En la investigación académica el número de mujeres es minoría, al igual que en muchas otras áreas de especialidad. En el ITESO hay historias de mujeres que con su trabajo han alcanzado importantes reconocimientos y hoy abren espacios a otras mujeres. 

En una de las cartas que la aviadora Amelia Earhart envió a su esposo, durante sus viajes alrededor del mundo, escribió: “Por favor debes saber que soy consciente de los peligros, quiero hacerlo porque lo deseo. Las mujeres deben intentar hacer cosas como lo han hecho los hombres. Cuando ellos fallaron sus intentos deben ser un reto para otros”.

Amelia Earhart fue una famosa aviadora estadounidense de la primera mitad del siglo 20, reconocida por sus marcas de vuelo, por ser la primera mujer en cruzar el océano Atlántico e intentar el primer viaje aéreo alrededor del mundo sobre la línea ecuatorial. Sus célebres hazañas abrieron camino para otras mujeres en la aviación.

Así como Amelia, las investigadoras Rocío Enríquez, Mildreth Alcaraz, Claudia Vega y Elsie Araujo son destacadas por sus trayectorias académicas y aportaciones a la generación de conocimiento e incidencia social, cada una desde sus propios ámbitos en las ciencias sociales, computacionales y nanotecnología.

Ellas cuatro son parte de 21 investigadoras mujeres del ITESO que cuentan con el reconocimiento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), programa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el cual reconoce a quienes se dedican a realizar investigación científica, básica y aplicada, y les distingue por nivel. Las 21 investigadoras representan el 33.3 por ciento de los 63 investigadoras e investigadores SNI del ITESO en 2020.

Pero veamos desde una perspectiva más. El Instituto de Estadística de la UNESCO reporta que sólo uno de cada cinco países ha alcanzado la paridad de género, al lograr que entre 45 y 55 por ciento de sus investigadores sean mujeres. En México la cifra es del 33 por ciento.

Con más de 20 años en el ámbito académico, la Doctora en Ciencias Sociales, Rocío Enríquez, SNI II, explica desde perspectiva por qué hay menos mujeres que hombres en el campo de investigación, “son cuestiones que rebasan al Conacyt o al SNI en particular, (la razón) tiene que ver con diferencias de género ancladas en las raíces de la historia de nuestro país y de muchos otros”.

Rocío Enríquez

La investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales (DESO) describe estas diferencias como marcos estructurales que tocan lo social, económico y lo cultural, donde entran en juego factores como la maternidad, la doble jornada y la desigualdad salarial.

“En el momento en que las mujeres tienen que conciliar el trabajo doméstico y su participación económica es mucho más difícil poder hacer una carrera académica”, explica la Coordinadora del Programa Formal de Investigación en Estudios Socioculturales, y añade que el reto se acentúa con la maternidad y las tareas del cuidado de los hijos, “por eso muchas mujeres brillantes que podrían estar en la investigación, no están”, enfatiza.

Mildreth Alcaraz tiene un doctorado en Informática por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav). Es integrante del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática (DESI) del ITESO, además, es mamá de tres hijos de 16, 11 y 2 años.

Mildreth Alcaraz

Algunos de sus fines de semana comienzan a la 5:30 de la mañana para dedicar unas horas a los pendientes de trabajo. Las jornadas de trabajo para quienes se dedican a la investigación, ya sea hombres o mujeres, muchas veces superan la jornada de ocho horas de trabajo diario, pues también tienen que atender labores docentes, de coordinación académica o llevan trabajo administrativo.

En la realidad laboral de las mujeres investigadoras, como en otras profesiones, “tienes que trabajar más y dedicarle más tiempo para poder lograr las mismas cosas que tus colegas o tratar de que vean que tienes capacidad. También a veces se piensa que porque tienes hijos no lo puedes hacer bien”, asienta la doctora Mildreth.

— “¿De verdad las mujeres tienen que trabajar más?”, pregunto a la doctora Rocío durante nuestra entrevista telefónica.

— “Nos cuesta mucho más trabajo porque no es nuestro único trabajo, no es por capacidad. No se trata de dejar el uno por el otro, sino de hacer malabarismos para poder atender las demandas de los distintos frentes”, responde.

Algo muy similar comparte Claudia Vega, doctora en Ciencia del Comportamiento e integrante del Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES). Su línea de trabajo es sobre el estrés, comportamiento y respuestas fisiológicas.

Claudia Vega

“El área de investigación implica un trabajo fuera de horario, el reto es compaginarlo con los distintos roles. Soy mamá, esposa, hija y amiga, mi reto es atender todos estos roles y, además, tener un desarrollo profesional donde debo estar en formación constante, haciendo experimentos, trabajo de campo, análisis de datos, escribir y dar cuenta de los productos de la investigación”, explica.

Así como el encargo laboral es extenso, se suman otras situaciones donde la brecha de género es tangible en la representación numérica, así como en las prácticas de trabajo donde ellas deben demostrar día con día su capacidad profesional.

Desde que Mildreth Alcaraz decidió estudiar la Ingeniería en Sistemas Computacionales entró a un mundo donde la mayoría de las personas que la rodean han sido hombres. Incluso ahora, en el DESI son pocas las mujeres en su departamento y son menos, las que se dedican a la investigación.

“Nunca ha habido una falta de respeto, pero sí me ha tocado sentir que no te escuchan o tus opiniones no son consideradas por el hecho de ser mujer”, comparte.

14 por ciento de las académicas de la universidad corresponden a Ingenierías, el 86 por ciento restante se dedican a las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades.

Una historia parecida a la de Mildreth es la de su colega, Elsie Araujo, quien pertenece al Departamento de Matemáticas y Física (MAF). Elsie es doctora en Ciencia e Ingeniería de Materiales de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y actualmente desarrolla un biosensor que mejora el control sobre los niveles de azúcar en personas diabéticas.

Elsie Araujo

“Desde que estás en licenciatura puedes distinguir diferencias de cómo se dirigen a los estudiantes hombres y mujeres. Es como una falta de fe que podamos tener las mismas capacidades”, relata Elsie, la investigadora SNI del ITESO más joven.

Elsie sabe que detrás de eso hay un contexto histó-ricomás extenso y que generaciones atrás de ella, han buscado erradicar esas diferencias socialmente construidas, “todo lo que he logrado y hasta donde he llegado ha madurado el conocimiento y tengo más seguridad de lo que planteo, de lo que hago. Estas situaciones no me hacen desistir de mi trabajo, al contrario, me han motivado más a continuar”, afirma.

La calidad del trabajo académico y compromiso de impactar en la sociedad de Rocío, en sus proyectos colaborativos con otras investigadoras mujeres, como de Elsie, en la fabricación de sensores nanoestructurados, en Claudia con su interés en entender cómo el estrés afecta el sistema inmunológico, y también de Mildreth, como analista de sistemas, abren día a día el espacio a otras mujeres. Sabemos que el camino a la equidad de género es todavía largo, pero también es, cada vez, más ancha la vereda.

Mujeres en la investigación