o de las distintas universidades y colegios que la Compañía tiene en México, por ejemplo–, e incluso los que han sido rectores del ITESO, como Juan Luis Orozco, SJ y Héctor Acuña, SJ.

Varios llevaban años sin verse y la ordenación de José, Homero, Álvaro y Arturo resultó la ocasión ideal para mostrarles su apoyo, un hecho que quedó plasmado a través de la procesión que todos iniciaron a un costado del edificio y que culminaría en el escenario principal: más de 60 jesuitas formaron una columna encabezada por los cuatro que estaban a punto de ser nombrados presbíteros.

Pastores de la Iglesia

Alrededor de 150 escolares jesuitas se ordenan al año en el mundo y salen a la misión que se les confía en distintos destinos. En la homilía, el Obispo Gutiérrez Valencia les recordó a los nuevos sacerdotes jesuitas sobre su función de enseñar en nombre de Cristo.

“Al meditar en la palabra del Señor, procuren creer lo que leen, enseñar lo que creen y practicar lo que enseñan. Dense cuenta de lo que hacen e imiten lo que conmemoran, de manera que al celebrar el misterio de la muerte y resurrección del Señor, se esfuercen por hacer morir en ustedes el mal y procuren caminar en una vida nueva”, los instó el Obispo en su intervención.

Los nuevos sacerdotes salieron del auditorio con la casulla -investidura que ahora pueden utilizar en la celebración de la Eucaristía-, la Marcha de San Ignacio, los abrazos de sus seres queridos y la misión de transformar el mundo.

“Hoy más que nunca este mundo necesita de paz, una paz que supere los avatares de la cotidianidad y que pueda abrirse a la eternidad, que llegue en momentos que puedan considerarse completos en sí mismos. Esta ordenación no tendría sentido sin tales momentos”, expresó Homero. Foto Luis Ponciano