El 11 de octubre se llevó a cabo la primera edición del Café Scientifique ITESO-AUSJAL, en el marco de la Semana Laudato si’. Durante la charla, el investigador brasileño Luiz Felipe Lacerda destacó la importancia de la ecología integral como una estrategia para la transformación radical contra el calentamiento global
El planeta está en crisis por el calentamiento global y en muy poco tiempo la situación será peor. La única esperanza es una transformación radical en la conciencia de la gente: “O cambiamos la mentalidad de los humanos o no se salva nadie”.
El informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) dice que el mundo se calentó de forma rápida 1.1 grados Celsius. Ahora avanza hacia los 1.5, un umbral crítico. A causa de ello, los líderes mundiales acordaron que el calentamiento debía permanecer por debajo para evitar un empeoramiento de los impactos. Pero esa meta no se ha alcanzado.
Por ejemplo, en el caso del Amazonas, en los siete meses más recientes se rompieron récords de deforestación. Entre 1970 y 2016, en América Latina se perdió 94 por ciento de las especies de vertebrados y, de 2000 a 2022 fueron registrados más de 200 asesinatos de defensores de esta región brasileña, colombiana, ecuatoriana y peruana.
Durante la primera edición del Café Scientifique ITESO-AUSJAL, en el marco de la Semana Laudato si’, Luiz Felipe Lacerda, doctor en Ciencias Sociales y director del Observatorio de Justicia Socioambiental Luciano Mendes de Almeida, en Brasil, compartió las conclusiones a las que llegó como académico y como activista social, luego del trabajo que hizo en los años posteriores a la publicación de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco en 2015.
A lo largo de su charla titulada “O todos o nadie: ecología integral para el cuidado de la Casa Común”, el pasado 11 de octubre, el investigador advirtió que la Tierra experimenta un escenario climático sin precedentes. La emergencia, insistió, es causada en gran parte por la acción humana, por lo que hay que tomar medidas basadas en la observación seria y profunda de la realidad y hacer un trabajo importante de documentación, sistematización, reflexión, formación y articulación.
Para intentar el cambio que se requiere, es importante asumir que las crisis social y ambiental no son dos crisis distintas. Son dos facetas del mismo problema y hay que comprenderlas de forma integral, como una sola crisis. Hay que establecer un diálogo entre los conocimientos académicos y los saberes populares, en el que se privilegie la relación de la sociedad humana con la naturaleza. Esto sería lo que promueve en esencia la ecología integral, descrita en la encíclica papal citada por Lacerda.
“Cuando percibimos los orígenes de estos problemas sociambientales que afectan tanto a la economía y a la dignidad de la gente, pero también al medio ambiente y a la biodiversidad, hay algunas temáticas que son comunes en América Latina: por ejemplo, la extracción de madera, la explotación de gas y petróleo, la minería, la industria pecuaria, las hidroeléctricas, la deforestación y le especulación inmobiliaria en los sitios urbanos”, explicó.
“Una ciencia no va a dar resultados sola. Tenemos que bajar nuestro ego académico y ponernos a dialogar con los otros, y principalmente con los que están fuera de la academia, porque los saberes populares, los saberes ancestrales son ciencias también”.
La ecología integral es una ecología ambiental, económica, social y cultural. La idea central es que todo está interligado: “Con lo anterior se superan las dicotomías que separan lo social y lo ambiental, la mente y el cuerpo, cuerpo y espíritu, periferia y centro, etcétera”.
En la ecología integral rigen el bien común y la justicia transgeneracional, es decir, hacer para que las generaciones venideras puedan vivir bien en este mundo: “Los grupos sociales que trabajamos en este diálogo entre saberes de los académicos con los pueblos buscamos el estudio de los principios que sostienen la práctica de la ecología integral, porque creemos que estos principios nos llevarán al cambio paradigmático, a cambiar la racionalidad humana, para así incidir en los temas de cambio climático en diferentes áreas”.
“No podemos ver las cosas de manera aislada, separada, dicotómicas, binarias, eso no sirve más. Eso fue un supuesto de las ciencias naturales, la idea de querer separar para comprender. La idea es que tenemos que volver al pensamiento complejo y sistémico, desde lo más básico a lo más amplio. Por ejemplo, no nos sirve más en las escuelas enseñar a los niños a separar la basura por colores si no comprenden por qué existe esa basura y qué le va a pasar a esa basura después de que se pone en los basureros”, recalcó el brasileño.
Otro punto importante para la ecología integral es tener una perspectiva transdisciplinar: “Una ciencia no va a dar resultados sola. Tenemos que bajar nuestro ego académico y ponernos a dialogar con los otros, y principalmente con los que están fuera de la academia, porque los saberes populares, los saberes ancestrales son ciencias también”.
Después, explicó, está la perspectiva trascendental, que es comprender que la naturaleza es un proceso de conexión de la espiritualidad y la espiritualidad es una definición estructural del ser humano. Al final está la perspectiva cultural: “Por más que hablemos de temas globales, cuando llegan a un territorio tienen una cultura específica, una historia específica que tiene que considerarse”.
Una característica de los países de América Latina, en este sentido, es que son territorios históricamente constituidos por la desigualdad socioambiental: “A lo largo de nuestros estudios encontramos tres grandes pilares que estructuran esta desigualdad histórica y que se manifiestan de muchas formas en nuestro cotidiano. El primero lo constituyen el machismo y el patriarcado: somos una sociedad estructuralmente machista, basada en el patriarcado; el segundo pilar de la desigualdad se compone por la xenofobia y el racismo; y el tercero, por el latifundio y la concentración de la tierra”.
Estos tres pilares son matices que se encuentran en cualquier situación de desigualdad y, por tanto, de vulnerabilidad socioambiental de los pueblos. Aquí, señaló, la pregunta es: ¿cuánto estamos haciendo para ayudar a derrumbar esos pilares?
En la carrera contra el impacto por el calentamiento global, las prioridades en la agenda de los países de América Latina están marcadas por la defensa de los derechos de los pueblos originarios, las economías alternativas, la agricultura familiar, la educación para las relaciones ético-raciales, el diálogo intrarreligioso, la educación popular, los temas de género, la incidencia en las políticas públicas, el tema de las juventudes y el tema de los migrantes refugiados: “Detrás de esto es donde se desarrollan proyectos de intervención de incidencias con la mirada de justicia socioambiental que buscan el debate dentro de la perspectiva de la ecología integral”.
La encíclica “Laudato si’. Sobre el cuidado de la casa común” fue escrita por el papa Francisco en 2015. Se centra en el planeta Tierra como lugar en el que viven las personas, defendiendo la naturaleza, la vida animal y las reformas energéticas a lo largo de seis capítulos.
FOTO: Sebastián Melchor