Lupicinio Íñiguez-Rueda, de la Universidad Autónoma de Barcelona, dio una conferencia en el ITESO en la que llamó a los investigadores a asumir una mayor responsabilidad en la sociedad y no limitarse a ser meros observadores
Los investigadores necesitan asumir mayores responsabilidad y participación en la sociedad, y no limitarse a ser meros observadores, sostuvo Lupicinio Íñiguez-Rueda, integrante reconocido del Departamento de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien dio una conferencia el pasado 18 de mayo en el Ágora de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, del ITESO, en el marco de una jornada de actividades adscritas a la Línea de Generación y Aplicación del Conocimiento dedicada a la Psicología Social y Cultural. Las actividades que fueron coordinadas por el Dr. Christian O. Grimaldo-Rodríguez y la Dra. Olivia G. Penilla Núñez constaron de un seminario titulado Análisis del discurso: teoría, método y práctica y la conferencia magistral titulada Una crítica a la investigación y la intervención psicosocial.»
Ante un público conformado en su mayoría por estudiantes, el especialista argumentó que la investigación efectiva no se basa en la socialización o en un conocimiento profundo del lugar de estudio, sino en la capacidad de negociar un rol significativo en ese contexto específico: «Nadie se convierte en competente en una comunidad porque conozca sus normas o estilos de comportamiento, sino porque ha negociado un rol para estar ahí».
A lo largo de su ponencia, Íñiguez-Rueda habló sobre la transparencia y el acceso al conocimiento; el valor de la investigación social y su impacto político. Propuso seis ejes para problematizar la producción de conocimiento y la intervención, incluyendo el cuestionamiento sobre el carácter extractivo de la investigación.
Como integrante del Barcelona Science and Technology Studies Group, Íñiguez-Rueda insistió en que tanto los conocimientos generados desde la ciencia como los originados por personas comunes provienen de los mismos mecanismos y procesos de producción, por lo que todos éstos deberían ser actores habilitados con recursos y conocimientos para influir en la transformación social.
De acuerdo con el expositor, los investigadores deben contribuir de manera recíproca a la elaboración y el mantenimiento de escenarios sociales, particulares y locales. «Siempre he aspirado a unir mis intereses políticos y académicos en una sola actividad”, dijo, y lamentó la dificultad de lograr tal equilibrio, especialmente al margen de las corrientes convencionales.
El invitado fue crítico con las normas tradicionales de la academia y la intervención social. Explicó que existen restricciones que impiden una verdadera interacción entre la política y la academia. Además, abordó la ética en la investigación social, subrayando la importancia de considerar las repercusiones que tiene en las personas que son objeto de estudio.
También cuestionó las normas de intervención social y el uso de la palabra «comunidad»: “Las diferentes formas de acción académica, ya sea investigar o intervenir, en sus diversos orígenes disciplinares, comparten con demasiada frecuencia una concepción uniforme de grupo, comunidad y sociedad. Se toman como un todo homogéneo, disolviendo la enorme diversidad que contiene cada una de las diversidades de los grupos, las personas, las asociaciones, las ideas, las costumbres, las propuestas, los proyectos… todo entra ahí y se queda todo del mismo color, y esto es un problema muy serio”.
El estudioso compartió su percepción de la psicología como una herramienta de poder: “La psicología como ciencia y como profesión no ha demostrado ser el mejor medio para contribuir a la transformación social. Al menos la psicología en la que yo fui formado. Siempre más próxima al poder que a la resistencia, más al servicio de la élite económica que las clases populares, más como promotora de sumisión que de rebeldía, más de herramienta de sujeción que de liberación. En el currículum de la psicología existen pocos acontecimientos que muestren una contribución sustantiva”.
El debate propuesto por Íñiguez-Rueda no solo cuestionó las prácticas actuales de las ciencias sociales y la psicología, sino que también planteó preguntas fundamentales sobre el papel de la academia en la sociedad. Propuso que, en la enseñanza, la práctica tenga más peso que la teoría para evitar la creación de individuos supereruditos pero alejados de la realidad. Los profesores, recalcó, deben guiar a sus estudiantes hacia la acción en vez de sólo hablar de las teorías que ya existen.
Lupicinio Íñiguez-Rueda es especialista en metodologías cualitativas y análisis de discurso, con lo que ha contribuido significativamente a la psicología social crítica. Sus investigaciones abarcan temas como memoria social, salud, tecnologías de la información y análisis de políticas públicas. Ha publicado más de cien trabajos científicos y supervisado más de treinta y tres tesis doctorales desde 1993.