La restauración de los ecosistemas es una tarea vital para el bienestar humano, la seguridad social y la biodiversidad del planeta. La edición número 18 de la revista Clavigero reúne las claves y esfuerzos más importantes a escala local y nacional para la restauración ecológica en México y el mundo.

Dulce Nataly Figueroa Santana 

M​ás allá de alarmar sobre la degradación de bosques, selvas o manglares en peligro, la nueva edición 18 de Clavigero recopila el esfuerzo colectivo de académicas y académicos, gobierno y organizaciones de la sociedad civil como una sola comunidad, con la misión de revertir el daño por actividades humanas de alto impacto como la deforestación, la degradación de los suelos, el desequilibrio hidrológico y la contaminación del agua y del aire.  

Natalia Mesa y Marinés de la Peña Domene, coordinadoras del número y académicas del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social del ITESO, detallan que, aunque pareciera que existe una consciencia global de la destrucción que atraviesa nuestro planeta, muchas veces la investigación se concentra en el estudio de las especies, los territorios y su degradación, y son pocos los esfuerzos que se han centrado en la restauración de los mismos.  

El trabajo asociado a la restauración de un ecosistema es muy complejo, requiere de un importante esfuerzo de mano de obra, de mucho capital, de mucho tiempo y, sobre todo, de un buen entendimiento del paisaje y sus componentes con una visión interdisciplinaria. Las coordinadoras destacan esta visión holística, de la que escribe la investigadora Robin Chazdon, quien explica que la restauración ecológica requiere la intervención de diferentes sectores, desde la parte gubernamental, académica y comunitaria, que a su vez contemplen proyectos individuales, locales y globales. 

En la edición participan investigadores de diferentes partes de México y organismos como: la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), la Red Mexicana de Restauración Ambiental (REPARA), la organización Ciudadano Pro Bosque Pedagógico del Agua e iniciativas como el “laboratorio vivo” de Bosque Escuela, del ITESO, entre muchas otras. Por una parte, la edición aborda las necesidades más urgentes en las diferentes ecorregiones del país para conservar selvas, matorrales, manglares, bosques y costas que atraviesan el territorio mexicano, y por otra, recupera la experiencia de las organizaciones de la sociedad civil para aprender y volverse agentes de cambio. Las coordinadoras coinciden en que es necesaria una mayor divulgación del conocimiento científico y una mejor articulación de los actores sociales para mejorar las estrategias de restauración y asegurar su éxito. 

“Una de las evidencias más fuertes de cómo no se está divulgando el conocimiento, son los errores que se siguen cometiendo, en la implementación y monitoreo de los proyectos de restauración y reforestación. Errores que en ocasiones son tan prioritarios como la correcta selección de las especias apropiadas. Nosotras como académicas conocemos de primera mano la información, pero la realidad es que no es de fácil acceso o en formatos fáciles de comunicar para los diferentes actores sociales”, añade Natalia Mesa. 

Para que la restauración alcance un mayor impacto, Mesa piensa que se requiere un ejercicio de empatía en la sociedad en general, en donde podamos reconocer que hacemos parte de una sola comunidad, que nuestras acciones tienen efectos colectivos y no individuales, y que es necesario pensar sin egoísmo en el planeta que estamos dejando a las generaciones del futuro.

“Una de las evidencias más fuertes de cómo no se está divulgando el conocimiento, son los errores que se siguen cometiendo, en la implementación y monitoreo de los proyectos de restauración y reforestación. Errores que en ocasiones son tan prioritarios como la correcta selección de las especias apropiadas”. Natalia Mesa