María Velásquez Xon, guatemalteca integrante del espacio de mujeres mayas y xincas en la Alianza Política Sector de Mujeres de Guatemala, fue invitada a dar una plática en el curso de verano internacional “Equidad y Género: respuestas feministas frente a una pandemia desigual”
Por Karla Montelongo y Ericka Uribe, estudiantes de Relaciones Internacionales
El capitalismo, el patriarcado y el colonialismo, como sistemas de opresión-dominación entrelazados entre sí, niegan la vida plena de las personas y la naturaleza: con estas ideas inició su charla María Velásquez Xon, invitada en el marco del curso de verano internacional “Equidad y Género: respuestas feministas frente a una pandemia desigual”.
María es una mujer K’iche’ guatemalteca integrante del espacio de mujeres mayas y xincas en la Alianza Política Sector de Mujeres de Guatemala, que en en su charla expuso una parte sustancial de la cosmovisión de su comunidad que constituye un elemento central de su resistencia, la cual implica “poner la vida en el centro de todo” como una alternativa contrahegemónica al orden capitalista, patriarcal y colonialista que amenaza con priorizar el capital por encima de la vida.
Durante la charla hizo hincapié sobre el operar bajo una lógica de muerte, explotación y despojo como condición necesaria para la acumulación de capital y así, la continuidad de estos sistemas. Esta violencia estructural y continua ha traído grandes afectaciones, especialmente a la vida de mujeres, grupos indígenas y la naturaleza, dado que estos han sido percibidos por estas estructuras hegemónicas no como sujetos de derechos sino como objetos de dominación.
Así pues, María describió que el proyecto colonialista impuso discursos que buscaron desvalorizarlos, situándolos como seres inferiores a los hombres occidentales, para justificar su invasión, el saqueo, y específicamente el despojo y la explotación de los cuerpos de mujeres y pueblos originarios, junto con sus tierras, recursos naturales y saberes ancestrales.
En el caso de las mujeres, Velásquez las reconoció como fundamentales para el sostenimiento de la vida cotidiana – como parte esencial de la reproducción social – por realizar los trabajos de cuidados y del hogar, al ser ellas tradicionalmente delegadas a estas labores. Señaló a su vez que estas labores que realizan han sido objeto de despojo y han sido degradadas para no ser remuneradas y poder sostener al capitalismo en detrimento de ellas. Las mujeres sostenemos la vida no sólo desde este papel que se nos ha asignado, sino también desde una relación para mantener la armonía con la naturaleza y la resolución de dinámicas que complican la vida. María señala en estos tiempos difíciles de pandemia el rol esencial que han tomado las mujeres y el cómo han tenido que resolver situaciones complicadas a través de los cuidados y la sanación.
Asimismo, la ponente enfatizó que la noción capitalista de “desarrollo” que les ha sido impuesta ha implicado la muerte, además, del despojo de sus tierras, la explotación de sus recursos naturales y sus cuerpos, ya mencionados, que han involucrado a su vez un cambio profundo en su estilo de vida al quitarles la capacidad para producir sus propios alimentos. En relación a ello, relató también los numerosos intentos por despojarles de su cosmovisión, su idioma y sus saberes por medio de un epistemicidio cometido – y que se continúa cometiendo – contra estas comunidades, el cual en muchas ocasiones les orilló a perder su identidad para sobrevivir.
Ante esta situación, se reforzó la importancia del ejercicio de la memoria histórica y la acción colectiva organizada que realizan las mujeres y los pueblos originarios como fuente de lucha y resistencia para defender su territorio y sus cuerpos frente a estas estructuras voraces y violentas. No obstante, ello ha generado que injustamente sean criminalizados por el Estado, por consecuencia, se les trate de silenciar a través de asesinatos y desapariciones forzadas a quienes, por ejemplo, se oponen a la acaparación de tierras por grandes empresas y defienden, en su lugar, la preservación de tierras comunales.
Finalmente, desde la cosmovisión de su comunidad Velásquez demostró que existen formas alternativas al capitalismo que permiten una “relación armónica con la tierra y todos los seres existentes”. Nos recordó la verdadera prioridad, la vida, y la necesidad de ponerla en el centro y “descolonizar la mente del capitalismo” para ello, así como el conseguir una relación armoniosa no sólo entre nosotros como seres humanos, sino también con el entorno que nos rodea. Y nos llevó a pensar desde lo colectivo y la pluralidad, la comunidad y las diferentes formas en que todo se relaciona, abandonar la idea de monocultivo que ha sido impuesta por las colonias violentas y de muerte, y convivir con el todo.