Decirle arrivederci a sus planes para hacer PAP en Roma le abrió a una egresada de Gestión Cultural un mundo de posibilidades que le dejaron distintos aprendizajes y la certeza de que cualquier ámbito se enriquece con lo que cada profesión pueda aportar
Por Ana Patricia Mejía Succar, egresada de la Licenciatura en Gestión Cultural
Una de mis mayores motivaciones para estudiar Gestión Cultural era la posibilidad de hacer mi Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) en una embajada. Cuando por fin llegó la hora, hice mi trámite para irme a Roma, donde la embajada le pone mucho esfuerzo a su área cultural. De repente, las noticias anunciaron el inicio de esto que no ha terminado: la pandemia por covid-19. Ciao, Roma, hola PAP aquí. Y en línea. ¿Qué iba yo a hacer en un PAP en línea?
A la hora de escoger, encontré opciones increíblemente variadas y para todos los intereses. Decidí salirme de la concepción clásica de Gestión Cultural y elegí como primer proyecto el Programa Intercultural y de Comunidades Indígenas. Estuve en el equipo de comunicación de la Red CEIWYNA (Centros Educativos Interculturales Wixáritari y Na’ayerite) durante el verano de 2020. Estoy segura de que el PAP me dejó más a mí de lo que yo a él.
Tuve la oportunidad de conocer modelos educativos que desde nuestro sistema “occidental” no podemos ni imaginar, donde la educación tiene fines aplicables inmediatos. Ellos sí saben responder a la pregunta que todos nos hemos hecho: ¿y esto para qué me va a servir? Todo lo que enseñan tiene un fin práctico y útil para la vida, pero especialmente para la vida dentro de la comunidad.
Como gestora conocí museos que, a diferencia de todos aquellos a los que estoy acostumbrada, están vivos. Estos museos son creados desde, por y para la comunidad y esto los llena de energía, porque representan lo que es la vida y cómo la vive la comunidad, su cultura y sus conocimientos, su historia y sus tradiciones. Los museos son producto del interés por preservar y compartir todo esto entre ellos y con los demás. Estos espacios legitiman y fortalecen su identidad y por lo mismo las casas de cultura son el vínculo entre la educación tradicional y la occidental que reciben los jóvenes.
Compartí este proyecto con dos maestras – Alondra Barba y Brenda Solís – completamente entregadas y conocedoras de la Red, los centros y las personas que los dirigen. Esto abonó al conocimiento del contexto a pesar de la distancia. Además tuvimos oportunidad de platicar con los directores de dos bachilleratos, Paula y Eracleo, quienes encontraron el tiempo entre todas sus ocupaciones y gestiones de sus respectivos centros para contarnos cómo se estaba viviendo la pandemia en su comunidad y en su escuela, qué problemas veían y qué podríamos aportar para la pandemia y para el futuro. Reitero, al final ellos me dejaron más a mí que yo a ellos, y por esto les estoy infinitamente agradecida. Me queda pendiente visitar por lo menos una de las ocho comunidades que forman parte de la Red y conocer más de los fascinantes museos que mencioné.
Después de esta gran experiencia llena de conocimientos y aprendizajes tenía la oportunidad de quedarme o buscar otro escenario que me permitiera estar en contacto con otra realidad distinta a la mía y a la de la Red CEIWYNA. Mi decisión se alargó un semestre y finalmente elegí un nuevo proyecto para Primavera 2021: Intervención Multidisciplinar en Hospital Psiquiátrico.
Como gestora conocí museos que, a diferencia de todos aquellos a los que estoy acostumbrada, están vivos. Estos museos son creados desde, por y para la comunidad y esto los llena de energía, porque representan lo que es la vida y cómo la vive la comunidad, su cultura y sus conocimientos, su historia y sus tradiciones.
¿Qué hace una gestora cultural en un psiquiátrico? La misma duda tenía yo, pero el tema de salud mental ha sido de gran importancia para mí durante toda la carrera y especialmente en la pandemia, y era mi oportunidad de averiguarlo. La respuesta es: todo. Todas las carreras cabemos en escenarios como el hospital. Mientras escribo esto, estoy por conocer el hospital, a punto de concluir el semestre, haciendo el cierre de mi PAP y sin embargo sé y he visto cómo todos podemos aportar desde nuestra profesión.
En este proyecto aprendí mucho sobre el panorama de la salud mental en México y uno de los grandes problemas que hay sobre el tema: los estigmas. Decir “el loco”, “el manicomio”, “retrasado”, etcétera, es parte del problema; pero no solo es un problema para quienes padecen alguna enfermedad mental severa y viven dentro de una institución como el hospital psiquiátrico, también lo es para quienes tenemos una situación de salud mental que nos da miedo reconocer, porque nosotros mismos no queremos entrar en esas etiquetas.
El proyecto está dirigido a romper esos estigmas, a compartir información verídica e importante a la sociedad en general. Con el apoyo de Sofía Leal y Ricardo Valenzuela (mis dos increíbles profesores), la ayuda de tres cafés de la ciudad y junto con mi compañera de equipo, desarrollé fichas informativas que están pegadas en cuatro locales bajo el título de #EstigmasDeMentes. Lo más bonito es que el proyecto me acercó mucho a personas de mi ámbito personal con quienes la salud mental era un tema hablado, pero muy por encima. Mi propósito personal con esto se volvió decirle a todos los que me rodean: estoy aquí y si lo necesitas, te puedo ayudar.
No tuvimos las respuestas que esperábamos obtener, pero sí existieron momentos muy relevantes y rescatables en los que dialogamos con personas que vieron nuestros carteles y recibimos retroalimentación y felicitaciones. Todos coincidimos: es de suma importancia poner el tema sobre la mesa. En todas las mesas: la de la comida familiar, la del café con los amigos, el escritorio en la oficina, el pupitre en la escuela. Es un tema que tenemos que hablar porque afecta a aproximadamente un cuarto de la población en algún punto de su vida y es erróneo creer que estas personas solo están dentro de los hospitales psiquiátricos.
Al final creo que recibí muchísimo de mis dos proyectos, para mi vida y para mi carrera. Me quedo con el mejor sabor de boca y con ganas de coincidir e incidir otra vez, en un futuro, en ambos escenarios. Solo me queda agradecerle al ITESO por este sistema diferente, que muchas veces no parece la mejor opción, pero en mi experiencia sí lo fue, y a mis profesores porque sin su entrega estas vivencias no hubieran sido así de enriquecedoras. Quién sabe cómo habría sido Roma, pero creo firmemente que todo pasa por algo y yo con mis dos proyectos concluidos me siento más itesiana que nunca.
Lo más bonito es que el proyecto me acercó mucho a personas de mi ámbito con las que la salud mental era un tema hablado, pero muy por encima. Mi propósito personal con esto se volvió decirle a todos los que me rodean: estoy aquí y si lo necesitas, te puedo ayudar.
FOTOS: Cortesía de Ana Patricia Mejía Succar