Convocados por el ITESO, representantes de las universidades de Minnesota y Santa Clara, en Estados Unidos, y del World Justice Project realizaron un foro en el que analizaron los abusos policiacos a partir de dos de los casos más recientes: el de George Floyd, en Estados Unidos, y el de Giovanni López, en México.
En estos días los nombres de George Floyd y Giovanni López ya han dado la vuelta a casi todo el mundo, luego de que fueran asesinados por la policía de Minnesota, el primero, y de Ixtlahuacán de los Membrillos, el segundo. En ambos casos, la muerte ha sido motivo de protestas multitudinarias que han sido reprimidas por los cuerpos policiacos. Sin embargo, este par de historias no son las únicas: un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicado en 2018 da cuenta de que en los últimos años la policía estadounidense ha asesinado a cerca de mil afrodescendientes cada año y herido a 50 mil. Por otra parte, en México son de sobra conocidos los casos de ejecuciones extrajudiciales como las ocurridas en Tlatlaya y en Tanhuato, y en los últimos días se ha dado a conocer el caso de más personas que han muerto víctimas de policías municipales. Todos estos casos evidencian que el de los abusos policiales, más que casos aislados, es un problema estructural, mismo que fue analizado en el panel “Abuso policial y derechos humanos: racismo institucionalizado, impunidad policial y protestas ciudadanas”, convocado por el ITESO y en el que participaron representantes de las universidades de Minnesota y Santa Clara, así como del World Justice Project.
Para Luis Arriaga, SJ, encargado de dar la bienvenida a los participantes y asistentes al panel virtual, calificó como “urgente, necesaria y de largo alcance” la reflexión sobre los abusos policiales, y señaló que el tema “es de gran importancia, no solo por los acontecimientos de las últimas semanas, sino por sus implicaciones sociales y políticas”. El Rector del ITESO dijo que desde la Universidad resulta preocupante “el clima de estigmatización y agresividad, que pone en riesgo diariamente la seguridad y la vida de todas las personas, particularmente de quienes están en situaciones de mayor vulnerabilidad”, y resaltó el hecho de que, en tanto universidad confiada a la Compañía de Jesús, “no podemos ser indiferentes: estamos obligados a actuar y exigir respuestas apegadas a la verdad y a la justicia; a repudiar toda forma de violencia; así como a realizar aportes concretos para la construcción de sociedades democráticas, justas, plurales e inclusivas”.
Tras la intervención del Rector del ITESO, tomó la palabra Francisco Rivera, director de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Santa Clara, California, quien articuló su intervención a partir de definir los que, dijo, son derechos humanos que deben ser garantizados por los Estados, entre ellos el derecho a la vida, a no ser sometido a tortura o maltrato y el derecho a la libertad y la seguridad. “Todas las personas deben ser tratadas con humanidad y dignidad cuando se encuentren privadas de su libertad”, dijo Rivera. También señaló que tanto la Organización de Naciones Unidas como la Organización de los Estados Americanos tienen principios para el uso de la fuerza a manos de cuerpos policiales, que siempre han de regirse por los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y no discriminación. “El fin no justifica los medios”, dijo el director de la Clínica y remató afirmando que “la impunidad contribuye a seguir con el trato desigual”.
La siguiente participación fue de Bárbara Frey, directora del Programa de Derechos Humanos de la Universidad de Minnesota. Comenzó su intervención contando que vive a una cuadra de la esquina en donde George Floyd fue asesinado, y explicó que las consecuencias son visibles en el barrio: hay edificios destruidos, no hay tiendas para adquirir víveres. “Es un desafío reconstruir el barrio después de tanta violencia”, compartió. La académica describió a Minnesota como una ciudad de contrastes: por una parte es un gran polo de desarrollo para la población blanca, mientras que para la gente de color hay grandes desafíos en los temas de educación, vivienda, acceso a la educación y económicos. Relató un par de ejemplos de impunidad policial y puntualizó que ésta se encuentra fuertemente arraigada por “el silencio y el encubrimiento policial, el diseño de leyes a favor de la policía y un sindicato policiaco muy fuerte y combativo”. Frey también señaló que la historia de la policía en Estados Unidos siempre ha estado vinculada al racismo.
La primera ronda concluyó con la intervención de Juan Salgado, investigador de Reforma Policial Senior, del World Justice Project. Él señaló que algunos de los factores que nos han llevado hasta esta situación son un enfoque punitivo de las policías, más que preventivo, y un enfoque estadocentrista, más que antropocentrista. El investigador presentó algunas de las características del asesinato de George Floyd y de Giovanni López y señaló que ninguno de los dos es un caso aislado. Salgado afirmó que entre los retos actuales se encuentra una reforma policial que pase por cambiar las formas de evaluar y medir los resultados, así como por generar legislaciones y jurisprudencias que tengan en cuenta los derechos humanos. “No hay una solución única, porque tenemos policías diversas. Es necesaria una reforma policial que involucre a todo el Estado, que haya nuevas métricas para evaluar y coordinación institucional”, dijo Juan Salgado.
Luis Arriaga, SJ, enfatizó la importancia de que las policías incorporen protocolos que respeten los derechos humanos y coincidió en la urgencia de una reforma. “Si no hay una reforma, los abusos se seguirán repitiendo alimentados por la impunidad”, dijo el Rector del ITESO. En esa línea, añadió Bárbara Frey, también es importante cambiar la concepción de los cuerpos policiacos, que en Estados Unidos hasta ahora han sido entendidos, y equipados, con enfoque militar, algo que desde la perspectiva de Juan Salgado también está ocurriendo en México con la irrupción de la Guardia Nacional.
Al final, hubo consenso en la importancia de que tanto México como Estados Unidos aprendan uno del otro sobre un tema en el que, a pesar de las diferencias, tienen demasiados elementos en común.