Para paliar el impacto que sufrirán las familias con menos recursos en México, las universidades jesuitas hemos propuesto algunas medidas para recuperar la economía en tres rubros esenciales: alimentación, transferencias y subsidios, y derechos laborales y productividad.

Cada día tenemos el informe puntual sobre cómo se expande la pandemia en nuestro país, información que es necesaria para tomar decisiones. Desafortunadamente, también hay información que no podemos tener a la mano porque se trata de una situación llena de incertidumbre. Sabemos que el impacto de esta pandemia va más allá de quienes, con todo el dolor que esto provoca, sufren la enfermedad o mueren por ella. Desde el principio, se ha sentido también el impacto económico, tanto en quienes no pueden dejar de trabajar por vivir al día o porque no tienen un empleo formal, como en otros sectores dedicados a la producción y al comercio. También hemos podido observar las medidas tomadas por los gobiernos, que incluyen acciones específicas de acuerdo a los distintos segmentos de la población.

En este sentido, hace algunos días, con el ánimo de aportar elementos adicionales al debate sobre la recuperación económica, las universidades jesuitas de México propusimos algunas medidas que, nos parece, no pueden dejar de considerarse tanto en el país como en el estado de Jalisco (ver comunicado completo del SUJ). De entre estas propuestas, retomo las relativas a tres áreas cruciales: alimentación, trasferencias y subsidios, y derechos laborales y productividad.

1. Alimentación. Actualmente hay iniciativas en nuestro estado, como Jalisco sin hambre, que buscan garantizar la seguridad alimentaria de los sectores más desprotegidos, pero este esfuerzo no basta, y aunque otras iniciativas como Redes vecinales promovidas por la Iglesia católica, y esfuerzos de asociaciones ciudadanas como Amigos trabajando en los cruceros o Jóvenes indígenas urbanos en la Zona Metropolitana de Guadalajara, contribuyen también al objetivo, será necesario contar con mayores esfuerzos como el apoyo directo a proveedores de comida preparada y multiplicar los comedores populares. Pensamos que esto podrá reactivar de nuevo las cadenas de producción que van del campo a la mesa y ayudaría a hacer más pasable la crisis.

2. Transferencias y subsidios. Nos parece necesario que se tripliquen las transferencias que reciben las personas incluidas en los programas gubernamentales. Principalmente, habría que garantizar que estos recursos lleguen a las personas que están en situaciones agravadas de pobreza, especialmente durante los meses de mayo y junio. También hemos propuesto que a los sectores con menos ingresos se les garanticen los servicios de agua y luz, que en este momento resultan muy necesarios, y que su costo, para no afectar a gobiernos locales, sea asumido por la Federación.

3. Derechos laborales y productividad. Otro sector que ha sido afectado es el de quienes tienen empleos informales, donde no están garantizados los derechos laborales. En esta categoría se encuentran, por ejemplo, trabajadoras y trabajadores de los hogares, así como cientos de personas dedicadas al comercio en la vía pública. Aquí no nos conviene volver a la normalidad, porque es una normalidad desigual e injusta, lo que toca es hacer un esfuerzo serio para que los empleos sean formalizados y se pueda garantizar adecuadamente la atención médica, el otorgamiento de créditos y el aumento de la productividad para estas personas. Por otra parte, consideramos que deberían existir algunos incentivos para que quienes generan empleos puedan sostenerlos. En este caso se podrían diferir y condonar algunas cuotas patronales e impuestos, previo análisis del impacto que tendría sobre las finanzas públicas y la seguridad social. En cuanto a las empresas pequeñas sería necesario convocarlas y tomar medidas conjuntas, lo cual urge, pues muchas de ellas se encuentran ya en serias dificultades.

Hasta aquí algunas de las medidas que hemos reflexionado como Sistema Universitario Jesuita del que somos parte desde el ITESO. Nuestro deseo es dialogar con los gobiernos y con la sociedad, pues estamos ante una oportunidad de pensar cómo organizar nuestra economía de otra manera, con el objetivo de reducir la desigualdad y prepararnos mejor para un futuro que cada vez nos parece más incierto.