Desarrollar un pensamiento crítico y emancipatorio que incida en justicia para la sociedad no es sencillo, pero hacia allá deben empujar las universidades, afirma el jesuita David Velasco, SJ. El investigador del campo de las y los defensores de derechos humanos cambia su residencia del ITESO a la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Las paredes de la oficina de David Velasco, SJ, profesor del ITESO, están cubiertas por completo de libros, publicaciones, carpetas, documentos. Queda espacio para su escritorio, una mesa con un par de sillas. En la ventana  está  su  cámara  lista  para  captar  la imagen de los colibríes que hacen una pausa en un bebedero colgante.

En unas semanas esta oficina estará vacía y el jesuita que recorría el campus con cámara en mano atento a los detalles de la luz y texturas de los jardines se habrá mudado, pues recién le designaron un nuevo destino: la universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.

Su entusiasmo es evidente, pues, dice, se le abrió un panorama inmenso en áreas como la de formación ignaciana y el servicio social, que en el ITESO hace 15 años se integró con las prácticas profesionales y la opción terminal en los Proyectos de Aplicación Profesional, que suponen, dice, un esquema complicado, de lo contrario las Iberos ya habrían asumido este modelo.

“Si logro empujar eso no sólo en la Ibero Ciudad de México, sino en general a las que son parte del Sistema Universitario Jesuita. Ese es un capítulo grandote”.

En cuanto a la formación ignaciana, David Velasco, SJ, recuerda que el ex Rector Juan Luis Orozco, SJ le encomendó “que no me despegara del equipo base del proyecto I, te estoy hablando de hace 8 años, y como el objetivo simplemente se estableció como ofrecer oportunidades en torno a la espiritualidad ignaciana y el sello característico de lo ignaciano, pues nos metimos a hacer 50 mil cosas, tocar puertas y trabajar con quien se dejó”.

“Otra alternativa que me planteó David Fernández, SJ, (rector de Ibero Ciudad de México) fue que tienen varios proyectos de incidencia”, este es el sello, dice el profesor del ITESO, del rector de la Ibero Ciudad de México “se nota por los pronunciamientos públicos, por la presencia en medios, pero además en la enorme cantidad de grupos, organizaciones y colectivos con los que ha estado colaborando”.

El profesor señala que desarrollar pensamiento crítico y emancipatorio no es sencillo, pero hacia allá deben empujar las universidades.

Cuenta que también entrará en el tema de la investigación, aunque sea “un proscrito del Sistema Nacional de Investigadores, como él se autodenomina. “Siempre me mantuve firme en que yo privilegio la difusión de lo que investigo y no el diálogo con otros académicos; si otros no son sensibles a que en México y Latinoamérica estén matando a defensores y defensoras de los derechos humanos no me interesa discutir el concepto de defensor o defensora”.

Considera que los investigadores de las universidades jesuitas tienen que preguntarse ¿dónde tienen puesto su corazón? “muchos dirán, si son sinceros, ‘pues yo en mantenerme o subir de nivel en el SNI’, pero otros, los que se han dejado tocar por el dolor de la gente dicen ‘pues a mí me interesa saber por qué la gente sufre en situaciones en donde no debiera sufrir’”.

El ser director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro de 2004 a 2006 lo marcó de tal manera que cuando regresó al ITESO se metió de lleno a investigar por qué matan a los defensores y defensoras de derechos humanos en el país. Y hace tres años publicó el libro El oficio de defender los derechos humanos (publicaciones.iteso.mx/libro/el-oficio-de-defender-los-de-rechos-humanos_94831/) en el que presenta los testimonios de mujeres y hombres que se han dedicado a la defensa de derechos humanos, como Las Patronas.

“Me quito el sombrero ante el testimonio de las mujeres de las Patronas, son las más sencillas, de más baja escolaridad, de un nivel de pobreza bárbaro y sostienen una labor humanitaria en la que ya llevan más de 25 años”.

Ellas y otros más, no encajan en la figura ordinaria de los defensores, aquellos que pertenecen a una ONG, que son universitarios o que ejercen el litigio estratégico.

“La gran mayoría de asesinados y asesinadas en México son ambientalistas o defensores del territorio, campesinos, indígenas, periodistas”. David Velasco, SJ, resalta que la defensa de los derechos humanos es un oficio, “alguien con más mística quizá pueda decir que es una vocación, que es el llamado que desde lo más hondo del corazón logras escuchar porque escuchas el dolor de otros y, sobre todo, de otras”.

La tendencia que observa es que muchas personas vencen el miedo cuando escuchan a una mamá contar la historia de desaparición de su hijo, “de ahí surge esa solidaridad entrañable que dice ‘por qué luchar dispersas, por qué mantenernos encerradas en nuestras casas’”. Hoy hay movimientos nacionales de familiares de desaparecidos.

¿Qué significa ser defensor de derechos humanos en México y, en particular, ser defensora?

Subrayo lo de la defensora porque las mujeres son más valientes que los hombres, aunque los hombres se suicidan más que las mujeres por paradójico que parezca. Ser defensor, pero sobre todo defensora, significa un profundo amor por la vida y luchar a favor de todo lo que la haga prosperar que implica a nuestra madre tierra.

A propósito del aniversario 30 de los mártires de la UCA ¿qué nos dicen hoy a las universidades jesuitas?

Los mártires de la UCA son el testimonio vivo de una universidad comprometida con su momento, con su tiempo, en búsqueda de la verdad y al servicio de los más pobres. No es casualidad que tanto el padre (Peter Hans) Kolvenbach, SJ, como el padre Adolfo Nicolás, SJ, citen recurrentemente a Ignacio Ellacuría (uno de los jesuitas asesinados) para describir las características de la universidad jesuita.

En buena parte Ellacuría dice que la universidad tiene que cargar con la realidad aportando la riqueza que tiene. No solamente como búsqueda de la verdad, sino que debe desenmascarar la verdad más cruel y esa es que nos están matando.

El legado de los jesuitas a mí me parece relevante y además el mensaje parece metáfora, al sacarlos al jardín de sus habitaciones el esparcir los sesos de Ellacuría por el jardín es un mensaje de cualquier fascismo: matar la verdad o el matar a la capacidad de pensar.

Si hay algo como magnicidio masivo que se comete actualmente es que el pensamiento neoliberal ha logrado someter el pensamiento crítico de montón de gente, pero no lo ha logrado plenamente, ahí están las luchas sociales.

El grito de Greta Thunberg de ‘tu casa está en llamas y no haces nada’. Bueno, yo diría también nuestra casa está en llamas y no parece que hagamos mucho.

Por eso en la defensa de los derechos humanos me parece tan fundamental el que difundamos y construyamos a partir de experiencias, quizá sumamente dolorosas, una cultura masiva de los derechos humanos, que no sean un discurso que nos robaron y que además de que se diga que los derechos humanos defienden delincuentes, se diga más bien que los derechos humanos defienden la vida.