El rector Alexander Zatyrka, SJ, reflexiona sobre la desaparición y posterior localización con vida de un alumno del ITESO, y la importancia de que como sociedad participemos activamente en la implementación de soluciones para esta crisis humanitaria

En días pasados, quienes integramos la comunidad del ITESO experimentamos en carne propia la angustia que a diario aflige a miles de familias mexicanas, pues uno de nuestros estudiantes había sido reportado como desaparecido. Al desconocer su paradero y no poder entrar en contacto con él, y en vista de las tristes historias que se multiplican incesantemente en este México dolorido, sentimos el mismo temor que todas las personas que repentinamente pierden el rastro de un ser querido. Pero también pudimos comprobar que la solidaridad es una fuerza inagotable que ayuda a conservar la esperanza, pues, de inmediato, la noticia de esa desaparición comenzó a circular profusamente, gracias a la buena voluntad de cuantos contribuyeron a difundir la ficha emitida por la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Jalisco.

Gracias a Dios, pronto supimos que nuestro alumno había sido localizado con vida, y por ello quiero reconocer el trabajo de las autoridades estatales y federales que intervinieron oportunamente para encontrarlo, así como agradecer a los medios que se hicieron eco de nuestra búsqueda y a todas las personas que ayudaron y que se sumaron a nuestras oraciones. Tras las horas de incertidumbre que atravesamos, el alivio de saber que nuestro hermano habría de reencontrarse con nosotros es un bien incomparable, y por desgracia excepcional, en virtud de que lamentablemente son pocas las historias similares que terminan así.

La crisis humanitaria que México sufre desde hace ya muchos años, con más de cien mil personas desaparecidas hasta mediados de 2022, y más de 15 mil tan sólo en el estado de Jalisco, es una de las peores consecuencias de las condiciones de violencia e inseguridad que prevalecen en la mayor parte del territorio nacional. Ello se debe a que, detrás de cada desaparición, están siempre las víctimas indirectas (madres, hijos, padres, hermanos, amigos) que se ven así privadas de toda posibilidad de vivir en paz. Y la suma de estas víctimas es incalculable.

Como sociedad, no podemos permanecer indiferentes ante esta crisis. En los esfuerzos de los numerosos colectivos dedicados a la localización de las personas desaparecidas, principalmente aquellos organizados por madres que no descansarán hasta saber qué ocurrió con sus hijos, hay un clamor que necesita ser escuchado y atendido urgentemente. Y detrás de ese clamor está la pena silenciosa de quienes, desde la indefensión, la soledad y el miedo, carecen prácticamente de cualquier recurso y cualquier ayuda para dar con sus seres queridos. Todas las vidas importan por igual, y por eso debemos tener siempre muy presentes a las voces que no pueden hacerse oír, o que terminan extraviándose en el terrible coro que llora por esos miles de hombres, mujeres y niños que dejaron de estar entre nosotros.

Hace cerca de un año, en abril de 2022, el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas publicó su informe sobre la  situación prevaleciente en México, y destacó ahí que «la alarmante tendencia al aumento de las desapariciones forzadas fue facilitada por la impunidad absoluta». Esta impunidad es, sin duda, una falla estructural cuyo remedio está directamente relacionado con la adopción impostergable de políticas orientadas a la prevención; de ahí que dicho Comité urgiera al Estado mexicano a «fortalecer los procesos de búsqueda e investigación, brindar apoyo humano y financiero adecuado a la Comisión Nacional de Búsqueda y a las comisiones locales, y asegurar la coordinación sistemática y efectiva de todas las instituciones involucradas en el proceso de búsqueda, investigación, reparación y acompañamiento a las víctimas».

A la par de las responsabilidades que el Estado tiene que cumplir, a las instituciones de la sociedad civil nos corresponde participar activamente en la implementación de soluciones para esta crisis humanitaria. En el ITESO hemos venido trabajando a profundidad en el tema, convocando a un diálogo permanente y produciendo los saberes indispensables para que esas soluciones cristalicen cuanto antes, en la convicción de que el conocimiento mejor de la realidad que habitamos es parte crucial de la prevención. Disponemos también de un Protocolo Institucional de Actuación en Casos de Desaparición de Personas  que nos permite coordinarnos con prontitud para coadyuvar en la ubicación de las personas que son víctimas de este delito y brindar acompañamiento a sus familiares, una iniciativa cuyo espíritu central es el cuidado colectivo y el sentido de comunidad, y que ponemos a disposición del conjunto de la sociedad para incidir, en la medida de lo posible, en las formas de hacer frente a este flagelo.

El camino hacia la paz en México es, también, el camino de la justicia. Con la gratitud que sentimos por el hecho de que nuestro alumno fuera encontrado con vida, estamos listos para seguir andando ese doble camino, con esperanza renovada y junto a todas las personas que sufren por la desaparición de un ser querido.

FOTO: Luis Ponciano