Las profundas y veloces transformaciones de la educación superior pública y privada en la región, son analizadas por ocho expertos en el libro Estado de la educación superior en América Latina, coeditado por el ITESO.
Tal como ocurre en prácticamente cualquier aspecto del mundo contemporáneo, la educación superior en América Latina ha experimentado dramáticos cambios en las últimas tres décadas –se calcula que el 48% de los alumnos latinoamericanos ya estudia en instituciones privadas– los cuales demandan una rápida y eficaz respuesta por parte de estudiosos e investigadores.
¿Por qué tanta gente quiere o necesita un título universitario? ¿Quién determina y regula la calidad de una institución de educación superior (IES)? ¿Por qué es tan buen negocio? ¿Qué papel juegan los gobiernos, las familias y las empresas en la configuración de la educación superior en América Latina?
Una de las más recientes, plurales y analíticas respuestas a la enorme cantidad de preguntas y retos que plantea este fenómeno, es el libro Estado de la educación superior en América Latina. El balance público-privado, editado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), el ITESO y la Biblioteca de la Educación Superior, bajo la coordinación de Juan Carlos Silas, académico e investigador del ITESO.
En dicha obra se analizan escenarios de Brasil, Chile, México y Uruguay, países con bajos porcentajes de ciudadanos con títulos universitarios (Brasil 10%, México 16% y Chile 13%, que contrastan con el 51% de Canadá, el 30% de España o el 40% de Estados Unidos). El libro puede comprarse en las librerías Gonvill y Porrúa o en el sitio publicaciones.iteso.mx.
¿Cuántas IES públicas y privadas hay en AL y cuántos alumnos están matriculados en unas y otras?
Juan Carlos Silas: En México hay más de mil 500. Seguro en todo el continente estamos hablando de más de ocho mil. En instituciones privadas hay más de 10 millones de alumnos a nivel continental, cerca del 48% del total de la matrícula.
¿Podrías mencionar algunas de las consecuencias ya consolidadas –y algunas que se vislumbren en el futuro mediato–del incremento en la privatización de la educación superior?
Primero decir que, salvo Brasil y Chile, la educación superior en el resto de América Latina es mayoritariamente pública; hay países en los que las privadas no pintan gran cosa. Lo más relevante es que las privadas cumplen con una función social: las familias o los jóvenes pueden elegir la universidad que más les convenga. Existe una gran equivocación en la sociedad, hay quien todavía dice que las IES privadas viven de los que no pudieron entrar a las públicas –le llamamos “El mito del Plan B”–, y es cierto en algunos casos, pero hay muchísimos casos que nunca pensaron en entrar a la pública, es decir, la pública nunca fue el “Plan A”. No se puede decir que los alumnos “cayeron de rebote”; los alumnos buscaron a las privadas.
Las investigaciones en torno a la educación y el diseño de modelos educativos suelen centrarse en dos cuestiones: la equidad y la calidad. ¿En qué nivel se encuentran ambos conceptos en el actual panorama latinoamericano?
Bajo. La verdad es que los pobres no van a la universidad, eso quiere decir que la equidad está por los suelos. Desde la preparatoria ya hay problemas de equidad; primaria y secundaria tienen buena equidad, pero hasta ahí llega. La calidad es otro problema, especialmente porque hay que definir qué significa calidad y quién la define. Alguien puede decir que significa inmersión laboral rápida, otros que responda a lo que establecen los organismos acreditadores, etcétera. En general, la calidad como medida de lo que la institución promete, es baja en casi todas las IES. Se promete mucho y se cumple poco.
¿Qué le falta a la educación superior para contribuir a que los países latinoamericanos se acerquen a las potencias mundiales y dejen de ser “emergentes”?
Creo que el tema del subdesarrollo es más complejo. Por ejemplo, si México quisiera, podría construir 10 universidades por año (y habría demanda) y en 25 o 30 años tener el doble o más de los estudiantes y graduados que tiene ahora, pero… ¿A dónde se van a trabajar? Ya lo dijo un académico hace unos años: las IES hicieron su chamba, las empresas no, no han creado suficientes puestos de trabajo de nivel profesional. Y tenemos otro problema: en México todos queremos ser licenciados y tener oficina, y eso no se va a poder. Hay muchas otras actividades profesionales que no son de oficina, es decir, hay componentes económicos, sociales y culturales. Tal vez estos últimos sean los más difíciles de cambiar.
¿Cuáles han sido los elementos y factores que han favorecido el posicionamiento de las universidades privadas frente a las públicas? ¿Se podría alcanzar un balance ideal entre ambos modelos?
Yo no hablaría de posicionamiento. Está posicionado el ITESO, la Ibero, el ITAM, etcétera, pero más de mil IES son de bajo perfil. Funcionan porque son una opción conveniente, pero de menor prestigio. Lo que sí es claro es que las privadas son mucho más rápidas para responder a las necesidades de la gente y las empresas. Ahora los estudiantes deben trabajar, buscar experiencias más rápidas y que los lleven más rápido a la seguridad laboral y económica que les da un puesto que requiere una carrera profesional. El balance se da por sí solo.
En la transformación que han tenido las universidades privadas dentro de la dinámica del mercado y su influencia política, económica y cultural (que antes la tenían mayoritariamente las del Estado), ¿qué papel juegan sus modelos educativos?
Es primordial. Las privadas deben tener un modelo educativo bien hecho y atractivo… Y cumplirlo. La educación superior es una industria como cualquier otra, y las instituciones que quieran participar deben tener consistencia en su modelo educativo, modelo curricular, en su operación, etcétera.
En un fragmento del libro mencionas que desde la mitad de los 80 las IES privadas son las “locomotoras” de la educación superior. ¿Por qué las comillas? ¿No lo son?
Sí, pero en los últimos años la matrícula privada está estancada por obvias razones (falta de dinero). La capacidad de pago y endeudamiento de las familias está estancada a nivel continental y nacional. En México la proporción privada se estancó en 32 o 33% desde hace como cinco años. Texto Enrique González Fotos educacionyculturaaz.com/Luis Ponciano